En estos momentos, el editor James también está con sus niveles de estrés por las nubes. Quedan diez minutos para que lleguen los señores de la revista en línea. James y Sharon están en la sala de reuniones colocando galletas y vasos con agua, para amenizar la situación un poco. Doris y yo estamos en el cubículo de los escritores ayudando a Maxime a repasar lo que debe decir.

-¿Ya imprimieron los folletos? -gritó Dean desde el cubículo de los diseñadores.

Doris me miró a mí. Yo miré a Maxime. Maxime cerró sus ojos e hizo una mueca de indiferencia. Oh...no.

-Nosotros no los imprimimos -les dije de vuelta, odiándome a mí mismo por haber tenido que gritar de cubículo a cubículo. Último de grosero.

No se produjo ningún tipo de sonido por dos segundos.

-Nosotros tampoco -avisó Sharon desde la sala de reuniones.

Pánico total. Alerta roja, señores. Houston, tenemos un problema. Mayday, mayday.

Si hubiera dicho eso en voz alta, Maxime me hubiera corregido el mayday. "Se dice m'aider, en su idioma original". Uf, ahora me atormenta hasta dentro de mi mente el francés ese.

Nadie había impreso los folletos.

Doris Brown hizo un par de movimientos electrizantes, para liberar su tensión, supongo. Luego, relinchó molesta y encendió su computador. Esa maravilla se prendió en diez segundos, a diferencia de mi caracol cibernético.

-Yo los imprimo ahora -chilló ella -. ¿Cuántas copias del documento?

-Cinco -le respondió Erika.

Doris abrió la intranet de la oficina y envió a imprimir seis folletos, por precaución.

Un mensaje con borde rojo apareció en la pantalla del computador de Doris, haciendo un sonido que no auguraba nada bueno.

"Se produjo un error en la impresora, por favor, inténtelo de nuevo".

Doris envió a imprimir los folletos de nuevo. Apareció el mismo mensaje del demonio acompañado por el mismo sonido del diablo. Ella me miró con ojos de desesperación.

-Voy a reiniciar la impresora -le dije, y partí hacia la impresora. Nunca he sido muy hábil con ellas. Siempre he dudado la proveniencia de las impresoras. Llámenme loco, pero podría asegurar que todas las impresoras son instrumentos del infierno cuyo único objetivo es sabotear la vida de los humanos, esparciendo frustración, caos y destrucción.

Presioné el botón de encendido y apagado del monstruo beige. Esperé unos segundos y lo volví a presionar. La pantalla táctil se iluminó, y salió un mensaje que decía "preparado para imprimir".

Caminé rápidamente al cubículo de escritores para decirle a Doris que enviara a imprimir los folletos de nuevo. No tenía ganas de gritarle desde la impresora hasta el cubículo.

-Tú ahora manéjala desde allá -me dijo Doris refiriéndose a la impresora -. Yo no pienso hacerlo, tengo mala suerte con esa cosa horrorosa. ¡Y apúrate, quedan ocho minutos!

Es cierto, el primer día de trabajo, Doris me contó cómo había manchado su blusa. Por esa razón es que me dejaron un manual de la impresora en mi cajón, el cual ya leí cuidadosamente.

Volví con la impresora. En la pantalla táctil, busqué el listado de archivos recibidos. El archivo del folleto estaba repetido tres veces, para variar; menos mal que no es automático, si no, tendríamos dieciocho copias ahora mismo. Seleccioné el archivo y me pidió las especificaciones de tamaño, papel, etc. Simple. Después de un minuto de pulsar en la pantalla, la impresora comenzó a sonar y a vibrar.

Ceylon TeaWhere stories live. Discover now