Rosas sin espinas [Day 2: Aqua Blue]

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La mañana ya se bañaba del amarillo de los fuertes rayos del astro rey, acompañando los mismos estaban las avecillas que cantaban despreocupadas en el alambrado de luz de la ciudad, el cielo era del azul más claro que había visto en toda su vida.

Atsushi, recorría las calles con tranquilidad como todas las mañanas, como era ya su rutina. Despertaba y ayudaba con el desayuno a Kyouka, limpiaban un poco de aquí y allá, al igual que de paso a la agencia visitaban a Lucy en su trabajo donde se le veía feliz, completamente liberada de sus ataduras del pasado.

Felicidad, una emoción que sonaba por demás de descabellada para su persona y la gente que él más atesoraba. Pero desde que todo conflicto entre la Agencia de Detectives y la Mafia del puerto se había detenido, realizando una alianza por demás de fuerte, las cosas habían comenzado a cambiar en Yokohama y por consecuencia, en sus vidas.

Lo radiante de su felicidad debió haber llamado la atención de Kyouka, la cual le dedicó una mirada de soslayo curiosa, Atsushi simplemente respondió a lo mismo con una palmadita en su cabeza, asegurándole silenciosamente que todo estaba en orden.

"¿Estas lista para comenzar el día, Kyouka-chan? No olvides hacer tu reporte de misión, si tienes problemas puedes venir a mi escritorio en cualquier momento."

Las palabras afables y suaves abandonaron los labios del de hebras claras, recibiendo un asentimiento por parte de la menor antes de prácticamente perderla de vista cuando ésta se dirigía a su zona de trabajo, optando él por hacer exactamente lo mismo.

Todo parecía perfectamente normal en su ya rutinario día, el inmenso papeleo en su escritorio y el contiguo -Dazai-san, muchas gracias por hacer nada-, los rayos del sol calentando ligeramente la habitación al colarse por las ventanas y una ligera brisa meneaba las cortinas y los pétalos de rosas, pétalos bañados en un ligero rocío.

Rosas azules

Sin darle demasiado preámbulo a analizar la escena alienígena frente a él, rodeó el escritorio hasta sentarse en su silla y prácticamente vibrar de gusto y felicidad, sus ocelos color ocaso destellaban como las estrellas en la noche más oscura. Su corazón palpitaba desbocado en el centro de su cuerpo, como si amenazara con salirse de su pecho en cualquier segundo, en sus oídos no existía sonido más que el de su sangre corriendo con fuerza y en su mente, un solo nombre latente.

Nadie nunca le había regalado flores, no debía realmente analizar demasiado quien era el remitente.

Una docena de preciosas rosas de color azul estaban colocadas en un jarrón, donde el agua cristalina las mantenía con elegantes y misteriosas, llenas de gracia y belleza. No había una tarjeta, pero no había necesidad de una, no cuando él sabía que fecha era y porque estaban ahí.

Había sido ya hace meses, quizá incluso ya era un año desde la primera vez en que ambos fueron sinceros con sus sentimientos. Un año había pasado desde que frente al puerto, donde el agua más clara del mundo se mecía al son de la brisa, donde el cielo más extenso y brillante fue testigo de la primera y más especial muestra de afecto entre ellos, un beso casto y puro. Perfecto.

Akutagawa aún seguía siendo una persona difícil de comprender, por demás de intenso y aún seguían peleando por pequeñas estupideces que tendrían arreglo si los dos dejaran de ser tan testarudos. Sin embargo, las discrepancias entre ellos no mermaban el cariño sincero e incondicional del mafioso, que con pequeños detalles que probablemente le incomodarían darlos de frente, le demostraban al de hebras claras que aquello era real. Ambos se habían salvado de la oscuridad y le habían dado otro motivo a sus vidas para continuar hacia adelante, sin mirar nunca más al pasado.

"¡Vaya, vaya! ¡Atsushi-kun, parece que tienes un admirador secreto!~ ¿De quién podremos estar hablando?"

La cantarina voz de Dazai rompió su ligera ensoñación, mientras este golpeteaba el índice en sus labios como si no supiese de qué iba la situación, Dazai siempre lo sabía todo.

Atsushi ahora descansaba su mejilla sobre ambos antebrazos cruzados debajo de la misma, apoyados en la superficie de madera que formaba su escritorio. La sonrisa en sus labios, probablemente no abandonaría ese lugar en todo el día, en toda la semana.

"Son preciosas, ¿no lo cree, Dazai-san?"

Cuestionó, ganándose una sonrisa mucho más relajada y sincera por parte del suicida número uno de Japón. Sus hombros cayeron ligeramente, como si la escena frente a él fuese muy gratificante de ver y admirar, sus dos pupilos eran ciertamente felices, tal cual él lo había predicho desde antes.

"Lo son." Respondió, moviéndose hasta su propio escritorio. "Rosas sin espinas, ¿huh?"

Rosas sin espinas, donde triunfa el amor sobre todas las dificultades.

Atsushi se rio, recuperando la postura para comenzar a trabajar, no sin antes acariciar entre sus dedos la fragilidad de un pétalo, volviendo a sentir la calidez propagándose como pólvora en su cuerpo.

"Efectivamente, rosas sin espinas."

Shin Soukoku WeekWhere stories live. Discover now