XI. Repror

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Antes de que la pelota cayera en sus manos, la tomé y la puse contra luz para asimilar su mecanismo.

- Oye, dame eso, no es un juguete - gruñó él, extendiendo su mano hacia mí.

- Lo sé - susurré dándole vuelta a la pelotita contra luz -, al parecer tiene varios sensores conectados ademas de leds microscópicos de luz infrarroja.

Él se limitó a dibujar una leve sonrisa en sus labios y tomó la pelota, la rodó de una mano a otra y volvió su mirada a mis ojos.

Se acercó la pelota a sus labios y susurró algo que no pude comprender, dejó la pelotita en el suelo y ésta comenzó a rodar hasta el inicio del callejón, a la mitad de la calle se quedó estática y comenzó a desprender una luz violeta, Salvador lentamente caminó hacia su pelota y me hizo una señal con la mano de que lo siguiera, lo hice y él me detuvo justo antes de salir del callejón, señaló el suelo y pude verlos, miles de lineas blancas trazadas en el suelo formaban una telaraña que abarcaba toda la calle. Comprendí de inmediato lo que intentaba decirme, las telarañas sólo se ven con luz infrarroja, y esos son los pequeños sensores que alertan a los escáner. Él regresó al rincón del callejón al igual que la pelota que lo seguía como si fuera su perro guardián. Regresé con él tensa y con miles de preguntas explotando en mi cabeza.

- Me sorprende que te dieras cuenta de lo que era Repror, aunque, hubieras salido de mis expectativas si me hubieses dicho lo que hace.

- Amn... ¿Te alerta de la presencia de los robots? - pregunté, esperando que no me reprochara si me equivocaba.

Él sonrió de lado y miró al cielo como buscando algo.

- Una de todas las funciones que tiene - susurró y lanzó con fuerza la pelota hacia el aire.

Pasaron varios segundos después de eso y yo seguía observando el cielo para verla caer, pero nada.

- No te preocupes por él, regresará en un rato - me dijo sentándose y buscando entre sus bolsillos algo.

- ¿Qué es lo que hará? - pregunté aun mirando el cielo.

- Me ayudará a hacer un plan para escapar o al menos conseguir comida.

- ¿Cómo? - volví mi mirada hacia Salvador que parecía dibujar algo en el suelo con un trozo de carbón.

- ¿Por qué haces tantas preguntas, niña? - gruñó mirándome.

- Tal vez porque temo por mi vida, no lo sé - contesté harta de que me reprochara por todo.

Él suspiró y sacando algo de uno de sus bolsillos del pantalón susurró algo incomprensible de nuevo.

- Toma esto, puedo escuchar tus tripas rugir hasta acá - me acercó una barra de cereal.

Usualmente no como ese tipo de comida ya que suelo comer mucho y esas barras no me llenan, pero en esos casos, hasta un cacahuate sacado de la basura se me antojaría. (Okay, quizás exageré un poco).

 

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