6- La luciérnaga

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-¡Kei!- llamó Yûsei a su surebu.

Una luciérnaga se hizo presente en la habitación de Yûsei, un halo de luz violáceo iluminó el lugar y un chico alto de cabellos dorados se arrodilló ante Yûsei, éste acarició la cabeza del chico y dijo:

-Vamos a salir, no quiero que nadie te vea- agregó acariciando el rostro del chico-, deberás mantenerte cerca y en la forma que te he regalado- ordenó- desobedecerme significaría tu muerte, ¿me has entendido?

El chico asintió con la cabeza y besó la mano de su amo antes de retornar a la forma de aquella luciérnaga.

A diferencia de otros surebus Kei amaba a Yûsei, aunque no la clase de amor que alguien le profesa a su pareja, era más bien el amor de un hijo a un padre y es que Kei tenía una naturaleza distinta a la de otros surebus, él no era un ángel caído que había cedido a alguna tentación mundana, él había sido un muchacho normal en el mundo al que llamaban tierra, había crecido en medio de la guerra en oriente medio y Yûsei lo había sacado de ahí después de un bombardeo, por lo mismo Kei no tenía mucho tiempo siendo el esclavo de Yûsei, tendría al menos unos 12 años al lado de su amo y éste le había provisto de una belleza incomparable para que nadie, entre los surebus, notara la diferencia entre ellos y él; sin embargo, Yûsei jamás había escuchado la voz de Kei, nunca lo había escuchado hablar. Él suponía que era mudo, esas cosas pasan en el mundo de los mortales, algunos nacen enfermos y es el espacio para lo que llamaban “imperfecciones”, a Yûsei le gustaba decirle a otros Kurai que era la forma en que Kei le demostraba su respeto, y en cierta forma no estaba equivocado.

Antes de encontrarlo Yûsei tenía una manía enferma de asistir a los sitios de guerra para llenarse con el olor de la sangre, el aroma metálico de aquel líquido le resultaba gratificante y a la vez, su sabor salado, no había que confundir a Yûsei con un “vampiro”, esas criaturas vulgares sólo existían en la imaginación de los humanos; y en sus breves visitas a la tierra Yûsei se había hecho de fama de ser uno de “esos”.

La sangre reseca dibujaba líneas negras retorcidas sobre la arena caliente en Qälat (Afganistán) como enormes ríos vistos desde un satélite, Yûsei  caminaba justo a la puesta del sol disfrutando de aquellos caprichosos diseños que las vidas humanas habían dejado marcados con su sangre y su vida. Encontró un grupo de cuerpos apilados uno sobre otro cuando le vino a la mente probar de su sangre, pero le daban asco los hombres maduros y las pieles “viejas”, encontró al “chico” inconsciente entre los cuerpos y decidió saborearlo, Yûsei lo creía muerto y estaba enloquecido con el sabor de su sangre hasta que sus ojos se encontraron con la mirada penetrante y acerada de aquel chiquillo, el niño estaba vivo, viendo a aquel ser de inmensurable belleza beber de su sangre y no había emitido sonido alguno, sin duda un alma difícil de sorprender, una vida gastada que a su corta edad ya había vivido demasiado, ya había visto demasiado y no conocía la diferencia entre el sufrimiento y el placer, para alguien que había vivido su vida entera en medio de armas y bombardeos el significado de la felicidad distaba mucho de jugar y comer confites en una plaza pública.

Yûsei cubrió los ojos del chico para que su mirada no lo incomodara y entonces se dio cuenta: ese niño había logrado incomodar a un Kurai, a uno de los grandes y no a cualquiera, supo que era para él. Lo tomó entre sus brazos y le dijo al oído:

-Ahora serás mío…- y así había sido desde entonces, un surebu noble capaz de ser desgarrado por aquel que le había “salvado la vida” y le había dado a cambio aquellas facultades con las que los mortales apenas podían soñar.  Lo de la luciérnaga se le había venido después a la cabeza a Yûsei y es que todos los Kurai tenían animales poderosos, osos, lobos, tigres y leones, entre otros; y subestimaban el poder de la belleza. Para Yûsei, la belleza era el arma más poderosa y el hecho de que no le gustara que nadie peleara sus batallas le hizo darle a Kei la forma de algo bello, práctico, fácil de llevar en sus visitas a la tierra (y es que quién quiere caminar junto a un oso por las calles de Estambul al medio día) y no por eso menos poderoso. También lo había hecho pensando en proteger al chico de otros Kurai, de esa forma todos lo subestimarían y nadie pretendería robárselo, cosa no poco común en el Zeol.

Miró a su alrededor, las cosas parecían estar como a él le gustaba, ni un solo ruido se alcanzaba a escuchar en si sitio de “descanso”, se aseguró de que Kei estuviera cerca y emprendió el viaje…

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Inuki estaba despierto con las piernas colgadas por el pasillo del jardín cuando vio a la extraña luciérnaga violeta que pululaba por los alrededores, sabía que las luciérnagas normales no tenían ese color, ¿un enemigo?

Siguió el movimiento de aquella luciérnaga con la mirada, aguardando el momento en que tuviera que reaccionar para atacar o defenderse, se movió con cautela al notar que el insecto se acercaba peligrosamente a la habitación de Issei, no permitiría que nadie llegase ahí, no cuando su amo estaba “descansando”.

Saltó como un lobo para atrapar al insecto cuando sintió que alguien lo tomaba por el cuello y tiraba de él a una velocidad impresionante.

-¡No te atrevas Yûsei!- se escuchó la voz de Issei haciéndose presente con una afilada espada que apuntaba al cuello de su amigo te con una afilada espada que apuntaba al cuello de su amigo kurai.

-¡Estaba por matar a Kei!- reclamó Yûsei.

-¿Kei?- cuestionó Inuki sin entender nada, ¿por qué Issei-sama apuntaba un arma contra Yûsei? Y ¿por qué éste lo había atacado cuando sabía que era el surebu de Issei?

-¡Suéltalo!- ordenó Issei alejando aquella espada.

Kei se colocó sobre el hombro de su amo y tras unos segundos de silencio Yûsei abrazó a Issei.

-Ha pasado algún tiempo- declaró Yûsei.

-Ya lo creo- respondió Issei-, así que ¿Kei?

-Mi surebu, ya sabes escogí uno noble.

Issei observó a la luciérnaga intrigado, ¿por qué Yûsei tenía un insecto por surebu?, ¿qué había pasado con el anterior?

-Ven, hay mucho de qué hablar- dijo Issei invitando a Yûsei a entrar.

汚名 Omei <Yaoi>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora