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Me paro frente a Matt.
El me mira como si no entendiera el porque de mis lágrimas.
Me paro un segundo y lo abrazo sin mirarlo.
Pero ¿Quien puede culparme?
Confié y el me vendió.
Matt me consuela y me dice que todo va a ir bien.
Pero esta vez no confío.
No confío hasta que veo sus ojos del color de agua y me tranquilizo.
No debí confiar en esos ojos que ya no me parecen del color de la hierba.
Si no del ácido corrosivo.
Destruye todo aquello que toca.
Destruye todo aquello que ose tocarlo.
Y supongo que es verdad.
Matt me saca una sonrisa haciendo la mueca que tanta gracia me hace.

No es la primera, ni la última vez que Matt sana una herida de mi quebrantado corazón

Mi último veranoWhere stories live. Discover now