Capitulo I - Despertar

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Unas voces me habían despertado de mi profundo sueño.

El rostro me dolía, mi suave cama ahora era una sólida capa de madera...

«¿Otra vez me caí de la cama?»

...pero cuando palpé el rústico y astillado piso, abrí los ojos de par en par, para luego darme cuenta que no estaba en mi habitación, sino, en un lugar completamente diferente.

Con mis antebrazos tomé impulso para ponerme de pie. Todo estaba muy oscuro, y lo único que brindaba algo de luz era la luz lunar que se colaba con dificultad por la dañada y abarrotada ventana de la habitación.

Un fétido y leve aroma a fruta podrida inundó de repente el cuarto, dandole un aspecto más tétrico a la situación, y mientras más mi vista se adaptaba a la oscuridad, más el miedo dominaba mi mente y me exigía entender como llegué allí.

Mientras que la habitación era pequeña, el papel tapiz era de un rosa claro con detalles en rosa un poco más oscuro. Dentro sólo había un viejo armario, unos dibujos infantiles tirados por doquier y una pequeña cama, o lo que quedaba de ella, y encima de ésta, un polvoriento peluche de conejo algo rasgado y cubierto de alguna especie de costra rojiza.

«Siento que ya estuve aqui antes...»

En mi intento por recordar, uno de los dibujos se movió con un leve viento y se quedó a mis pies. Me agaché y tomé la hoja amarillenta con ambas manos. En el dibujo, había una pequeña niña con una figura negra detrás de ella que intentaba atraparla con unos enormes brazos, y de título tenia: «MIEDO».

«Bueno, esto definitivamente da miedo a cualquiera —sopesé, y volví a dejar el dibujo dónde lo encontré—. Tal vez debería irme ya de aquí.»

De repente, el grito de una mujer se escuchó con fuerza detrás de la puerta acompañado de una voz masculina que gritaba con evidente odio.

—¡¿Te gusta?! ¡Muere! ¡Muere! ¡Maldita perra!

Me exalté de inmediato, mi respiración empezó a agitarse, mientras que mis manos taparon mi boca en un intento de ocultar los sonidos involuntarios que salían de ella. Empecé a retroceder, mientras que el hombre al parecer había terminado su trabajo por el silencio que cubrió todo el lugar. Sus pasos se empezaron a escuchar de nuevo, pero esta vez, más cerca de la habitación.

Por alguna razón miré el armario como mi único escondite, corrí hasta él y me metí dentro para ocultarme de aquel asesino, que al parecer, ahora venía por su siguiente víctima.

«¡¿Yo?!»

Los pasos cada vez se escuchaban más cerca, unos pasos lentos y pesados que hacían rechinar la madera con cada pisada. Mi corazón empezó a acelerarse más y más rápido, al punto de pensar, que si no me calmaba saldría disparado de mi pecho. De repente, los pasos habían cesado dejando un silencio sepulcral, segundos después, la puerta se abrió rompiendo el silencio en pedazos.

Miré por la rendija, sólo lograba ver una silueta negra que entraba y se paraba justo enfrente del armario. Esa cosa torcía su cuello de forma errática a todas direcciones tronandolo con cada movimiento, mientras que el resto de su cuerpo permanecía quieto como estatua. Después, empezó a caminar hacia la cama dándome la espalda, y con una voz glitcheada como si de una grabación se tratara dijo.

—Sé taMbién doNde te esConDes, mI duLce JiLl, deSde aQuí escUcho tUs latiDos.

Su cabeza se giró hacia el armario, segundos después, todo su cuerpo, y con risas diferentes que parecían grabadas en un cassette antiguo, empezó a caminar hacia allí. Mis ojos se abrieron de par en par, mientras que largos hilos de agua salada empezaban a salir de allí sin problema alguno. Mis manos automáticamente se apretaron más a mi boca y nariz, haciendo que mi respiración se contuviera. La figura mientras tanto tomaba la perilla de la puerta y empezaba a girarla con lentitud como si lo disfrutase.

Recuerdos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora