Hogar [Day 5: Feline]

1.5K 233 12
                                    


Oscuridad rodeaba el angosto callejón, debajo de sus zapatos chapoteaba la viscosidad de la sangre al golpear contra el asfalto mugriento y sucio del lugar. No era su sangre, pero si había corrido gracias a su mano; Akutagawa había tenido un trabajo que por fin estaba finalizado.

Tosió un par de veces en contra de su pálida mano, echando una sutil mirada a la luna que pronto alcanzaría su fase más perfecta, pero igualmente peligrosa, la luna llena. Brillante resplandecía el astro de la noche, aquella que nunca estaba sola en el firmamento y bañaba con su manto la ciudad ensombrecida por la noche. Le recordaba a Atsushi de cierta manera, no solo por el color claro sino por la habilidad que tenía el menor para lograr atraer a los demás hasta él como el astro solía atraer las estrellas, para no estar solo nunca más.

Akutagawa ladeó ligeramente su cabeza, como un cachorro que analizaba aquello que se encontraba más allá de su comprensión y una sutil sonrisa surcó la comisura derecha de su boca. Por fin y luego de días y días de arduo trabajo, podría volver a casa.

Sin embargo, salió de su ensimismamiento cuando un sonido metálico resonó en el callejón, haciéndole ponerse alerta de inmediato, Rashomon mostrando las fauces sin preámbulo alguno. Estaba dispuesto a destrozar a quien sea que fuese su enemigo aquella templada noche de marzo.

///

Atsushi había vuelto del trabajo mucho más temprano de lo habitual, ¿la razón? Parecía que Dazai estaba con ánimos de trabajar, logrando que los papeles de ambos escritorios se redujeran a prácticamente nada. Una felicitación reacia recibieron por parte de Kunikida, el equipo completo se festejó con un par de copas y comida en el restaurante más cercano.

Aprovechando esa pequeña escapatoria y excusándose con los demás, se dirigió hasta su departamento, aquel que aunque ya parecía inmaculado puesto que siempre lo dejaba en orden antes de salir, no le vendría realmente mal un poco de limpieza extra.

El tintineo de sus llaves no se hizo esperar en el picaporte, logrando abrir la puerta sin mucho preámbulo. El dulce y cálido aroma a té se propagaba por todas las paredes de su pequeño hogar, al igual que una sutil brisa entraba por el gran ventanal con vista a Yokohama, aquella ciudad que ambos amaban. Aquella ciudad que les vio florecer como enemigos, aliados, guardianes y como amantes.

"Estoy en casa" el muchacho de hebras claras murmuró, más como un habito que como una real bienvenida. Se sacó los zapatos y con el retumbar de sus talones en contra del piso de madera, se movió por el pequeño pasillo hasta dar con la cocina donde sabía estaría su inquilino favorito.

Akutagawa lucia como siempre, demasiado irreal. Su delgado cuerpo estaba apoyado desde la cadera en la alacena, en una de sus manos estaba una taza de humeante té. Su perfil afilado y un tanto altanero estaba gacho -enfocado en algo en la alacena- recibiendo la amarillenta luz de las bombillas, marcando sus pómulos y la forma delgada de sus labios.

Cortando el tren de pensamientos, Atsushi enfocó todos sus sentidos ahora en la pequeña bola de pelos negros recostada sobre la superficie, que maullaban ligeramente cada que Akutagawa turbaba su sueño con alguna caricia detrás de las orejas. No tenía ni siquiera el tamaño del tostador de pan, prácticamente podría caber en la palma de su mano.

"¿Qué es esto?" El menor de los presentes cuestionó soltando una pequeña risa, moviéndose un poco más hasta alcanzar al moreno y a su nuevo inquilino.

"Es un gato" Akutagawa se dio el lujo de responder, enfocando ahora igualmente su atención en el de hebras claras, el cual le dedicó una mirada desaprobatoria, como si aquello hubiese ofendido su inteligencia.

El perro de la mafia aclaró su garganta, extendiendo una segunda taza de té hasta el detective y reformuló su respuesta como una disculpa silenciosa. "Lo he encontrado en un callejón, estaba prácticamente muriendo. Así que decidí traerlo a casa."

Atsushi cambió su semblante a algo mucho más preocupado, tomando su taza para luego enfocarse en inspeccionar con más ímpetu al minino que ronroneaba encantado. Tal vez tenía la barriga llena y podía dormir enseguida de la tetera caliente con la cual el mayor preparó su té, no era para menos que estuviese tan feliz.

El detective sonrió un poco más tranquilo, sintiéndose pleno. Sabía que aquello que ellos hacían, rescatar pequeños animales de la calle y salvarlos, era un modo muy propio de olvidar el horror de sus vidas como infantes. Ningún ser vivo merecía sufrir una muerte tan dolorosa e inhumana como hambruna o frío, en medio de un callejón donde nadie les recordaría.

El más bajo giró su total atención hasta su pareja, alto, delgado y gallardo. El plomo de esos ojos tan redondos encontraron el ambarino-violáceo de los ocelos ajenos, las falanges que no sostenían la taza, pasaron aquel mechón más largo de cabello claro detrás de su oreja. Un gesto suave, íntimo, por demás de cálido.

"Estoy en casa, Atsushi" El suave timbre de aquella voz contrastaba abismalmente con la personalidad agresiva e iracunda del mafioso. Era un tono que solo usaba con un número muy selecto de personas, aquellas a las cuales amaba sin condición alguna.

Atsushi ensanchó una sonrisa, inclinándose con dirección al mayor hasta depositar un sutil beso en su mentón y apoyar la mejilla en su hombro. "Bienvenido, Ryuu."

Shin Soukoku WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora