—Perdóname —gimoteó.

—¿Qué? —balbuceé, incapaz de observar su rostro a través de mis lágrimas—. ¿Por qué?

—Por no encontrarte antes. Él te hizo daño y yo... tuve que estar allí.

—¡No! Val... Val, te amo. Nunca, ni por un segundo, pensaría que tuviste algo de culpa en lo que sucedió. Pensé en ti demasiado, sabía que estarías buscándome... —Sollocé, tomando su rostro con mis manos—. Eres mi persona favorita en el mundo, ¿escuchaste? Gracias por buscarme. Gracias por no descansar hasta que diste conmigo.

—Yo también te amo. —Se lanzó a mis brazos y volvió a abrazarme—. Quiero matarlo. Quiero tomar su cuerpo y despedazarlo miembro por miembro hasta...

—Silencio. Eso no va a pasar. Él está en la cárcel —le informé, tragando con dificultad—. Será juzgado en unos meses. El detective dice que no habrá forma en que quede libre. Esto ha acabado.

—Señoritas —ambas nos detuvimos al escuchar el timbre profundo de la voz de Traian—, arriba. Ángela necesita darse un baño y descansar. Después de eso podrán continuar con su charla.

—No quiero soltarla —susurró Valerie, tan rota que una parte de mí deseaba que nunca se hubiese enterado de nada.

Sin embargo me puse en pie con dificultad y la ayude a reincorporarse. Traian cerró la puerta de entrada y nos hizo un gesto para que nos dirigiéramos al sofá. Me sorprendí cuando, en lugar de sentarse con nosotras, se metió por el pasillo que daba al baño. Escuché cómo abría y cerraba gabinetes.

—¿Por qué es tan atrevido?

Val no pudo evitar alzar su ceja con picardía luego de limpiarse el rímel corrido junto con las lágrimas.

—Lleva aquí desde la medianoche del martes.

—¿Qué día es hoy?

—Jueves —exhaló—. El martes y el miércoles fueron los días más infernales que he pasado en mi vida.

—Créeme, para mí también lo fueron.

—Hablo en serio, Ángela. —Tomó aliento, cuadrando sus hombros. Casi parecía la chica ruda y extrovertida que habituaba ser—. Fui a buscarte a la azotea pero no estabas. Te esperé un par de horas, dejaste tu teléfono en el apartamento. Cerca de las diez treinta yo estaba desesperada y llamé a la policía. —Presionó las manos en puños sobre sus muslos—. Ese detective hijo de puta no quería comenzar a buscarte.

—No habían pasado cuarenta y ocho horas.

—No me importa una mierda. Estaba a punto de ir a incendiar la estación cuando Traian apareció en la puerta. —Casi sonrió al ver mi rostro pasmado—. Sí, esa misma fue mi reacción, imagínate la cara que hice cuando vi a un hombre del tamaño de un elefante preguntándome por ti. Casi salí corriendo a buscar el gas pimienta.

—¿Cómo llegó Traian aquí?

—La mañana del martes, cuando fuiste a mi habitación, no estaba en coma —escuché la voz del susodicho desde algún punto detrás de mí, pero permanecí observando el rostro de Valerie porque mi cuerpo temblaba—. Fingí que dormía porque... joder, me sorprendí y realmente quería saber qué tanto ibas a decir.

Sentí vergüenza. Mis mejillas se tiñeron de rojo mientras recordaba cuánto le supliqué a Traian que despertara; cuando tomé su mano y le dije lo mucho que me importaba aunque fuera un fantasma del pasado al que apenas conocí. Había hecho el ridículo de mí misma creyendo que no podía escucharme.

—Cuando te fuiste, inmediatamente entró ese bastardo a mi habitación. Me dijo todo tipo de basura psicótica y desconectó mi respirador. Yo no lo estaba usando desde que había despertado unas horas antes, pero de todas formas la alarma se activó y llegó Antonio, mi tío..., sé que ya lo conoces.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELWhere stories live. Discover now