Sólo... ¿Bailas?

Capitulo 21 - El chico del paraguas.

Capítulo 21 – El chico del paraguas.

Era la segunda noche que dormían juntos. Alex la despertó con un beso en la frente susurrando unos <<Buenos días, princesa>>. Cuando sus ojos se abrieron por completo viéndolo inmaculado, como recién sacado de una revista juvenil  titulada: Joven de traje jovial y sonrisa traviesa.  Quizás el título sea demasiado largo y no llame la atención, pero he de gustar a las adolescentes ser despertadas con un suave beso en la frente por un chico de pestañas largas, ojos color cielo y amante a las chaquetas de cuero con su engatusador olor que la hacía volver loca, querer hacerse un pequeñito espacio en su cuello para morderle hasta morir.

Los sentimientos que Alexander le trasmitían eran contradictorios hasta el punto de marearla. No sabía que pensar ¿Acaso eran novios? ¿Amigos con derecho? O realmente ¿Qué? Le sonrió y fue al baño. Tenía que agradecerle nuevamente a Dalia por comprarle todo lo necesario en su estancia con... Hay estaba el dilema como llamar a esa relación. Mientras las gotas de agua se perdían hasta llegar a sus gemelos, Cristal se martillaba la cabeza con cada pensamiento, suspiros, palabras... ¿Qué pensar? Él ha sido muy tierno, atento, le brinda una seguridad invariable. Suspiró agotada. Era como estar en una montaña rusa girando entre sentimientos  que la hacía imaginar y pensar, que era ella para él.  Aunque en parte dudaba de lo que ella era realmente  para él, no podía negar más sus sentimientos, lo amaba con todo su corazón y hasta ahora, con la lucha en su interior llego a la conclusión que siempre han sido así. Desde el mismo instante en que lo conoció, cuando bailaba tan torpe delante de su mirada, sus reclamos de niña caprichosa o a la hora de ahogarse en sus orbes azules que al principio la ponían nerviosa.

Nunca se había planteado lo de un príncipe azul o un novio para toda la vida. Aquel que compartiría su tristeza y felicidad, que al llegar la noche la abrazara mientras le susurraba cosas bonitas en el oído. Que le dijera un buenos día princesa o que le acariciara el rostro hasta que sus ojos se cerraran. ¡Dios! Él había hecho todo aquello, y nuevamente la duda se sembraba en su cabeza.

¿Acaso él pensara lo mismo que ella? ¿Le gustara tanto como en esos momentos ella lo estaba? O sólo hacía todo aquello por caridad, porque fue muy grosero al principio, y para calmar su conciencia se ha hecho responsable ¿Será eso?

Antes de salir del coche, Cristal se acercó a su oído donde susurro conciso y claro un – Te quiero –. No se atrevió a mirarlo sino que salió a todo timón. La sangre le hubo subido de una manera improcedente, sudaba sólo por el hecho de haber corrido para entrar a las puertas del Instituto, para no pensar que no ha sido correspondida.

El hecho era que no había vuelta atrás. Lo dijo y no se arrepentía de aquello, porque en verdad es lo que verdaderamente siente su corazón. Pero nuevamente, sin poder evitarlo la incertidumbre, los nervios, la inseguridad de su persona, le planteaban un sin número de preguntas ¿ Él siente lo mismo?

¿Cómo sería estar casada? Ser una señora con apellido, tener hijos, puede que sea la esposa más feliz del mundo siendo amada por su esposo, tratada con cariño y respecto, tener niños, ¡Oh sí, niños! Unas personitas pequeñas que por nueve largos meses vivirán en su interior y luego toda la vida  amándolos incondicionalmente. Podría juntar su nombre con el de Alex, y hacer unos divertidos y auténticos nombres, el primero podría llamarse: Xander y el segundo Cristian. ¿Le gustarían a él aquellos nombres? O ¿Preferiría algo más común? Recordó que su papá se llamaba Santiago, es un lindo nombre y podría ponérselo a su hijo. También tenía que pensar en una casa, una como la de Dalia, donde todos estuvieran unidos, pero sobre todo con un enorme jardín lleno de flores, que los sábados se desayunara en la terraza y los domingos se hiciera barbacoa, que sea perfecta. Sí, perfecta...