Capítulo 2

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— Y es en estos momentos en donde más debemos encomendarnos a Dios y acudir a la fe, a la oración. Dios nos dará la clave para comprender esta terrible tragedia, aunque sé que nada nunca podrá hacernos entender por qué estos veinte muchachos que ayer caminaban felices por los pasillos de esta escuela, hoy yacen bajo tierra. Amigos míos, esta es una prueba de fidelidad para nosotros y estoy orando a Dios por cada uno de ustedes para que les de la fortaleza suficiente para sobreponerse a esta tragedia.

Un murmullo generalizado se hizo escuchar cuando el hombre de sotana terminó su discurso. Había flores por todas partes y un mural con fotografías de los veinte chicos que habían perdido la vida hace ya casi dos semanas. Todo el mundo seguía en estado de shock, ¿pero como no estarlo?

— Lo dice como hubieran muerto en un accidente —bufó una chica—, pero no fue así. No es algo que haya sucedido por que sí. Alguien los mató, eran chicos de esta misma escuela y... demonios, no puedo comprender cómo pasan estas cosas.

— ¿Cómo está tu mamá? —su amiga le preguntó. Se habían quedado rezagadas en el pasillo mientras todos los demás caminaban rumbo a la salida.

La chica se encogió de hombros.

— Volvió a beber... —Suspiró— Y ni siquiera puedo culparla, ¿sabes? Mi hermano murió y ni siquiera pudimos usar un ataúd abierto porque le dispararon en la cara. Es... no puedo creer que esto haya sucedido. Mi hermano era la persona más genial que alguna vez conocí.

— Sé cómo es eso... —un chico de unos doce años, con el cabello rubio y anteojos de pasta gruesa se detuvo ante ellas. Las muchachas intercambiaron una mirada de asombro.

— ¿Quién eres?

— Es el hermanito de Gerard —respondió su amiga, el niño asintió— Mikey, ¿no es así?

— Es Michael —respondió él—. Solo Gee me decía Mikey.

— Oh, lo lamento.

— Yo también lo lamento... —Murmuró él, dedicándole una mueca que pretendía ser una sonrisa antes de seguir su camino, con la mirada fija en las baldosas del suelo y un caminar lento y cansado.

Había sido un suceso horrible que cambiaría para siempre la vida de aquellos jóvenes. Y eso no podía evitarse ni con un mes completo de oración.

— En memoria de Amy, Christopher, Beth, Oscar, Patrick, Emily... ¿En qué parte estoy yo? —Sus ojos siguieron avanzando por la lista de nombres hasta casi llegar al final— ¿En serio tenían que usar esa foto?

Intercambió largas miradas con su yo de la fotografía, era de aquella fiesta del año anterior, en donde por una apuesta se había tinturado el cabello de rojo y se había puesto una camisa de hockey porque, vamos, ¿por qué no? Y demonios, lucía terrible. No era una fotografía para conmemorar a un muerto.

Tomó asiento en el suelo, frente a una fotografía enorme de su generación. Había muchos rostros ahí, muchas personas diferentes entre él, Lindsey y sus amigos. Y de todos ellos, ¿Quiénes habían sido los asesinos? Se tomó el tiempo suficiente como para estudiar cada uno de los rostros, pero para cuando terminó dedujo que quizás el asesino no estaba ahí, porque ninguno de ellos tenía cara de estar planeando hacer algo así. Esa no es una decisión que se toma de un día para otro, pensó, no puedes levantarte un día y decir "Hey, voy a matar a todo el mundo en la escuela" Aunque, de nuevo, él no era tan brillante como todos creían. Quizás los asesinos sí estaban en la foto, quizás él sí los conocía. Quizás habían compartido una cerveza o les había dado las respuestas de algún examen. Eran adolescentes tal y como él... aunque en lugar de estar muertos, ahora seguramente estaban en la cárcel.

Y él estaba encerrado ahí.

Cerró sus ojos y volvió a aquél momento. El reloj avanzaba lento, el pie de Ray marcaba un paso que le hacía perder los nervios, Bob tamborileaba su lápiz sobre la mesa y cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Lindsey, esta sonreía. Dejó ir un suspiro y de pronto todo estaba sucediendo nuevamente. Gritos y personas ocultándose, los asesinos irrumpiendo en la sala de clases y comenzando a disparar. Se miraba a sí mismo desde arriba cuando su cuerpo cayó, pudo ver como la sangre comenzaba a fluir, pudo ver a Lindsey llorar sobre él, pudo ver aquel charco de sangre que se formaba en torno a su cuerpo... pero no pudo ver quién le había arrebatado la vida.

Quizás nunca lo sabría.

Desde aquel mismo lugar privilegiado vio como sus compañeros de clase eran llevados afuera, a Lindsey le administraron alguna clase de droga porque no dejaba de temblar y para cuando la llevaron al exterior, iba tan dócil como un cachorro. Sus compañeros de clase fueron reemplazados por policías, detectives y paramédicos. No quedaba nadie con vida. Y pronto comenzaron a meter los cuerpos en esas gruesas bolsas negras. Contó nueve, el suyo incluido.

Y luego limpiaron la sangre, luego todo rastro de lo que sucedió fue borrado. Y después de aquel fin de semana todo volvió a la normalidad. Pero ya nada era como antes. Gerard dudaba que sus amigos hubiesen llevado a cabo la fiesta que tenían planeada, Ray y Bob no dijeron nada durante todo el día y el asiento de Lindsey se mantuvo vacío. Aun en el presente, después de casi dos semanas de eso... el asiento de Lindsey seguía estando vacío.

Abandonó el auditorio y se aventuró a pasear por los pasillos, quedaba muy poca gente ahí y había varios rostros familiares más ninguno que llamara realmente su atención. Siempre se preguntó cómo sería ser invisible al ojo humano, pero ahora que lo era... no le resultaba tan divertido como creía. O quizás era porque su invisibilidad se debía a que estaba muerto y no a un súper poder.

— Me da tanta lástima —escuchó a una muchacha decir, sus ojos verdes miraban una infantil silueta que se abría paso rumbo a la salida—, quedó completamente solo ahora, ¿sabes? Gee era más que su hermano, era su figura paterna y también era su mejor amigo.

— No puedo creer que Gerard esté muerto —su amiga respondió—, siento su muerte casi tanto como la de mi hermano. Es... ¿sabías que él tenía una beca para irse a estudiar a New York? Su futuro iba a ser brillante.

— ¿Has sabido algo de Lindsey?

La rubia suspiró.

— No ha dicho una palabra y no ha comido nada... su madre está muy preocupada, le comentó a mamá que si la situación no cambia tendrá que internarla en una institución psiquiátrica. Por su propio bien.

— No puedo creerlo —la chica sacudió la cabeza—, Lindsey es la chica más asombrosa que conozco y... demonios, esto es una pesadilla.

— Lo es.

Gerard siguió sus pasos a través del pasillo, quería seguir escuchando la conversación de las chicas. Compartía un par de clases con ambas pero solo intercambiaban sonrisas, si bien se conocían desde quinto o sexto grado, dudaba haber hablado realmente con ellas alguna vez. Y aun así ellas hablaban como si lo conocieran de verdad. De todos modos, eran las noticias con respecto a Lindsey lo que lo motivaban a escuchar más. Estaba preocupado.

La voz de las chicas fue apartándose hasta que se convirtió solo en un murmullo, él siguió avanzando pero era como si hubiera una pared de cristal frente a las puertas. Por más que lo intentara no podía salir de esa maldita escuela.

Se había convertido en su tumba.

can you see me? ・ frerardWhere stories live. Discover now