Capitulo 10- Princesa cautiva.

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18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 19:00.

Atrapada. Esa era la única sensación que podía sentir en ese momento. Afuera, escuchaba el sonido de la violenta batalla que tenía lugar entre las fuerzas de los Gélidos y los humanos. Explosiones, disparos, gritos. Todo se mezclaba en un ensordecedor cántico de horror, que resonaba  como un angustioso eco. Se acurrucó, tratando de abarcar todo su cuerpo con ambos brazos, como si deseara aislarse de todo lo que le rodeaba. Freyja, princesa del Linaje Congelado estaba aterrorizada.

Allí estaba, en aquel pequeño cuarto,  sus aposentos, sentada sobre una litera mullida mientras no dejaba de pensar en lo que sus captores le iban a hacer. Aquella habitación era parte de la Fortaleza Trelleborg, una edificación circular de gran tamaño y de un color negro muy oscuro, dividida en seis secciones. Sif se la mostró con orgullo, llamándola con calificativos como impenetrable y todopoderosa. La llevó por todas partes, desde las amplias galerías repletas de armamento, pasando por la zona de vigilancia, una amplia habitación llena de tecnología de la Estirpe Cambiante, preparada para detectar la posible presencia enemiga. Sin olvidarse de las formidables defensas, desde torres provistas de cañones de plasma hasta campos de fuerza invisibles que repelían cualquier clase e objeto que se acercase. Toda una muestra del gran poder de los Gélidos, expresaba con orgullo la hija de Odín y general de las fuerzas que defendían Midgard. Y luego, se fue al Norte, por razones que Freyja desconocía, dejándola a merced de los monstruosos humanos, a los cuales, cada vez sentía más cerca. Una estruendosa explosión hizo temblar las paredes, que retumbaban moviéndose de forma inquietante. Parecía que la impenetrable fortaleza fuese a derrumbarse.

No dejaba de pensar en lo que le harían los humanos. Había oído historias sobre lo crueles y despiadados que estos eran. Les arrancaban los trajes, dejaban que se asfixiasen en las toxicas atmósferas que no podían respirar. Los cercenaban, mutilaban, quemaban, y otras muchas cosas como parte de las horrendas torturas que le habían relatado. Y eso, sin olvidar las violaciones, que en su caso, siendo una atractiva hembra de su especie, sería más que probables. Ya había notado las miradas que muchos de los propios soldados de Sif le lanzaban, así que era consciente de que para los humanos seria igual. Ella misma se encargó de recordárselo en una de las cenas que tuvieron.

Créeme, si los humanos te capturasen, sería lo peor que te podría pasar. Te violarían. Tanto hombres como mujeres se sienten muy atraídos por las hembras de nuestra especie—le dijo mirándola fijamente a los ojos—. Suicídate, es lo mejor.

De todos modos, ya estaba acostumbrada a estas circunstancias. Recordaba cuando no siendo más que una niña, a ella y a su hermano Frey, los separaron de su familia y fueron llevados a Valaskjalf, hogar de los Aesir, como parte del trato que su padre tuvo con el líder de estos, Odín. Un trato injusto, que los convertían a ellos en rehenes y cimentando el sometimiento de los Vanir sobre los Aesir. Siempre odió a su padre por eso, por un acto tan cobarde, pero lo que menos le gustó fue convivir con Odín y su familia. Siempre maltratados, humillados e insultados, pasaron por una terrible tortura al convivir con estos, los cuales consideraban tanto a ella como a su hermano Frey, como simples despojos. Pero la situación en la que ahora estaba, sabia, era aun peor.

Miró su mano, cubierta por un guante de piel sintética que había sido creada por la Estirpe Cambiante. Este formaba parte de su traje, dividido en una serie de piezas de metal que cubrían su torso y piernas, junto con partes de goma que recubrían manos, pies, cuello y articulaciones. La cabeza la recubría por completo un casco de metal poliédrico con dos aberturas de cristal, para que pudiera ver. El traje era de color gris ónice y detrás de este habían acopladas, dos cámaras que contenían nitrógeno gaseoso, cuya principal función no era otra que mantener su cuerpo a una temperatura inferior a los 5 grados Celsius. Esto se debe a que su composición atómica, y la del resto de su especie no es de carbono, sino silicio, un elemento muy volátil en altas temperaturas, lo cual les obliga a vivir en lugares fríos. Pero gracias a los trajes que la Estirpe Cambiante les proporciono, ahora podían vagar por cualquier planeta sin sufrir ninguno los riesgos que conllevaba su estructura atómica. Pero estos trajes también eran una prisión. Con ellos, no podía tocar nada de lo que había a su alrededor. Se sentía atrapada dentro de una cárcel andante y muchas veces lloraba pensando en lo horrible que era este universo que jamás podría sentir.

Recordaba los tiempos en los que vivía con su hermano en su hogar natal, Noatun, una zona que colindaba con un inmenso mar congelado. El único lugar donde nunca necesitaba un traje especial para vivir.  Recordaba la suave brisa marítima en su piel, tan sensible, que podía sentir el titilante frío rozando cada centímetro de esta, aunque a diferencia de en otras criaturas, a ella le parecía agradable. Los juegos que ella y su hermano hacían sobre el permafrost, mientras su comadrona les avisaba de que tuvieran cuidado, que se caerían al mar de amoniaco que había bajo el hielo. Era un recuerdo ya lejano. De unos 60 años por lo menos. Justo cuando Odín ordeno atacar aquella colonia humana. Justo cuando estallo la Guerra Interestelar. Justo cuando empezó el horror para ella.

Aquel hermoso recuerdo se vio interrumpido por un repentino sonido. Se escuchaban pasos. Los guardias recorrían los pasillos con celeridad. Freyja se incorporó y pudo escuchar como estos hablaban entre ellos, Algo malo ocurría. Se oyeron unas puertas abriéndose. Escucho unas voces en un idioma desconocido. Lo habían conseguido. Los humanos habían entrado. Horrorizada, contemplo la horrible batalla que acontecía. Silbidos de las balas pertenecientes a las armas humanas. El sonido incandescente del plasma de las de sus guardianes. Pasos, gritos, el ruido de un cuerpo al caer. Todo era una infernal serenata. De repente, se oyó una granada explotar. Freyja salto sobre su cama y se acurruco como mucho miedo. Temblorosa, tapo su rostro con las manos, mientras notaba su corazón retumbando con mucha fuerza. Respiraba intranquila. Deseaba que todo terminase, que no fuera más que una cruel pesadilla. Solo quería despertar en su hogar, con su madre, su hermano, su antigua vida antes de la Pugna Tribal. Antes de que su vida se fuera al infierno.

El silencio reinaba en el lugar.  No se escuchaba nada, y eso, la inquietó mucho. Las puertas se abrieron de improviso. Ella respiró ansiosa, sus exhalaciones retumbaban por todo el traje, al ser transportados por los tubos conectados a las cámaras donde se encontraba el gas que necesitaba para respirar. Escucho pasos. No de un solo individuo, sino de varios. Miró hacia la entrada, y allí vio a cuatro personas. Todas recubiertas con trajes militares de color entre marrón y blanco, con pasamontañas recubriendo sus rostros y con un casco que les cubría la cabeza. En su torso y las piernas, chapas de metal se acoplaban al cuerpo como medida protectora. Eran tres hombres y una mujer. Todos observándola con extrañeza y fascinación. Como si nunca hubieran visto un gélido.

—Ahí está sargento —señaló uno de ellos.

Aunque no pudiera ver sus rostros, ella imaginaba en ellos horribles sonrisas sardónicas formadas. Les temía. A la Infantería Básica. La principal fuerza de ataque de la Confederación. La que había arrasado tantas colonias y asesinado a tantos inocentes. Se fueron acercando. Ella atemorizada se pegó contra la pared aterrorizada, intentando buscar una salida que era incapaz de hallar. Murmuraba cosas en su idioma. Una canción que su comadrona les cantaba a ella y a su hermano sobre un gran héroe que venció a una horrible criatura, que les ayudaba a dormir. Lagrimas caían de sus ojos, pero con el casco, estos quedaban ocultos. Las sombras se hacían cada vez más grandes y ella se empequeñecía más y más.


Dioses del Espacio. (La Guerra Interestelar- Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora