Capítulo 1 : Rescatado

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Era una jornada más de trabajo, dulce y maravilloso deleite al azotar a almas recién llegadas con los más terribles castigos.

Ese día en particular, había una mujer frente a él, menuda, delgada y con cara de niña. Tal vez lo fuera, tal vez no, eso no le importaba a Dean, solo deseaba escuchar sus lamentos y sus gritos de agonía suplicando que se detuviera. Ahí, frente a él, estaba ella desnuda, amarrada de los miembros en la clásica postura del hombre de Da Vinci y él podía verla avergonzada al mostrarse de una forma tan impúdica. Sonrió al ver la piel de esa mujer toda amoratada y lacerada por el contacto de las cadenas ardientes, sabía que eso era un dolor agónico.

En su mano, ya tenía el arma con la cual iba a empezar a torturarla, pero no pudo dar ni un paso hacia ella porque una fuerte luz inundó todo el lugar; incluso, las lenguas de fuego fueron aplacadas y prácticamente apagadas por ese brillante y cálido resplandor. Todos los demonios corrieron a ocultarse aterrados en las sombras cavernosas del lugar en el que se encontraban. Por otro lado, las almas atormentadas lloraron de felicidad al pensar que habían sido salvados y que su agonía había concluido.

Algo totalmente falso.

Dean, no pudo ocultarse a tiempo ya que en el instante que esa luz tocó su piel él simplemente perdió toda capacidad de moverse, el aire abandonó sus pulmones y una extraña pero deliciosa fragancia inundó sus fosas nasales que solo habían olido azufre y podredumbre. Era una bendición sentir ese agradable olor. Una lágrima se le escapó rodando por su mejilla al sentir que esa luz conquistaba cada rincón de su cuerpo como caricias cálidas hechas directo a su alma marchita y rota. Tanta paz y tranquilidad hizo que despertara del aturdimiento de ira que era solo único que sentía por tanto dolor y odio hacia sí mismo por lo que dejó escapar un largo lamento al darse cuenta de lo que realmente estaba pasando.

No podía haber sido perdonado.

Dean no podía haberlo recibido ni mucho menos ser salvado de ese infierno al que él mismo había accedido por voluntad propia, él debía continuar en ese lugar, aunque en el fondo gritara por ser liberado.

Por alguna razón, sabía que habían venido por él para llevárselo lejos de todo ese suplicio. Tenía miedo que fuera mentira. Que fuera parte de un juego macabro de su antiguo verdugo para hacerlo sufrir más y tuvo miedo de seguir pensando que alguien se había tomado la molestia de ayudarlo a escapar de ese infernal lugar.

De pronto, escuchó una maravillosa voz, sublime y dulce que lo hizo sentir no solo que estaba a salvo sino también protegido. No estaba seguro si esa voz solo la escuchaba él o si los demás podían oírla también, pero la sentía como un bálsamo para sus heridas, calmándolo, purificándolo e intentando sanar esa alma que muchas veces pensó haberla perdido.

El pensar eso lo hizo estremecerse como nunca antes lo había hecho.

Deseaba poder entender lo que esa voz le decía, pero era imposible ya que era un idioma que jamás había escuchado y dudaba que algún mortal lo hubiera escuchado alguna vez.

Sin poder evitarlo y sin saber cómo, cayó de rodillas, las cadenas bajo él se sentían frías y comenzó a orar, orar a quien lo pudiera escuchar y suplicó que esa sensación no fuera un castigo ni una ilusión producto de un llamado de auxilio ni mucho menos de alguna alucinación macabra para torturarlo.

— ¡No puedes llevártelo! —escuchó un gruñido que más parecía producido por una bestia.

Dean oró más fuerte para que ese ser no lo escuchara y lo sacara de ese lugar. Su alma gritaba, él gritaba sin darse cuenta, aun así nunca dejó de suplicar no ser abandonado. La luz seguía sin retroceder ni opacarse, él nunca dejó de sentir esa paz que cubría toda su alma y que lo refrescaba en todo momento.

A pesar de que seguía aturdido sentía que estaba más consciente que nunca, podía escuchar los gritos y lamentos mejor que antes, eso hacía que le faltara el aire, aun así, se las arregló para respirar acompasado gracias a que en ningún momento esa voz dejó de susurrarle cosas que él lamentaba no comprender, pero que lo tranquilizaba.

Desgraciadamente, su lucidez hizo que comenzara a dolerle todo el mal que había hecho a las otras almas y deseó poder borrar todo lo hecho antes. Sintió una desesperación inmensa y deseaba salvar a todos los que estaban perdidos, salvarlos de las terribles torturas a las que estarían expuestos una vez que todo eso concluyera. Él no podía abandonarlos a su suerte.

—Esas almas no pueden ser salvadas, Dean —al fin pudo entender lo que esa voz decía y no solo fue música para su alma sino que también lo hizo volver a estremecerse.

A pesar de lo que le dijo aquella entidad, él quería salvar a todos, no quería irse y dejar atrás a nadie.

—Esas almas están aquí por sus actos, merecen estar donde están —escuchó que le decía aquella voz y la manera en cómo se lo dijo más parecía a cuando un adulto amonestaba a un niño por algún berrinche innecesario.

Dean sonrió a pesar de todo, pero inmediatamente sintió tal aflicción que lo hizo jadear del horror, el horror al darse cuenta que había conseguido la expiación, el perdón y algo que jamás pensó que sucedería, la salvación.

Él no la merecía, en el fondo no la quería ni siquiera estaba preparado para que eso fuera realidad. Se arrepentía de todo corazón del mal que había cometido no solo en la fosa sino en su vida, con su hermano, con su padre, con todos los que lo rodearon. Sintió que el dolor quería tomar control de su alma ahogándolo, sin embargo, esa luz se hizo más fuerte calmándolo inmediatamente, ese bálsamo echado directamente a su herida sangrante lo curaba.

Deseaba poder llorar, pero esa calidez se lo impedía. El sufrimiento, no podía carcomerle la consciencia ni mucho menos el dolor de todos sus pecados podían llegar a él. Y por primera vez en mucho tiempo se sintió calmado y en paz.

—Dean... —escuchó su nombre, repetido y enfatizado por ese alguien que lo estaba sanando, curando y rescatando.

No pudo evitar estremecerse ante la intensidad en la forma en cómo su nombre era dicho, una y otra vez. Unas veces en un susurro, otras en un grito de advertencia, pero, la que más le gustaba, era cuando era pronunciado de forma suave, como una caricia placentera que hacía que cada molécula de su cuerpo reaccionara sumisamente ante esa voz que demandaba todo de él, proclamando que era de su propiedad y a la vez que lo hacía sentirse grande y poderoso.

—Dean, ya es hora.

Deseó poder ver a quien le hablaba directo a su alma, deseaba saber quién era esa persona que estaba ahí, por y para él y agradecérselo de todo corazón. Sin poder evitarlo, fue interrumpido el hilo de sus pensamientos y deseos cuando alguien lo tocó en el hombro y si bien sintió que ese tacto le quemaba, no le dolía, no como el dolor lacerante que había sentido en el infierno. Ese tacto era totalmente distinto.

Con una fuerza extrema, pero a la vez gentil, si es que eso fuera posible, fue impulsado hacia arriba sacándolo de cuajo de ese horrible lugar al que había accedido con tal de salvar a su hermano para que no muriera.

Con una fuerza extrema, pero a la vez gentil, si es que eso fuera posible, fue impulsado hacia arriba sacándolo de cuajo de ese horrible lugar al que había accedido con tal de salvar a su hermano para que no muriera

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Destiel: SalvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora