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Se detuvo en cuanto las sirenas policiacas comenzaron a sonar frente a él; tenían acordonada el área y era casi imposible pasar. Miles de reporteros anunciaban en vivo los acontecimientos, cada uno hablando más rápido que el anterior.

Bajó de su carro y zigzagueó entre las personas, evitando ser visto por los policías y entrar al área para sacar a Mariana de ese lugar que ahora parecía manicomio; esa gente enferma que ha salido en la televisión le daba mala espina.

Finalmente y por azares del destino, logró burlar la seguridad improvisada del lugar y adentrarse en la zona donde los civiles no podían entrar. Una camioneta negra avanza rápidamente y se estaciona frente al café; varios policías protegen el vehículo mientras otras personas armadas hasta los dientes bajan de él, sacando una enorme caja de la cajuela; al parecer era pesada. Más policías pasaron al lado de Javier, ignorándolo por completo. ¿Qué estaba pasando?

Javier se acercó lo más que se atrevió a aquella reunión de gente armada; le sorprendió no haber visto a ningún infectado aún.

—Trae a todos los civiles de la zona para inspeccionarlos—gruñó el que parecía al mando a un policía—. Es de suma importancia esta tarea.

—Prevenir para el vivir—contestó el policía saludando seriamente mientras daba media vuelta y corría dentro de la cafetería; al parecer ahí tenían a todos los civiles.

—Ya saben lo que tienen que hacer, soldados—volvió a gruñir el jefe. Los demás a su alrededor saludaron de la misma manera y gritaron a coro "prevenir para el vivir" antes de tomar sus armas y ponerse a la defensiva.

El chico continuó su camino hacia la entrada trasera del café, preguntándose dónde estaban los dichosos infectados en la zona, aunque también agradecía el no haberlos visto aún. Un ruido a su derecha lo hace voltear rápidamente: una cafetera yace rota en el suelo y un policía se sujeta el brazo con mueca de dolor.

—¡Maldita sea!—exclamó el policía sosteniéndose su extremidad—¡Está caliente!

Mariana sonríe victoriosa apareciendo en la entrada; Javier no pudo evitar sentirse aliviado mientras se acercaba a ella, olvidando que debería sacarla de ahí en cuanto antes.

—¿Javier?—preguntó emocionada en cuando me vio—Pensé que no ibas a venir. Algo malo está pasando aquí y...—Señaló una pared de metal que antes no estaba ahí—Encerraron a las personas que llegaron. No se veían malas, pero caminaban extraño y olían a podrido. Debe ser otra de esas sectas hippies hablando del fin de los tiempos, ¿no crees?

—Ven, nos vamos—la sujetó de la mano y comenzó a guiarla a la salida hasta que un par de policías les impidieron el paso.

—Todos los civiles que se encuentran en el área deben ser revisados—dijo uno de ellos arreándolos hacia la camioneta donde el policía en jefe los esperaba con un artefacto extraño.

En cuanto Javier hizo contacto con aquel policía, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Aquel hombre de aspecto arrogante y creído adornado con un semblante serio lo hacía ver mayor de lo que realmente era; las arrugas en su rectangular frente demostraban que tendía a enojarse seguido y los indicios de cabellos plateados en su oscura melena señalaban que llevaba tiempo sirviendo al gobierno. Sus ojos grises sobre pronunciadas ojeras lo miraron con desprecio al verlos llegar. Pero a pesar de su aspecto serio y rudo, había algo en él que a Javier no le gustaba.

—Señor, le traemos a dos civiles más—anunció uno de los policías en cuanto llegaron a la camioneta.

—Espero que valgan la pena—murmuró con aburrimiento pasando un artefacto metálico frente a Mariana con un rápido movimiento de manos. Checó los resultados en la pantalla que contenía este y alzó las cejas con sorpresa—. Vaya, quién lo diría.

Y con un movimiento rápido de su cabeza, la chica comenzó a ser dirigida dentro de la camioneta. Javier salió de su estado pensativo y tomó la mano de Mariana para evitar que se la llevaran; ignoró que aquel señor lo había revisado de la misma manera con aquel artefacto metálico.

—¿A dónde creen que se la llevan?—espetó Javier aprovechando que Mariana logró zafarse  de aquellos hombres y regresaba con su novio.

—A un lugar seguro. Ella, por más extraño que suene, es el futuro de nuestra sociedad—explicó con calma como si a le estuviera hablando a un niño de cinco años—. La necesitamos para asegurar nuestra vida.

—Hablan como si se estuviera acabando el mundo—irrumpió Mariana—. Exigimos una explicación lógica de lo que está pasando.

—No eres quién para darme órdenes y no pienso responder tus preguntas. Tú eres la que nos sirve y el chico con el que vienes no es nada para nosotros—bufó aquel hombre—. Déjalo ahora y vente con nosotros a un lugar seguro mientras puedas. Es una oportunidad de por vida.

Javier estaba a punto de dar una pelea al lado de Mariana para que no los separaran cuando un estrepitoso estruendo metálico sonó a su lado; la cárcel improvisada había cedido y una multitud de personas salieron de ahí como pudieron, algunas incluso aplastaron a los policías que resguardaban la entrada.

—¡Mi cabeza!—gimió uno de ellos sujetándose con fuerza, la sangre brotaba de sus ojos.

—Esto no es bueno. ¡Pelotón!—exclamó el jefe con fuerza y desesperación—¡Retirada! ¡No olviden a la chica!

Mariana tomó a Javier de la mano y comenzó a correr hacia la salida, seguida de un par de policías que milagrosamente fueron detenidos por esas personas que caminaban dolorosamente, sus voces frenéticas pedían ayuda para un problema que ni ellos mismos podían mencionar.

Zigzaguearon entre los reporteros que comenzaban a narrar la huida de los enfermos hasta que llegaron sanos y salvos al auto de Javier, jadeando y empapados de sudor.

—Gracias por venir por mí—susurró Mariana después de que Javier hubiera prendido el auto y se dirigiera a su hogar—. Si me hubieras dejado, yo—suspiró—estaría con ese gruñón señor cara cuadrada.

Antes de que Javier pudiera contestarle, su teléfono irrumpió el ambiente. Mariana contestó por su novio, quien se encontraba al volante.

—¿Hola? No, habla Mariana—pausa—¿Que si he visto las noticias? ¡Estuve en ellas!—Mariana hizo otra pausa—¿Ahora? Yo... claro, claro. Yo le digo. Hasta luego.

—¿Quién era?—preguntó Javier en cuanto la chica colgó el teléfono.

—Tu jefe. Dice que quiere verte. Y que es urgente.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2017 ⏰

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