Las fotos de Juan

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Era la época de verano, en medio de la zona urbana. Dentro de un vecindario de la ciudad había un parque, pero no cualquier parque; era el que, de todo el distrito "Las Moras", el más bonito y con más vida. Era como si el páramo campestre de kilómetros de distancia diera la flora y fauna que tanto lo caracterizaban, a un pequeño espacio que con mucho empeño fue creado sobre tierra seca y plantas marchitas. Algunos hasta decían que, del suave viento y las hojas moviéndose, se escuchan las voces de la naturaleza.

Ese bello lugar se hallaba (y continúa) rodeado de casas, y en una de ellas vivía una persona muy peculiar. Su nombre era Juan, un chico que desde pequeño había sentido un gusto por el parque de su infancia, pero no como a todos. Él siempre miró aquel sitio desde un ámbito más científico, una perspectiva que no hacía más que crecer con el paso de los años.

Cada año tomaba varias fotos del paisaje del parque, desde los frágiles caracoles hasta las fuertes palomas; desde las pequeñas hojas hasta los pinos más grandes. No pensaba en revelar las fotos hasta que cumpliera treinta años.

Cuando Juan tenía quince años, se dio cuenta de algo: Un pichón estaba tirado en medio del pasto, evidentemente muerto. "Tal vez no nació saludable", pensó Juan, pero de todas formas le tomó una foto.
A los meses, encontró dos más en el mismo estado, y una pequeña paloma moribunda, al que intentó atender. No era normal que las aves tengan crías en pleno invierno, y menos que las dejasen, como si desearan que perecieran.

Peor fue en primavera, que más parecía verano por el pico de calor; los típicos mosquitos venían en abundancia, bichos entrando en las casas, caracoles yendo por las aceras, los perros sintiendo el terrible calor del piso que les quemaba las patas, árboles marchitándose...

Pero lo que más molestó a Juan fueron los pichones muertos que se hallaban por todos lados; sin embargo, sólo uno de los muchos casos que había observado, pudo llamar su atención de una manera tan fuerte.

"Todos mueren de insolación o hipotermia, ya que no parecen presentar heridas, pero este... este..."

Ante sus ojos, una escena tan terrible y macabra se desenvolvía. Una pequeña paloma estaba boca abajo y llena de sangre; le faltaban varias plumas, al igual que uniones entre sus extremidades.

"Este... ¡Está desmembrado!"

De pronto, por entre los árboles más altos, se hallaba un pajarraco grande y fuerte, de porte imponente y cuya cabeza se movía de un lado a otro. Era un ave de rapiña.

Para su sorpresa, tres de los mismos ejemplares se juntaron con el primero.

Juan cogió la cámara que llevaba en manos y, consumido por la curiosidad, entró a la galería de fotos.

"¡¿Qué está pasando en el parque?!", pensaba él.

Los resultados finales fueron alarmantes: Cada año, el parque parecía marchitarse más, y el número de animales y plantas muertos aumentaba. Juan fue el primero en darse cuenta, y lamentaba no haberlo deducido antes, pues ya era oficial: Aquella porción de naturaleza estaba agonizando.

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Género: MIS terrores. Ficción general.

La naturaleza cae a ritmos alarmantes ¿que el traslado de especies hacia nuevo ecosistema no es malo? No, no lo es, si es que es moderado y con la investigación previa; sino, una especie puede acabar con la biodiversidad de todo un territorio.
Y no hablo solamente de parques; ríos, bosques, los mares... afectados por un fenómeno provocado por el hombre.

(Basado en hechos reales; para suerte de las palomas que residían en el no tan mágico parque de la realidad, este año parece que todo se ha estabilizado).

Relatos de un cuaderno aburridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora