Retroceder y Continuar

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La euforia aún se hacía sentir por su torrente sanguíneo. Había sucedido, por más que huyó para que el pasado no le alcanzara, este lo hizo. Estaba allí, como una fina tela semitransparente, moviéndose seductora y mostrando sus alargadas garras, atrayéndolo cada vez más, incitándolo a continuar, a adentrarse en los recónditos lugares abismales de su memoria, en los que había sido más vil, más inmaduro que nunca. Si aún lo fuera lo adjudicaría a ello, pero el tiempo y los años no habían sido en vano, le había mostrado que la vida es una ruleta, que todo lo que sube con eventualidad, tiende a bajar.

Cuestión de karma, cuestión de cobranzas de la vida. Pero allí estaba más tangible que nunca, en el cuerpo perfecto de un amor del pasado. Quizá buscaba la vida que él resarciera el daño causado, a la persona más inocente que se había cruzado en su camino. Hubo muchas otras, pero el simple hecho de que fuera ella, era un ir al pasado y venir al presente, todo había pasado después y durante ella.

El deseo reverberaba como un río bravío que había estado en impasse durante mucho tiempo y ahora fluía con fuerza, rugiendo igual que un felino atrapado en su interior, la deseó antes y la deseó ahora. ¿Cómo era que una mujer que no debió tener relevancia alguna en su vida, podía volverlo, volátil y sacarlo de sus casillas? ¿Por qué todas sus discusiones del pasado podían ser olvidadas con ella? ¿Por qué cuando estaba en su presencia sentía aquel calor en su corazón?

Tenerla tan cerca fue un dèjá vu. Fue retornar al pasado en aquel pueblo, a ese verano en que la conoció, a las remembranzas de lo que fue el primer beso para ella, la dicha que sintió de haber sido el primero que dejara huella en sus labios, en su vida, dicen que el primer beso es como el primer amor, nunca se olvida. Aquello no había sido amor, pero él le prometió que jamás se olvidaría de ella y si recapitulaba su vida, no había roto esa promesa.

Cada febrero la recordaba, cada agosto y diciembre lo hacía de nuevo. Por otro lado, era difícil que lo lograra si él trabajaba en el área de publicidad y debía estar al tanto de todo, a últimas fechas como cada vez que publicaba un libro, la había visto en la foto de cualquier artículo de prensa o en un homepage. Tenía club de fans de lectoras de sus publicaciones. Una página en el Facebook. Twitter, Instagram. El internet, estaba plagado de ella, él solo sonreía y leía por encima de que se trataba la noticia evitando despertar la obsesión que dormía en su interior, le resultó extraño que no leyera algo sobre su visita.

Pensó en visitar su perfil de Facebook o solo introducir su nombre en la Web, para enterarse más sobre ella, después de todo había pasado mucho tiempo aislado de su entorno.

Sin pensar se encontró riendo aparcado frente al departamento de su madre. «Qué rayos estoy haciendo aquí...» pensó y justo cuando quiso devolverse, su hermano mayor le hacía señas con las manos, cual fiscal de tránsito. Resopló y torció su boca.

Bajó del carro y metió las llaves en el bolsillo de su pantalón.

—¡Caramba hermano! Te cotizas carito, vale —su hermano dijo dándole un abrazo y tratándolo como cuando era un adolescente.

—Todo lo bueno cuesta tenerlo —respondió con suficiencia.

—Y te ibas sin entrar a la casa —acotó su hermano sin reproche.

—Vine sin darme cuenta. Estaba preguntándome ¿Por qué me hallaba aquí?

—Todo un eco de tu memoria, ¡ya sabes! Los meros deseos emergiendo y haciendo caso a tu inconsciente —dijo mientras entraban en el apartamento.

A diez millas de tu corazón ¡COMPLETA!Where stories live. Discover now