Capítulo 14: Prodigio

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—¡Hola Zack! ¿Has pensado qué harás?— Había llegado el día en que Rachel tenía que partir de regreso a California. La universidad estaba próxima a empezar.

— ¡Sí Rachel, me quedaré en Allentown!

— Pero, Zack... la universidad empezará pronto.

—Lo sé, es por eso que no regresaré a California.

— ¿Qué? ¿Qué pasará tus estudios?

— Me equivoqué Rachel, mi sueño no está en Stanford. Jamás tuve que irme...

— ¿Es definitivo Zack? ¿No regresarás?

— No... Es mi decisión... Lo hablé con mis padres. Lo lamento Rachel, tendrás que regresar sola a California.

—¿Entonces lo dejarás todo Zack? ¿No te importa tu futuro?

— No tengo nada allá Rachel, en cambio tú tienes allá a tus padres. Ellos pagan tu universidad, yo fui becado, por mi cuenta jamás lo habría logrado. Tú debes regresar, no tienes que atrasarte más. Siento mucho no regresar contigo.

En el fondo, Rachel moría. Había logrado estrechar una relación que para ella había sido más que una simple amistad conmigo. Hicimos tantas cosas juntos que hasta yo veía en ella a alguien especial. Fue evidente que no quiso hacer notar su nostalgia cuando le dije que no regresaría a California. Eso significaría perder a un gran compañero y un gran amigo con el que había tomado una enorme confianza.

Está bien Zack, si crees que eso será lo mejor para ti, lo entiendo. Solo quiero que sepas que te he llegado a apreciar mucho y me harás mucha falta.

Yo me puse de pie y la abracé con mucha fuerza.

—Yo también te aprecio Rachel... Encontrarte allá fue lo mejor que me pudo haber pasado, de lo contrario no sé que hubiera hecho solo en ese lugar. Lamento mucho no poder acompañarte. Pero quiero estar aquí cuando Emily despierte, yo sé que lo hará.

— Entiendo tu cariño hacia Emily... Ella siempre fue la chica de tus sueños. Tu paciencia y dedicación me sorprende, por eso estoy orgullosa de tener amigos como tú, Zack... ¿Te volveré a ver?

—Desde luego... Tenlo por seguro, este no es un adiós definitivo. Cuídate Rachel, estoy seguro de que te veré muy pronto.

Rachel se despidió conmigo con un abrazo mucho más fuerte y no sé cómo describir la escena que procedió, ya que se despidió de mí dándome un beso en los labios. Fue algo que no esperaba. Luego de eso partió del hospital. Triste en gran parte al saber que le esperaba una estancia en Stanford sin su gran confidente, como yo lo había sido ya. Se dirigió a casa de los Burgesandler, donde había pasado las noches, para recoger su equipaje.

—Adiós Julie, yo aquí me despido mi niña— Dijo Rachel con voz cariñosa.

— Me da corage que tengas que irte Rachel, cuídate mucho y muchos éxitos allá...

Las dos grandes amigas se despidieron entre lágrimas. Rachel se dirigió al aereopuerto en donde su padre la esperaba para partir con rumbo a San Francisco, California, al oeste del país.

En el hospital, yo me quedé pensando en la decisión que había tomado. Mi gran sueño profesional estaba en Stanford, había perseverado mucho en conseguir esa beca. Ahora, me enfrentaba a una realidad de la cual jamás se imaginé pasar. Mi cariño por Emily era tan fuerte que no me importó ausentarme de Stanford. En el fondo no sabía si esa decisión me perjudicaría en el futuro, ya que esa universidad me ofrecería mucho. En gran parte también me sentí triste por Rachel. Noté la tristeza que reflejaba su rostro cuando nos despedimos. Yo le había tomado mucho cariño y confianza a ella, ya que compartimos muchas cosas antes de entrar a la universidad. Ella me hizo estar en calma y poder quizá no olvidar lo que había dejado en Allentown, pero su compañía me había fortalecido anímicamente. Por eso es que me sintió mal al tener que despedirme así de ella. Prometí volver a verla, pero luego analizaba que estaríamos en extremos verdaderamente separados. Sentí también culpa, ya que había notado que Rachel se había interesado en mi persona. Mi actitud quizá me perjudicaba en ese tema del sentimentalismo. Por eso mi actitud para con ella siempre fue seca en lo que concierne a mostrar un afecto que haya ido más allá de una amistad. Sabía que Rachel en el fondo podía haber estado enamorada de mi, debido a las atenciones que le daba últimamente antes de regresar a Allentown.

En la noche de ese mismo día. Me encontraba como ya era una costumbre, a pie de la cama de Emily. Recostaba mi cabeza con los brazos cruzados sirviéndome de almohada. La mano de Emily rozaba mi cabeza. El cansancio había hecho que perdiera la noción del tiempo y entré en sueño. De pronto sentí que mi cabello había sido sacudido, no una, si no tres veces. Abrió los ojos y quedé unos segundos pensando en qué era lo que lo pudo haber tocado. Levanté la cabeza y vi a Emily; fue mágico, al voltear, vi los sus abiertos.

—¡¿Emily?!— Expresé con asombro absoluto viniendo después una alegría sin igual— ¡Por Dios, esto es un milagro!— Agregué y corrí a poner en aviso al que estuviera a la espera de noticias.

— ¡Señora McFarlane! ¡Emily ha despertado!— Exclamé con nada más que júbilo en mi ser.

Margareth, al escuchar eso se levantó del sillón de la sala de espera en un tiempo récord.

—¡¿Qué has dicho muchacho?!—

—¡Su hija ha abierto los ojos, señora!

Ambos corrimos a contemplar el suceso y luego las enfermeras se hicieron presentes para confirmarlo. El doctor entró luego y fue testigo de algo que para muchos era un milagro. Emily había despertado finalmente del coma luego de casi quince días. Su mirada al principio estaba fija en el techo de aquella habitación, pero al rodear todos la cama para contemplarla, ella echaba un vistazo a todas y cada una de las personas ahí presentes.

Su madre, Margareth, lloraba de la alegría y emoción al ver a su hija despierta por fin. Ella y yo éramos los únicos seres cercanos a ella que en ese momento se encontraban en el hospital.

—Señora, esto en verdad es un milagro— Expresó el doctor.

— ¿Qué podemos esperar ahora doctor?— Respondió Margareth.

— Ahora solo queda esperar su recuperación interna en su organismo. No debe hablar por ningún momento, así que no la inciten a eso.

— Claro que no doctor. No puedo con esta alegría inmensa. Ahora quiero que mi hija se recupere y salga de aquí lo antes posible.

— Yo lo sabía, señora McFarlane. Sabía que Emily tenía que despertar, nunca perdí la esperanza.

— Ya lo puedo confirmar muchacho. Agradezco mucho tu presencia continua aquí para estar al tanto de mi hija. Le comunicaré la noticia a Richard...

Todo fue como una escena de telenovela esa noche en el hospital. Emily finalmente había abierto sus ojos. Esto llenó de inmensa alegría a todos aquellos quienes esperaban con ansias su despertar.

Imposible OlvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora