―¿Qué hago? ¿Cómo la recupero? ―hace su cabello hacia atrás desesperada.

―No te preocupes. ―Toma su mano y sonríe para darle fuerzas―. Vamos adentro, déjame terminar mi recuperación para ayudarte. Tengo la forma de encontrar a Julia.

Dicho esto, Nicole lo ayuda para entrar a la casa y se sientan en los sofás, no sin antes ir por el botiquín donde Leonti guarda los líquidos especiales de su estirpe. En pocos minutos el hombre se recupera satisfactoriamente de su herida en el brazo ya que al tener orificio de salida y la bala no tocar el hueso, fue fácil la curación.

―Me siento mejor ―dice Leonti repuesto―. Es hora de que vayamos por Julia.

De un pequeño maletín, el moreno saca una tableta, ingresa un código y aparece un mapa con las coordenadas GPS de la niña. Nicole lo observa interrogante y él se dispone a explicar:

―¿Recuerdas que te pedí permiso para darle vitaminas a Julia? ―Ella asiente ―. Lo hice pero, tomé como una medida adicional de seguridad, colocar un localizador de tamaño microscópico en la pastilla. Durante todas las mañanas tengo que renovar el localizador porque se deshace con sus líquidos intestinales pero como puedes observar, es muy efectivo.

―Muchas gracias ―dice realmente agradecida por darle esperanza.

―De nada. ―Responde sonriente y añade―: Me cambiaré de ropa y traeré más de los líquidos porque los necesitaremos.

―Yo prepararé el equipo y... ―Suspira y se levanta sacando su celular―. Debo activar la alarma. Donde quiera que vayamos, se nos enviará un equipo para que nos apoye en el rescate. No podemos hacerlo solos, nuestro enemigo acabó con un Mayor y un Teniente primero sin mucho esfuerzo.

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Poco a poco, comienza a recobrar la consciencia. Confundida y mareada, hace un esfuerzo por abrir sus hermosos ojos negros pero algo se lo impide.

―¿Qué me sucede? ¿Dónde estoy? ―dice moviendo su cabeza de un lado a otro esforzándose por abrir sus párpados.

Trata de recordar pero lo único que resuena en sus memorias es que hablaba por teléfono con su tía y que de repente, quedó estupefacta al escuchar disparos.

De repente, escucha unos pasos detrás de ella y unas repentinas manos se colocan en sus pequeños hombros haciéndola estremecer.

―Despertaste. ―Anuncia una voz masculina―. ¿Perdida su majestad? ¡Ah, lo siento! ¿Prefieres que te llame Julia?

―¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? ―Empieza a temblar del miedo y de sus ojos salen lágrimas―. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Tía!

Debido al pánico, hace un esfuerzo por moverse pero su intento es vano pues está acostada en una camilla de hierro, sostenida de brazos y piernas por unas pulseras metálicas.

―Mi más sentido pésame, Juliana ―dice con voz melancólica sosteniendo unos mechones del cabello negro de la niña―. Has tenido la peor suerte al estar encerrada en este contenedor pequeño, inútil y llorón.

―¡Mamá! ¡Papá! ¡Tía Nicole! ―Grita con más fuerza.

―¡Que fastidio! No te he hecho absolutamente nada y estás gritando. ―Suelta su cabello arrojando su mechón con fuerza―. Las personas civilizadas no gritan, si guardas silencio y me escuchas te identificaré como una buena niña. Créeme, no te conviene seguir gritando porque me provocarás dolor de cabeza y me quitarás mi buen semblante.

Las lágrimas de Julia siguen brotando y ruedan por su rostro. Por el tono que usó el desconocido, prefiere obedecer; por ello, guarda silencio aunque sigue temblando del miedo. La respiración de la niña está entrecortada.

―Bien hecho. ―Felicita el hombre acariciando su cabeza―. Eres una buena niña.

Por unos minutos la voz de su secuestrador desaparece. Lo único que Julia escucha es el tintineo de algún objeto de vidrio que el hombre está manipulando. Sus lágrimas no cesan y continúa llorando en silencio llena de miedo por lo que le suceda.

―¿Has asistido al médico? ―Pregunta el hombre desviando sus pensamientos―. Imagina que estás en un hospital y que afuera te esperan tus padres y Nicole. Luego de tu revisión, si todo sale bien, cambiarás para siempre.

Julia siente que la mano del hombre se posa en su brazo. A continuación, una fuerte presión en su antebrazo la exalta y aún más, un pinchazo en su delicada piel. La mano del hombre se mantiene firme para que no mueva su extremidad y de nuevo escucha el tintineo de un objeto de vidrio. Segundos después, la aguja que el misterioso sujeto ingresó en su tez es extraída.

―Estoy seguro de que no dolió en absoluto. ―Se acerca a ella e introduce sus dedos entre la camilla y su cabeza, quitando la venda de sus ojos―. Esta es tu recompensa por comportarte como una buena niña.

Sus hermosos ojos empiezan a abrirse con pesadez, una incómoda luz frente a sus orbes hace que sus largas pestañas se agiten varias veces para aclarar su visión. Cuando se ha habituado, observa con claridad una lámpara sostenida en el cielo raso.

―Gracias por esto, Julia ―dice mostrándole una gradilla con tubos de sangre y una bolsa con el mismo contenido.

La cara de la niña se torna pálida al percatarse que aquello que sintió fue una extracción sanguínea. Mueve su cabeza de un lado a otro para olvidar eso y centrarse en mirar el rostro del sujeto que lamentablemente no está en su perspectiva.

Todavía sollozando, mira a su izquierda y observa un sinnúmero de aparatos cuya finalidad desconoce. Luego, al ver a la derecha, mira un enorme estante lleno de recipientes de vidrio con distintas etiquetas.

El silencio reina en aquel sitio y no hay nada que brinde pistas acerca de su localización. Julia sigue temblando del miedo al pensar que ése hombre pueda pertenecer a aquella organización que está en contra de la princesa y quiera asesinarla. Sus lágrimas no paran, quiere ver a su familia. ¿Dónde estarán sus padres y hermana? ¿Estarán bien? ¿Qué sucedió con Leonti y John que debían cuidarla? ¿Dónde está su tía?

Una fuerte explosión la estremece. La fuerte ráfaga de viento ha entrado al lugar donde Julia está confinada seguida de una gran nube de polvo.

―Parece que nuestros amigos han llegado ―susurra su secuestrador en sus oídos.

Los pasos presurosos de lo que parece ser una batallón se escuchan entrar, seguidos del sonido de armas recargándose.

―¡No se mueva! ―Grita el capitán del pelotón―. ¡Libere a la princesa de inmediato!

―Han venido muy bien preparados ―Le murmura nuevamente y se dispone a elevar su voz para que el grupo lo escuche―. ¡Me rindo! ¡La liberaré!

El individuo presiona un botón de la camilla haciendo que las pulseras metálicas se abran. La niña se levanta rápidamente y se dispone a correr hacia el grupo que ha llegado a salvarla. Sin embargo, es detenida cuando el brazo del sujeto la envuelve y la presiona contra él.

―No es nada personal pero, es hora. No volverás a ser la misma ―declara mientras coloca cerca del cuello de la menor una inyección.

Julia tiembla cuando percibe la aguja y cierra sus párpados cuando aprecia la introducción de ésta en su suave piel, inundándose al poco tiempo de un ardor de grandes proporciones al momento que el líquido de la jeringa entra en su cuerpo.

Su secuestrador la suelta de su agarre y Julia cae al suelo. En sus ojos se esparce el rojo como si se tratase de lágrimas de sangre. Esto no dura mucho tiempo pues el color carmesí desaparece y sus orbes se convierten en verde esmeralda.  

Princesa Juliana: La maldición de la coronaOnde histórias criam vida. Descubra agora