CAPÍTULO 11 | Buen presentimiento

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—Creo que lo que dice Heather tiene más sentido que lo que dice Bradley. Es que... escapar no nos hace libres. Acabar con esto sí. Así es como lo veo yo, ¿sabes? Como si... ahora nuestro mundo se limitase a estas dos casas. Sin más, sin menos. ¿Ves alguna salida?

No sé si debería responder, así que no lo hago. Sólo observo cómo las cosas quedaron desde lo de anoche. Todo se ve tan triste y opaco, tan... no lo sé. La imagen que tengo delante de mis narices sólo refleja la respuesta del enojo y la negatividad. Es esto lo que hizo Bradley al intentar rebelarse, ella, de alguna forma, mató a Douglas.

Pero, al final del día, ¿no somos todos asesinos?

—¿No es la libertad lo único que ganamos terminando con lo que empezamos?—continúa Freddie, y en esta oportunidad, me atrevo a girarme para encararlo.

Sigo frunciendo el ceño para demostrarle la confusión que genera esto. ¿Por qué me está hablando? ¿Por qué ahora dejó de burlarse? ¿No debería estar gritando o mostrándose asustado? Hablo de que... anoche murió alguien a quien él amaba. ¿Y hoy actúa de esta forma tan normal?

Y, de hecho, esto... ¿es normal o diferente?

—Fgeddie, ¿qué tgamas?

—Sólo quiero entender por qué apoyas a Bradley.

—No lo hago—admito finalmente—. ¿Feliz? ¿Ahoga me dejagás en paz?

Puedo percibir un cambio en su mirada, algo así como un brillo de esperanza. Su sonrisa vuelve y él se ve, otra vez, como antes. Tan dispuesto a seguir burlándose de mí como lo hizo desde que descubrió que no pronuncio la r.

—No—dice, cruzándose de hombros—. Dime, ¿qué te gustaba hacer en tu tiempo libre, Stephen?

 Dime, ¿qué te gustaba hacer en tu tiempo libre, Stephen?

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CAMERON

¿Quieres escuchar la historia de Melody, Richard? ¿Dices que es lo último que necesitas de mí? ¿Y por qué, eh? Ella no fue la chica más hermosa de todas, ni siquiera la más atractiva o la más resplandeciente. Tampoco la más cariñosa o la más simpática. Melody Hansen era una más entre las iguales, una que caminaba en un grupo de chicas y una más que bajaba la cabeza al cruzar frente al orfanato. Y yo siempre la veía, a pesar de eso, pero no la miraba a ella. Veía su libertad, la posibilidad que tenía de estar rodeada de cariño y de poder dejar que sus piernas la lleven a donde sea sin sentirse culpable. Eso era lo que me interesaba y lo único que, desde el primer momento, me interesó.

Su libertad. Su vida.

La primera vez que la vi tenía alrededor de 13 o 14 años. Yo estaba sentado junto a Aldous en el césped jugando a las cartas. Era nuestro tiempo libre. Era casi mediodía y teníamos que hablar entre susurros de nuestros planes de medianoche.

—¿Estás seguro?—estaba preguntándole a mi amigo, sin tener idea de nada—. La última vez que lo intentamos así, casi nos pillan, tío. No deberíamos arriesgarnos tanto.

PerfidiaWhere stories live. Discover now