Redención

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                                                                  -I-

Kat  fregaba los platos mecánicamente en la pequeña cocina del apartamento que compartía con su marido. Tenía la vista perdida, y su mente repasaba lo ocurrido minutos antes en el comedor. Había llevado la comida a la mesa y Howie, al probarlo, le lanzó el plato a la cara porque la sopa estaba fría. Le dio en el ojo y le mojó toda la cara, pero no hizo ningún gesto de dolor. Kat ya estaba acostumbrada a ese comportamiento, así que en silencio, tratando de parecer invisible, recogió el plato del suelo y limpió la mesa mientras la sopa le acariciaba el rostro y veía marchar a su marido por la puerta entre gruñidos. Seguramente se dirigía al mugriento bar de la esquina. Howie siempre encontraba cualquier excusa para ir a ese lugar.

Cuando la cocina y el comedor estuvieron limpios, Kat fue a darse una larga ducha. Eso la relajaba y dejó que el agua la envolviera en una sensación de calidez y bienestar. Repasó su vida, lo feliz que fue de niña junto a sus padres, cuando conoció a Howard, siempre intentando hacerla reír, era tan galante… pero con los años esa galantería se transformó en violencia, en insultos y malos tratos. Hacía años que ya no sonreía, y en esos momentos se alegraba de no haber tenido  hijos con él, tenía miedo por ellos. Aunque  ella siempre tenía miedo.

Salió de la ducha y se quedó mirando unos segundos en el espejo. Tenía los ojos tristes y un pequeño moratón se le dibujaba debajo de la ceja derecha, seguramente donde le había dado el borde del plato. Ése tono violáceo hacía que sus ojos se vieran aún más verdes. Recogió su cabello dorado en una pequeña trenza y se vistió rápidamente. Dentro de unas horas vendría Howie, borracho, y exigiría la cena en la mesa, así que empezó a prepararla intentando que fuera perfecta.

                                                                   -II-

Howard llegó borracho como de costumbre, fue a la cocina a coger una cerveza y se sentó en el sofá.

—Espero que la cena esté mejor que la comida, que ya te vale, no sabes ni hacer bien una puta sopa… —La miró mientras Kat ponía el plato de ensalada en el centro de la mesa.

—He hecho chuletas, tu plato favorito… cielo —contestó sin mirarle.

—Bien bien, eso suena cojonudo. —Apuró su cerveza y se sentó para comer.

Kat se sentó en el lado opuesto de la mesa, jugueteando con su comida. Howie la terminó rápidamente y se fue de nuevo al sofá.

—¿Sabes cuál sería la mejor forma de disculparte por la mierda de comida que me has puesto antes? —Miró a Kat para ver si le prestaba atención, ella le miraba—. Que bajes a comprarme una botella de whisky a la tienda. —Puso la tele.

Kat se quedó mirando a su marido. Había cambiado mucho, antes era apuesto, atlético y con una cabellera suave rubia oscura. Ahora había engordado mucho, y el pelo se le había vuelto áspero y blanquecino.

Se levantó lentamente de la mesa, recogió y fue a comprar lo que su marido le había pedido. Su palabra era ley en esa casa.

                                                                  -III-

Kat tuvo que ir a una tienda tres calles más lejos de lo habitual, ya que en las más cercanas no había el whisky que tanto le gustaba a Howie.

Cuando estaba a dos calles de su casa, pasaron un par de personas sangrando por su lado. No les dio importancia y siguió su camino. Debía darse prisa si no quería enfadar a su marido y que le volviera a romper algún hueso.  Eso era lo peor, ya que tardaba varios meses en recuperarse y su familia hacía preguntas que ella no podía responder.

El Sótano MalditoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz