Parte 2

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Los bailarines regresaron a El Cocinero Pirata, pero lo más importante fue que Sebastián cumplió su promesa de volver. Casi siempre se las arreglaba para charlar un par de minutos a solas con Lina, ya fuera que hubiese llegado solo o con sus compañeros de trabajo. Ella había comenzado a esperarlo cada día, mirando hacia la puerta constantemente a la hora en que él solía aparecerse. Laura le preguntaba entonces, medio en broma, si estaba practicando para girar la cabeza ciento ochenta grados, como las lechuzas.

Lina no podía evitarlo. Sebastián le gustaba mucho, y no sólo porque fuera tan guapo; él se comportaba como un caballero, a menudo la ayudaba con las bandejas, le contaba anécdotas divertidas del ballet, y una vez hasta le había traído una rosa de las que crecían en un parque cercano. Aquello parecía ir en serio, aunque por el momento no hubiera pasado de un coqueteo preliminar. Tarde o temprano tendría que pedirle una cita, pensaba ella. Diablos, como mínimo ya era hora de que la tocara, porque apenas le había rozado las manos un par de veces. Estaba bien que la respetara, pero no tanto.

Una noche, casi a finales de octubre, el grupo entero de bailarines se juntó en el restaurante para celebrar el cumpleaños de una de las chicas. Le habían pedido a Lina que diseñara el pastel, y la muchacha, poniendo todo su empeño, dibujó unas zapatillas de color rosa sobre un fondo de chocolate. Las velas también eran de color rosa, cada una en el centro de su respectiva flor de merengue. A Lina casi le dio pena cuando llegó la hora de cortar su obra de arte, pero al mismo tiempo sintió una gran satisfacción al escuchar las exclamaciones de placer de los comensales. Daniel exageró un poco, sin embargo.

—Por el amor del cielo, ¡esto es delicioso! —El joven se levantó para arrodillarse frente a Lina—. Te amo. Cásate conmigo y aliméntame por el resto de mi vida.

Viendo que Sebastián la estaba mirando, ella trató de no reír.

—Qué histriónico —le dijo a Dani—. Vuelve a tu silla. Y no comas demasiado pastel, o te crecerá la barriga y no podrás despegar del suelo cuando bailes.

—Al diablo las calorías huecas, ya he vuelto al gimnasio. Pronto estaré haciendo jetés como si nunca me hubiera roto el pie. Deberías ir a verme, quedarás deslumbrada.

—Qué modesto.

—Soy grandioso, linda. No es vanidad, es un hecho.

Lluvia de servilletas. Esta vez Lina sí se rió, pero luego dijo:

—Chicos, busquen otra forma de reprender a este payaso, que luego soy yo quien tiene que barrer el piso.

—De acuerdo.

—Perdón.

—¿Y si te aumentamos la propina?

—¡Ah, eso me sirve! —replicó Lina.

—Envidia, es pura envidia —dijo Daniel con un tono falsamente pomposo. Su amiga Tatiana le palmeó un hombro a modo de consuelo.

Hacia el final de la celebración, Sebastián se acercó a Lina mientras ella limpiaba otra de las mesas. Parecía algo nervioso.

—Oye... ¿tienes algo planeado para la próxima Noche de Brujas? —le preguntó a la chica.

—Trabajo, nada más.

—Oh. —Sebastián pasó de nervioso a decepcionado.

—¿Por qué, tenías una idea mejor?

—Es que... habrá una fiesta de disfraces en el parque. Quería pedirte que vinieras conmigo.

—¿De verdad? —Lina sintió que algo le revoloteaba en el estómago—. Bueno... seguro que mi padre no se enfadará si cambio de turno con el mesero nuevo. Total, el muchacho es algo así como religioso y no le gustan "las tradiciones paganas al servicio del capitalismo". —Lina hizo las comillas con los dedos, imitando el tono de voz condenatorio del mesero en cuestión. Sebastián se rió—. ¿Alguna idea para los disfraces?

—No sé... eh... ¿has visto el ballet El lago de los cisnes?

—En realidad no, pero... supongo que podría buscarlo en YouTube. ¿Por qué?

—Podría ser divertido ir como Odette y Siegfried, los protagonistas de la historia.

—¿Tendría que ponerme zapatillas de punta?

—Bueno, no. Bastaría con que fueras de blanco. Falda de tul, algunas plumas en la cabeza, tal vez una...

—Espera, espera, será mejor que mire el ballet primero. Así entenderé de qué estás hablando, ¿de acuerdo?

Sebastián sonrió.

—Sí, de acuerdo. Perfecto. ¿Te espero a las ocho junto a la glorieta?

—A las ocho está bien.

Los compañeros de Sebastián ya se estaban levantando de sus respectivas mesas.

—Tengo que irme —dijo él—. Ahora toca ir a beber y bailar. Somos algo así como una gran familia.

—Me he dado cuenta.

—Nos vemos en la fiesta, entonces. Hasta pronto.

—Hasta pronto.

Lina se despidió sonriendo y agitando una mano. Ambos gestos le salieron bastante normales... lo cual fue un milagro, dado el torbellino de emociones en su interior. ¡Sebastián la había invitado a salir! ¡Incluso había sugerido que se disfrazaran como una pareja! Aquello parecía, de repente, un sueño maravilloso.

Sintiéndose en las nubes, Lina terminó de limpiar las mesas y de barrer el piso. Estaba impaciente por volver a casa y buscar el ballet en YouTube, para hacerse una idea de cómo debería ser su disfraz. Tenía un gran reto por delante, dado que todas las compañeras de Sebastián eran bellas y agraciadas, y seguro que lucían aún más fantásticas cuando bailaban en el teatro.

Encontraría la forma de superarlas, pensó la muchacha. Se reuniría entonces con su pretendiente en la fiesta de disfraces... y ninguno de los dos olvidaría esa noche.

(Continúa en la Parte 3.)

Gissel Escudero
https://elmundodegissel.blogspot.com/

Beso robadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora