Parte 8

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Dejarse llevar por el buen sabor de aquel postre que el ángel le compartió, no había sido una buena idea. Se había levantado varias veces de la cama, y dando sus intentos por conciliar el sueño como fallidos, se atrevió a salir por la ventana y emprender vuelo. Molestándole al principio en los ojos el ventarrón helado de esa noche, decidió dejar de usarlos, confiando ciegamente en que a esa altura no se estamparía contra nada.

En determinado momento se frenó desconociendo su propio paradero, y sin embargo nunca abrió los ojos. El silbar del viento era lo único que percibía en la cercanía, y era lo único que acompañaba a los latidos de su corazón que se mantenían lentos, así como su respiración; el viento no se limitaba a golpear su cuerpo, entrando por debajo de sus ropas, y rozando así cada fibra de su piel.

Una vez se aburrió, descendió sobre la parte del jardín que estaba cubierta en su totalidad por pequeñas flores de pétalos rosados, las cuales supuso, no tenían mucha importancia para Wiss; cosa completamente esperada, tras haber visto un par de veces a los Saiyajin caminar sobre ellas sin una llamada de atención significativa, incluso cuando el ángel estaba cerca.

Regresó a la parte del bello jardín en el que yacían las flores predilectas de quien se había tomado el tiempo de hacerle compañía, durante una parte del tiempo de los días anteriores. Ubicó las que le llamaron la atención una vez, y se arrodilló para contemplarlas. Acariciando los pétalos rojos, notó la existencia de las espinas que se ocultaban debajo de estos. Estuvo a punto de examinarlos mejor, pero por fortuna la intuición llegó a tiempo y rápidamente ubicó un Ki cercano.

Vegeta estaba detrás.

—Oye, marciano—Ante el tono frió del llamado, Zamasu no pudo evitar hacer una pequeña comparación mental entre ese hombre y Son Goku, descubriendo así las casi nulas similitudes. Ese tono de voz podría ser perteneciente a un demonio, o bien, sólo a alguien muy despreciable.

—Vegeta...—Se levantó con un ceño que amenazaba con fruncirse al ser interrumpido en su pequeño análisis, y encaró al dueño de la firme voz— ¿Qué quieres?

—Sencillo. Quiero saber de ti por qué estás vivo, y por qué estás en este lugar

—Creí que ya estabas enterado—Respondió aparentando tranquilidad—El señor Gowasu...

—Suficiente—Elevó su voz Vegeta para silenciarlo—Debí imaginar que algo tendría que ver el anciano con ictericia

—Noté que siempre muestras esa mueca desbordante de enfado—Zamasu se sorprendió de sí mismo, cuando sus labios habían decidido incluso antes de que pudiera pensar claramente. Un pequeño detalle más que agregar al porqué le molestaba ese ser, debía ser de esos que hacían sacar a las personas lo peor de ellas.

—Le dijo la sartén al cazo—Una sonrisa radiante de perversidad se dibujó en el rostro del Saiyajin—De cualquier modo, esa afirmación te convierte en un ingenuo, o bien, un grandísimo idiota. Te aseguro que no quieres verme verdaderamente enfadado, y espero que el modo en que has sido mimado en tu insignificante existencia no te obligue a hacer alguna estupidez que me desagrade.

Las palabras del adversario fueron culpables de ese evidente mohín y el ceño fruncido que se le presentaron en el rostro. Observó al antipático ser darse la vuelta y avanzar con paso decidido pero siempre calmo, en la dirección opuesta a la que se encontraba él. Fue cuestión de segundos para que sus propias palabras le condenaran.

—El idiota eres tú—Declaró Zamasu al tiempo que los pasos de Vegeta cesaban—No eres quien para decir eso cuando no has cumplido siquiera un siglo de vida—Comenzó a avanzar haciendo que Vegeta se diera la vuelta, y estando a escasos centímetros notó el brillo malicioso en esos ojos negros que le hizo erizar la piel—No pienses que te tengo miedo, Saiyajin

¿Pastelito?Where stories live. Discover now