u n o

734 58 9
                                    

La ignorancia podía llegar a ser su segundo nombre. No bromeo; esto es y será la pura verdad hasta que alguien me demuestre lo contrario, lo cual encuentro un tanto imposible, ya que nadie le importa siquiera acercarse a sus penetrantes ojos negros, los cuales podrían derretir tu cerebro. O eso es lo que dicen por los pasillos.

No obstante, al enterarme sobre la personalidad de aquel chico, sentado no al fondo, si no en el medio, entre la multitud, con el ventanal a su costado, no me pareció que fuese a llegar a ser tan cruel como lo describían.

Desde pequeña he aprendido a no juzgar a las personas por simples rumores o apariencia. Sin embargo, había algo extraño en él. Tal vez era porque no saludaba en la mañana, a excepción de los profesores y gente mayor, o tal vez era porque cuando hablaba, su voz parecía provenir de otro mundo, muy distinto al nuestro, y de alguna forma, nos dejaba callados e impresionados acerca de sus palabras.
Los primeros días en esa escuela para mi fueron bastante tranquilos, lo cual me dejaba aliviada en cierto modo. Creí que nadie se tomaría la molestia de hablarme, pero fue todo lo contrario.

Aun así, la presencia de Min Yoongi en el centro del aula cautivaba siempre mis ojos. Era inevitable no quitar mis vista sobre él, sus movimientos, sus dedos, su escritura, la forma en que estaba sentado, el como apoyaba sus manos sobre la silla y se estiraba. Todo y absolutamente todo me atraía. Ojo, no quiero decir que él me gustaba ni nada de eso. Simplemente, su presencia me llamaba la atención. Encontraba algo en él que me provocaba observarlo por minutos. Pero se tornó vergonzoso y humillante cuando mi compañera de asiento preguntó en voz alta por qué observaba tanto a nuestro compañero. Y ahí fue cuando Yoongi clavó sus oscuros ojos sobre mí por primera vez desde que había llegado.

Increíble lo que uno puede hacer con tan solo una mirada, ¿no? Pues desde ese instante, mi obsesión con observarlo se duplicó. Ahora no sólo lo veía en las clases, sino que lo buscaba disimuladamente por todas partes. A donde quiera que fuese junto con mis compañeras, chequeaba el lugar para encontrarlo. Me decepcioné muchísimas veces al no verlo, lo cual no entendía con precisión. ¿Cómo una persona con la que no había cruzado ni una simple palabra podía producir todas emociones completamente nuevas para mi?

Sentía que era una acosadora maleducada que lo único que quería era seguir observándolo por horas. No obstante, mi nube de ensueño fue aplastada por las palabras de mis compañeras.

—Te gusta —me dice una, mirándome con los labios fruncidos, como si ella tuviese la razón.

—No es cierto —me defendí al instante. Me crucé de brazos y miré hacia otro lado. No me gustaba que me dijesen ese tipo de cosas.

—Oh, tienes razón. Lo amas. 

Las demás empezaron a reírse, tapándose sus bocatas con sus pequeñas manos. Ya me estaba empezando a cansarme de aquellas inmaduras chicas. Ellas no entendían ni una simple palabra de lo que yo decía o sentía.

De hecho, no creo que existiese esa persona que pudiese leer mi mente y comprenderla al máximo. Era claramente imposible. Es por eso que empecé a alejarme de aquellas chicas.
Siempre hablaban sobre cosas que no entendía, que no me interesaban. Sus gustos eran completamente diferentes. Mientras que a mi me gustaba hablar sobre música y libros, ellas preferían charlar sobre chicos de la escuela y maquillaje. Nuestra manera de ver la vida era absolutamente distinta. Es por eso que decidí tomar un paso al frente y dejarlas detrás.

Comencé a sentarme sola en la cafetería, con la única compañía de mis auriculares. Lo encontré a esta acción sumamente gratificante, ya que no tenía que platicar con nadie sobre problemas que no me incumbían. Y de esa forma transcurrían los días, hasta que llegué al punto de sentir la soledad como una amiga. Me gustaba contar conmigo misma y no tener que depender de nadie. A pasar las semanas, sentía como una parte de mí empezaba a madurar por sí sola.

No obstante, Min Yoongi seguía mostrándose indiferente hacia todo lo que ocurría alrededor de él. Nada le interesaba. No quería llamar la atención tampoco. Paso a paso, empecé a olvidarme de esa atracción extraña que sentía hacía YoonGi y en un abrir y cerrar de ojos, comencé a convertirme en una persona como él.

Luego de haberlo juzgado por sus actitudes diferentes a las de los demás, me estaba encontrando a mi misma equivocada sobre esos pensamientos. Min YoonGi no era una persona mala, o por lo menos, no lo parecía. Simplemente, quería mantenerse alejado de los conflictos  y todo lo que requería el mínimo esfuerzo.

Sin embargo, hubo una vez en la que él me sorprendió a un nivel tan alto que creía que era un sueño.

Todo transcurrió en una mañana en la escuela. Yo estaba relajada, leyendo un libro en el receso, cuando se acerca una compañera de clase y me pregunta qué estaba haciendo. Me pareció sumamente agradable de su parte hablarme. Así que empezamos a platicar sobre cosas que ocurrían en la clases, como tal tarea o tal profesor, hasta que de la nada, siento un frío húmedo sobre mi espalda. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba ocurriendo, un flash de una cámara cegó mis ojos por unos segundos que parecían el infierno mismo. Se inició entonces una oleada de risas por parte de todos los presentes. No había profesores cerca, lo cual no sabía si me ponía más triste o me aliviaba. Si mis padres se esteraban de aquello, de seguro me cambiarían de escuela nuevamente y lo último que quería era volver a mentir a mis compañeros con mis sonrisas falsas.

Giré mi cabeza hacía atrás, inclinándome para divisar quién me había arrojado ese vaso de agua fría a mi espalda, pero un estornudo me interrumpió a mi misma, provocando de esa forma, otra tanda de risas.

Quería golpear a todos y cada uno de ellos. Sentía un enfurecimiento inexplicable. Aún así, me contuve de ejercer alguna acción que en algún futuro cercano podría estar en mi contra.    Y ahí me quedé, sentada, sin saber qué hacer, con ganas de llorar, pero conteniéndome de hacer algo. Cuando estaba empezando a temblar, oí como alguien hablaba por debajo de las risas. Miré hacia todos lados, hasta que mis ojos se toparon con otros. Los conocía perfectamente. Aquel color negro, repleto de pensamientos no conocidos por nadie.

Min YoonGi me miraba fijamente. Estaba sentado contra la pared del fondo, adelante mío. Los otros alumnos ocultaban su figura, por lo que ladee la cabeza para no apartar mi visión. Sus fríos ojos me miraban sin problema alguno, como si lo hiciera todos los días, como si estuviera acostumbrado. Y de cierta forma, sentía su presencia en mi mente muy familiar. Aunque mi cabeza fue interrumpida por otra sensación fría sobre mi espalda. Sentía cómo las lágrimas se avecinaban y borroneaban mi vista, sin apartar mis ojos de YoonGi. Y al instante en que se originó nuevamente la oleada de risas, él se pone en pie.

—Déjenla. —murmura mirando hacia otro lado. Al ver que nadie le hacía caso, volvió a repetir la misma palabra, agregándole más fuerza. La multitud de alumnos voltearon sus cabezas para visualizar a YoonGi, acercándose cada vez más a mi ubicación. Empujó a varios alumnos y se situó adelante mío, creando de esa forma una especie de mural.

Quise sonreír, ya que me sentía protegida, aunque sea por unos minutos, pero volví a estornudar y estaba empezando a temblar. YoonGi se percató de aquello y señaló a un chico alto que se estaba riendo de mí.

—Tú, el alto. Sí, tú. Dame tú abrigo —le dijo extendiendo su mano hacia él. Él chico lo miró con una sonrisa burlona, la cual desapareció al instante en que YoonGi se acercó más a él, amenazándolo con la mirada. El chico, un poco enojado de la vergüenza, se lo entregó.

Luego de unos segundos, noté cómo el abrigo caía sobre mi cabeza. No pude decir ni una sola palabra y me cubrí la espalda con él.
La multitud aún continuaba allí, acorralándonos.

—¿Qué siguen haciendo aquí? —murmuró con firmeza. Y gracias a esas palabras, los alumnos fueron alejándose poco a poco, hasta que no había nadie en el pasillo.

—Gracias —susurré sin solidez, arropándome con el abrigo. Aún seguía temblando un poco, pero el estornudo se había detenido.

—Sí, lo que sea. 

Antes de voltearse, hizo un gesto con la mano, como diciendo que dejemos lo qué pasó en el pasado. Luego de aquello, se fue distanciando de mí.

No obstante, cuando ya apenas veía su silueta, grité su nombre.

Min YoonGi giró un poco su cabeza, creando así una conexión indescriptible. Nos quedamos de esa forma, mirándonos, hasta que él me dedica una diminuta sonrisa y desaparece del sitio.

Indiferente⇝Min YoonGi {short}Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora