fifty four

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Narra Grant.

¿Por qué? Joder. ¡Se supone que ya nos conocíamos bien! ¡No tenía que haberme dicho que no! ¡Maldición!

Me aparco frente a la casa de Melissa y bajo del auto, al llegar a la puerta toco unas tres veces el timbre hasta que abre la puerta su madre.

–Hola señora Benoist, ¿cómo está? –le pregunto cordialmente besando una de sus mejillas.

–¡Tom! Hola, estoy bien, gracias, pero pasa, buscas a Marie, ¿cierto? –me envuelve en un abrazo antes de decir "hola".

–Si, la estoy buscando, ¿puedo subir? –señalo las escaleras que llevan hasta la habitación de Melissa.

–Por supuesto, pasa –asiente con una sonrisa y agradezco. Cuando estoy a punto de subir, el padre de Melissa sale de una habitación y me sonríe.

–Hola señor Benoist –digo y comienzo a subir.

–¿Qué tal todo Grant? –dice desde abajo–, espero que tu y mi hija no hagan cosas malas ahora que subas...

–Oh no, no, no señor –echo una risa y él también–, sólo tengo que hablar con ella.

–Bien, estás en tu casa.

Sigo subiendo hasta llegar a la habitación de Melissa, toco la puerta y al no obtener respuesta abro la puerta. Melissa salta asustada y me mira con ojos bien abiertos.
Oh Dios....no tiene blusa puesta, que sexys pechos...

–¿Que haces aquí? ¿No pudiste haber esperado a que abriera? ¡Maldita sea Thomas! –dice cubriéndose con sus brazos, toma una blusa de la cama y se cubre. Estoy sonriendo como loco. Sus pechos son lindos, perfectos...vaya...

–¡Vaya! –sonrío y entro a la habitación, cierro la puerta detrás de mi–, que buen recibimiento.

–Deja de sonreír como un pervertido de mierda –frunce el ceño–, ¿por qué viniste?

–Melissa, ¿por qué me dijiste que no? –hago un intento de puchero que no sé si me sale.

–Que tierno te ves –mantiene una mano sosteniendo la blusa y con la otra aprieta mi mejilla. Bien, creo que si me salió.

La acerco a mi colocando mis manos en su cintura desnuda. –Vamos...¿te lo pregunto de nuevo y prometes decir que sí?

–Pregúntamelo de nuevo pero te diré que no, otra vez –alza una ceja desafiante y ruedo los ojos.

–Si no dices que sí, voy a quitarte la blusa –tiro del borde de la blusa hacia abajo pero ella la sostiene fuerte.

–Es que Tom...

–¿Qué? Bien, te escucho, quiero saber por qué me dijiste que no –me alejo de ella y me siento en la cama.

–Yo no....no puedo aceptar.

Me mira fijamente.

–Sí, ya, ya sé eso, pero...¿por qué?

–Porque estoy bromeando, y sí quiero estar contigo –se sienta en mi regazo y suspiro–, te quiero Tom, Grant, quien seas.

Me río levemente y acaricio su espalda. –¿En serio si aceptas? ¿Estabas bromeando? ¡Oh dios!

–Si, si acepto y si estaba bromeando, ¿cómo crees que le diría que no a Grant Gustin? –alza una ceja y deposita un beso en mi mejilla.

–Eres increíble, te quiero mi pequeña Mel –la abrazo fuertemente y después beso sus labios delicadamente. Voy a enloquecer.

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