(Bueno, no pasa nada. Seguramente el despertador se adelantó y todavía es de noche, por eso no entra luz desde afuera. El celular seguramente está roto, y las luces seguramente no andan porque hubo un corte de luz... si, seguramente es eso. Ni siquiera puedo ver qué hora es en el reloj... esta oscuridad es demasiado... demasiado oscura.)

Kevin se sentó en la cama, mirando hacia adelante, pero sin ver nada en realidad. Siempre tanteando, buscó la tira que le permitiría abrir el postigo, para que entre algo de luz, que obviamente tendría que haber. Sintió el ruido del postigo subiendo, pero todo siguió igual de negro. Era, era imposible, siempre algo de luz hay en la calle, por mínima que sea. Sus pupilas estaban dilatadísimas, y podría detectar fácilmente hasta el más mínimo rayo de luz, por débil que fuese. Directamente, no había nada, nada de luz en absoluto.

Empezó a preocuparse. Instintivamente, se llevo los dedos hacia los ojos, los cerró y los tocó. Sí, seguían estando ahí, donde debían. Respiró hondo y trató de tranquilizarse, pero simplemente no podía: esta oscuridad no era nada natural, y realmente asustaba hasta la médula.

(¿¿Qué carajo está pasando?? Esto no está bien, no está nada bien. No puede ser que no entre luz de afuera... algo, algo tiene que entrar por poco que sea. Encima me siento un poco mal, no tengo que dejar que esto me afecte. Dentro de poco va a volver la luz y va a ser todo normal. Ah, claro, soy un idiota. Si hubo un corte de luz, y hoy hay luna nueva, es obvio que no va a entrar la luz de afuera. Pero, pero algo tendría que entrar, siempre un poquito hay, para por lo menos ver algo, por tenue que sea.)

Interrumpió sus pensamientos y decidió ir a la cocina a buscar las velas, que tendrían que estar en la alacena de arriba del lavamanos, si no se equivocaba. Siempre tanteando paredes y muebles, llegó hasta el lavamanos. Extendió la mano hacia arriba y tocó la madera de la alacena. Siguió hasta la derecha, despacio, muy lentamente, hasta encontrar la manija. Abrió la puertita, y metió la mano tanteando. Café (¿Por qué tengo café guardado acá?), un espejo, un termo, un mate, velas. Tomó el paquete, sacó la mano y cerro la alacena en un gesto fluido.

Se quedó con las velas en la mano. Acostumbrado a la tecnología, no se dio cuenta de que necesitaba prenderlas por unos segundos. Recorrió la mesada con la mano hasta llegar a la cocina, donde seguramente tenía un encendedor. Pasó los dedos por la hornallas apagadas, el tubo de gas, y de nuevo la mesada, cuando de repente y con un horror indescriptible, sintió que tocaba piel humana, como si fuese un antebrazo.

Retiró los dedos instantáneamente, y se fue casi corriendo para atrás, hasta que chocó la espalda contra la mesada, que vista de arriba tenía forma de L. Quebrado del dolor, cayó de rodillas hacia adelante, pero la adrenalina y el miedo que sentía lograron hacerlo levantar en medio segundo. Con el terror gritando en cada fibra de su cuerpo, fue hacia atrás, chocando la espalda nuevamente con una silla, pero ni lo sintió.

Finalmente llegó hasta la puerta de entrada, y no dudó en tomar la decisión de salir, a pesar de que ni estaba vestido. Palpó la pared hasta que encontró la puerta de metal, y bajó la mano hasta encontrar el picapor... el picaporte no estaba. Empezó a sudar, y apoyó la espalda –solamente por instinto: no podía ver nada de lo que estaba adelante suyo – contra la puerta, a la vez que seguía tocando para ver si encontraba la manija. Comenzó a temblar: la puerta estaba totalmente lisa, como si fuese un simple adorno de la pared.

Donde estaba el picaporte ni siquiera tenía un agujero; la puerta era totalmente uniforme.

Lo único que percibían sus sentidos era el ruido de su respiración, rápida, agitada, y el frío de la puerta que tenía a sus espaldas, nada más. Se agachó lentamente y por instinto, y se quedó sentado, moviendo la cabeza hacia todos lados, por la costumbre de poder y la desesperación de querer ver.

TERROR SICOLOGICOWhere stories live. Discover now