Cómo alguien puede llegar a romperse (y otras historias comunes).

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Es difícil imaginarse como ha llegado Jimin a ese punto.

Nació como cualquier otro niño. Hijo único de una familia modesta, con dos padres llenos de un amor y dispuestos a repartir a su retoño. Nunca tuvo problemas para hacer amigos, tampoco los encontró en algún otro aspecto. Desde que dijo su primera palabra una estrella brilló encima suya. Era un niño brillante, encantador, confiado. Carismático, sonriente.

Feliz.

Crecer, sin embargo, fue el problema.

Jimin siempre había sido entre sus amigos el de menor tamaño, con un 1'73 cm escasos. A los trece años su cuerpo cambió y ganó peso, porque era un niño como otro cualquiera al que le gustaba comer pastel en los cumpleaños y regalices en las fiestas. No estaba gordo, pero sus mejillas se llenaron junto a la juventud más explícita y sus amigos sufrieron el mismo destino.

A los quince, su mejor amigo Jungkook comenzó a preocuparse por su físico. Decía que si querían llegar a algún sitio algún día y tener una novia bonita, un estómago blando no era una opción. El problema allí era que Jimin no deseaba una novia, sino un novio, y que él no quería matarse en un gimnasio con quince años, sino seguir jugando en el parque.

Jungkook cambió. A los dieciséis, al chico le adelgazó la cara y sus pómulos se afilaron, acompañando a unos abdominales trabajados durante un año. Jimin, por la contra, seguía teniendo unas mejillas esponjosas y las piernas regordetas.

Ahí se manifestó la raíz del problema.

Un día, Jimin se declaró a un chico de su clase. Nadie sabía que era gay, algunos lo suponían. El muchacho desconocía, y lleno de una ignorancia cruel, le soltó una frase que Jimin jamás olvidaría.

-Yo no soy gay, y si lo fuese, no saldría con un chico gordo.

Gordo.

Jimin nunca se había visto gordo. Su mirada al espejo era la más inocente, pero cuando volvió a casa aquel día y se miró, se vio con asco.

Sus ojos, al levantarse la camiseta, repararon en que su estómago no era plano. Podía pellizcar carne donde su mejor amigo tenía músculo, podía ver volumen donde se suponía que no debía haberlo. Sus piernas eran demasiado anchas, su rostro estaba hinchado. Hasta sus labios eran demasiado gruesos. Contempló, y cuanto más se observaba más problemas encontraba. ¿Por qué su piel no podía ser tersa y pálida, en vez de aquellas horribles espinillas?

Normal que me rechazase, pensó Jimin, soy asqueroso.

Y ese pensamiento se convirtió en su pronta filosofía.

Toda la luz que parecía conformarle se esfumó poco a poco, como una vela que se pierde hasta desaparecer.

Se apuntó a un gimnasio y, ante la mirada incrédula de sus padres, comenzó a rechazar cualquier tipo de comida de la que había leído en internet que podía aportar calorías innecesarias.

La cosa empezó bien, en verdad lo hizo. Empezó a cuidarse y sus progenitores se alegraron del cambio, porque parecía hacerle feliz. Cuando venía del gimnasio, después de una ducha fría, sonreía. Estaba en un proceso de cambio que le haría verse como Jungkook, musculoso y delgado, deseable.

Los meses pasaron, y Jimin vio cambios. Sus piernas se veían algo más tonificadas, en su torso se empezaba a distinguir la forma de los músculos. Eso le hizo feliz, pero quiso más.

Investigó en internet y descubrió una dieta a la que llamaban la dieta de los idol. Leyó la cantidad ínfima de calorías que consumían al día, y se sintió estúpido. Y gordo. ¿Cómo había estado comiendo tanto? Normal que no viese suficientes resultados.

The broken toy (and all his fucking friends)  ↔ YoonminWhere stories live. Discover now