—No son tantos regalos como pensaba— dijo Viktor revisando dentro de las bolsas.

—No le daré regalos a todos, los soplones están excluidos, así como los criminales. — explicó Frederick.

Viktor decidió ser él, el responsable de plantar la distracción, caminó hasta el comedor destinado para los oficiales de la SS, dentro estaban la mayoría de sus compañeros; algunos comían, otros jugaban cartas.

—Feliz navidad, muchachos.— dijo Viktor entrando por la puerta. Todos se levantaron de su asiento de un brinco.

—¡Heil Hitler!— Saludaron todos al mismo tiempo.

—¡Heil Hitler!— Respondió Viktor a regañadientes.

Caminó por entre los oficiales, se fijó que faltaban unos cinco soldados de la guardia en turno. Llamó al oficial Kalman;

—Corra por sus compañeros, necesito a todos juntos para darles su regalo de navidad.

El joven oficial, salió corriendo del lugar, los demás se voltearon a ver con expresión de alegría, era raro que el Standartenführer fuera amable con ellos, pensaron que por ser navidad, se sentía más feliz que otro día.

Los soldados restantes aparecieron con una sonrisa en el rostro, volvió a contarlos; todos estaban ahí.

—Señor, ¿necesita que llame al Standartenführer Koch?

—No, el Standartenführer Koch, está montando guardia, nuestro regalo para ustedes está dividido en dos— sacó de su maletín cinco botellas de whisky escoses, todos las vieron con ojos brillantes— este es uno de ellos, el otro es que nosotros montaremos guardia hoy, y ustedes podrán quedarse aquí a disfrutar; no pueden irse a su casa por obvias razones, pero pueden estar aquí, y si los necesitamos espero que respondan con prontitud.— les dijo con una sonrisa, pero con una tono de amenaza en la voz.

Viktor corría rumbo al despacho de Frederick una hora después; había dejado a los oficiales en un estado de ebriedad preocupante.

—Listo, ya no se darán cuenta de nada aunque salieran a husmear.

Salieron los dos juntos cargando las bolsas, la primera barraca elegida, fue una de mujeres, muchas de ellas ya estaban dormidas, las que aún no sucumbían al cansancio abrieron los ojos con pánico al ver entrar a los Standartenführer. Algunas cubrían su cuerpo con la corta manta que tenían; muchos oficiales se escurrían en las noches y abusaban de ellas, por eso muchas se escondían en donde podían.

—¡Formen dos filas!— Ordenó Frederick. Todas cumplieron la orden, temblando de pies a cabeza, mientras Frederick vigilaba la formación, Viktor las observaba, tratando de identificar a alguna soplona, o alguna elegida a no recibir obsequio.

El joven vio el miedo en los ojos de todas esas mujeres, el corazón se le encogió, sabía que aunque les diera el presente que había elegido, no podía cambiar su actitud con ellas, no podría darse el privilegio de que se descubriera sus verdaderos sentires.

—¡Feliz navidad!— le dijo a la primera mujer, una joven de unos treinta años, — cuida este pequeño presente que con todo amor de mi corazón les doy, sé que ustedes no festejan la navidad, pero solo es un pequeño detalle.— le extendió un pequeño estuche de terciopelo; la mirada de incredulidad de la joven hizo sonreír a Frederick.

Dos horas después el último niño esperaba con una sonrisa su regalo, Frederick sacó de la bolsa un pequeño carrito de madera, y se lo extendió; El pequeño lo tomó con tanta energía que hizo que el corazón de Frederick brincara de felicidad.

El niño corrió para poder jugar con los demás niños, cuando el joven salía de la barraca el pequeño niño lo alcanzó.

—Feliz navidad, señor

Le extendió un pedazo de pan duro, que seguramente el niño estaba guardando para no pasar tanta hambre.

—Feliz navidad, pequeño— Tomó el pan y se lo echó en el bolsillo; Salió destilando felicidad.



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Los corazones de AlemaniaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt