III

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La pira había comenzado a incendiarse. Su padre había lanzado la primera antorcha y estaba parado a pocos pasos observando como poco a poco, el fuego iba subiendo. Nunca había vivido algo tan terrible como estar cerca de quemarse, pero tener a su padre observándole, era diez veces peor. Porque sabía que por ningún momento estaba dudando de su decisión, no iba a detener el fuego.

Lo que más le dolía es que seguía esperando porque reaccionará.

El humo comenzó a hacerle difícil el respirar, el crepitar de la leña quemándose era peor que una alarma. También estaba comenzando a sudar por el calor.

Por más que se dijo que iba a aceptar su realidad, lo cierto es que no podía más que temblar y removerse. El miedo apretaba sus intestinos y lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas. Odiaba sentirse tan impotente, pero no había manera de que pudiera soltarse, además, su padre estaba vigilándolo. Seguro esperaría hasta que empezará a quemarse, cosa en la que Demitre no quería pensar. Se removió y tosió cuando el humo comenzó a espesar.

—Tú te lo has buscado.

Demitre parpadeó aclarando su mirada y vio a su padre. La expresión de desprecio se había suavizado solo ligeramente. Un rayo de esperanza apretó su pecho, tal vez...

—Yo... nunca busque... que esto pasara —respondió entre respiraciones cortas.

Iván bufó.

—No mientas, Demitre... siempre has desobedecido nuestras leyes. —apoyó sus manos a su espalda mientras caminaba de un lado a otro alrededor de la pira. Su mirada fija en Demitre, como si no quisiera perderse un solo momento de su sufrimiento.

El resto de ancianos y miembros jóvenes se habían hecho a un lado, aún observaban el sacrificio, pero estaban dándoles espacio. Era curioso como esos hombres que respetaban tanto a Iván, eran los mismos que estaban dispuestos a ver como quemaba a su propio hijo sin quejarse ni intervenir a favor del joven. Todos aceptaban el hecho de que este había cometido un gran pecado.

Aunque los jóvenes querían intervenir sabían que no era su lugar, ni tenían el poder. Aún estaban aprendiendo y solo les quedaba por ver la terrible muerte del joven que consideraron por algún momento su amigo.

Demitre suspiró.

—Yo... no lo planee —tragó con fuerza—. Nunca... fue... mi intensión...

Iván se burló.

—Es tarde para arrepentirse —desvió la mirada hacía el fuego. —Todo está cerca de terminar, estarás al lado de tú madre.

Si tan solo ella estuviera ahí en ese momento, nada de eso hubiera pasado. Su madre había sido poderosa, una de las hechiceras más fuertes. También una gran madre, fuerte y protectora. Demitre podía consolarse con saber que estaría a su lado, aunque una parte de su ser estaba quedándose en ese plano de la realidad.

Aleksei nunca se perdonaría, aunque Demitre quería pensar en que su amante seguiría con su vida. Sabía que no lo haría. Eso era lo que más le dolía de todo, irse sin poder decir lo importante que había sido para su vida. Cuanto lo había amado, lo feliz que hubiera sido si le pidiera murarse con él a su pequeña choza a orillas del pueblo.

—Creo... que no importa —murmuró. No exactamente para su padre, eso ya daba lo mismo. Sintió el calor acercándose cada vez más a sus pies. —Disfrute...el... cof, cof, cof...yo lo amó —la tos lo hizo retorcerse.

El fuego estaba a menos de un metro de sus pies, la gran nube de humo lo cubría. Estaba asfixiándose, posiblemente quedaría inconsciente antes de que el fuego lo alcanzase. Esperaba tener esa suerte. Dejó que su cabeza colgase, los ojos cerrados y respirando entrecortado. Estaba débil y demasiado cansado. Nunca le pasó por la mente que esa noche fuera a terminar de esa manera, la primera noche que no estaba al lado de Aleksei porque creía que tenía que pasar más tiempo en casa.

"Prohibido"Where stories live. Discover now