Derek era especial, con un pasado tormentoso y un presente abrumador. Era como era, extraño y casado con su trabajo. Un cara de mierda, y con barba parecida a vello púbico cuando se la dejaba por más de una semana. Eso le inquietaba.

Pero aquella tarde se le veía algo contento —cómo no—, si en la mañana habían abierto un cadáver a su placer (o más bien para el placer de Spencer, el novio que no sabía que era su novio) ún así, Aaron notaba algo diferente, la manera en cómo caminaba, tal vez, o en cómo había entrado a su oficina con una radiante sonrisa en los labios. Algo pasaba, algo tenía, y si Morgan sonreía; era porque algo sangriento y macabro había atacado. De nuevo.

—Toma, pastelito. Tu novio te envía cartitas de nuevo. —Derek tiró la hoja de papel doblada sobre el desordenado escritorio de Aaron y dejó que éste, con el ceño fruncido, la tomara entre sus largos y profesionales dedos, bufando ante el hecho de que había extendido la mano para nada—. A puesto y te invita a comer.

—Silencio.

Derek volvió a sonreír, dejando que sus labios se estirasen levemente. Tomó el respaldo de la silla que se encontraba en frente del escritorio y le dio media vuelta con un ágil movimiento para luego sentarse de piernas abiertas sobre ella. Miró, sin dejar de sonreír, cómo su compañero notaba que la carta ya había sido desplegada, y posó sus codos sobre el borde del respaldo de la silla.

Ladeó la cabeza encogiéndose de hombros.

—La abrí. —Informó.

—Lo sé. —Murmuró Hotch.

Asintió, Aaron era peculiar a veces; justo como en ese momento donde en el ambiente climatizado de la oficina; una delgada gota de sudor le resbalaba por la frente. ¿Había estado sospechando lo que tal vez podría estar escrito en aquella carta? No lo sabía, pero le encantaba la manera en que su compañero tomaba entre sus dedos la hoja de papel y la trataba como si fuese una bomba de tiempo.

Bueno, era algo así. Pero no para exajerar.
Sí, había leído el interior de la carta, y le había importado un coño. Pero la manera en que Hotch leía el interior de ésta era digna de presenciar. Sus oscuros ojos pasaban de línea en línea, con la cabeza semi ladeada y la nariz casi pegada al escrito. Derek notó en silencio cómo la curva de sus labios se ladeaba en disgusto y en cómo la punta de su rosada lengua lamía el inferior con nerviosismo.

Los cabellos de su compañero eran un verdadero desastre oscuro aquel día, se le paraban en puntas semi ondeadas como si hubiera estado todo un día haciendo gestos rockeros con la cabeza. Y sus ojeras, dios esas ojeras. A veces a Derek le daba algo de lástima, pues el pobre no parecía poder dormir desde que su asesino favorito había empezado a dejar rastros, pistas e indirectas hacia él.

Hotch entonces subió la mirada de golpe, desorbitada y brillante. Morgan notó un leve sonrojo en su rostro; vergüenza tal vez, pero estaba seguro de que era por otra cosa.

—Dice que quiere verme. —Soltó en apenas un murmullo, observando las facciones de su compañero con detenimiento. Si Morgan ya había leído la carta, pues ya se hacía una idea de lo que quería.

—Lo sé. La...

—... Leíste.

Derek asintió. Aaron le miraba cansado, había bajado la hoja sobre su escritorio y Morgan notó cómo le temblaban los dedos —tal vez de furia— a su amigo.

HotchWhere stories live. Discover now