Oye, tú, deberías bajar un momento y despejar mi camino.... Hay tantos nubarrones que no se por donde debería seguir.

Miro al cielo con un poco de reproche ¿Y si el decidió huir de todo esto antes que se pusiera peor? Me acomodo en mi lugar sintiendo mis parpados pesar haciendo que los cierre y abra cada segundo para no quedarme dormida. Hasta que escucho un chillido de unas llantas que rápido captan mi atención, seguido de un alarido muy bajito.

- Roque – El chillido nuevamente – Roque, amigo ¿Dónde te metiste? – mi corazón comienza a palpitar con fuerza, imaginándome lo peor – ¿Roque...? ¡Oh por Dios, Roque!

Salgo corriendo hacia la otra calle cuando vi su cuerpo descansando en el suelo, respira con pesar y emite pequeños aullidos de dolor, observo un poquito de sangre en el piso y ¡Oh no! Tu no por favor. Miro hacia los lados y veo una camioneta negra que se me hace conocida, meneo la cabeza, ya estoy alucinando.

Con manos temblorosas busco mi celular y marco el número de Eduardo, tres pitidos y contestadora, intento de nuevo y obtengo la misma respuesta. Vamos, hermano, no es momento para actuar como un capullo, tanteo mi mirada de Roque a la calle en busca de alguien que pueda salvarnos, una vez más y me mando a buzon, mi respiración se agiliza, nerviosa, cuando veo a Roque respirar más lento con cada segundo que pasa, si lo muevo temo lastimar algún daño que ya tenga.

No me queda más de otra que...

- Papá – Digo ahogando un sollozo

- ¿Annie?

- Papá, tienes que venir a ayudarme

- ¿Qué ocurrió?

- Arrollaron a Roque, papá, no se mueve – Mis lágrimas comienzan a mojar mis mejillas – Tengo miedo, no quiero que se muera

- ¿Dónde estás? – Le doy mi ubicación que por suerte no esta tan lejos de la casa – No te muevas, voy para allá

- Resiste, amigo, no te puedes ir todavía. Estoy segura que te podrás salvar – Se tiene que salvar. Pienso implorando al cielo.

.

.

.

- ¿Qué ocurrió? – Mi papá llega en cuestión de segundos – Hija, calma, vamos a llevarlo antes de que empeore

- ¡No! No lo muevas, papá, le puede pasar algo

- Tranquila ¿sí? Prometo que lo ayudaremos a salir de esta – Me da un beso en mi frente y procede a toma a Roque en su manos.

Como si fuésemos parte de la película rápido y furioso, en cuestión de minutos nos encontrábamos en la veterinaria y entregándole a Roque al doctor que salió a socorrernos. Pidió que nos quedáramos afuera mientras el, junto con algunos ayudantes, se perdían dentro de una sala a la que solo ellos tenían acceso.

Me desparramo en el mueble de recepción, tratando de retener las lágrimas que gritaban por salir, mi papá me toma del brazo hasta pegarme a su pecho y comienza a darme pequeños masajes en mi espalda que me ayudan a tranquilizarme un poco.

Eduardo llego apenas leyó el mensaje de papá, entro como un padre desesperado a punto de perder a su hijo y lo entiendo, Roque estuvo toda una vida con él, tienen una conexión especial, esa que se crea entre amo y perro y que solo pocos logran notar lo especial que es.

- ¿Qué fue lo que le hiciste?

- Eduardo

- Salimos a pasear y le solté la correa por un momento... un auto lo arroyo – Digo bajando la mirada.

Esta soy yoOnde histórias criam vida. Descubra agora