Él tenía sus brazos envueltos alrededor de mi cintura, con una cantidad de fuerza que podría sugerir que no era del todo consciente de lo que estaba haciendo. Requirió demasiada voluntad separarme y con delicadeza desenvolver sus brazos de mi cuerpo. Toqué el suelo con mi pie y logré levantarme sin despertarlo. Permanecí de pie junto al sillón, pensando otra vez en cuán inverosímil resultaba mi situación. Tenía al chico de ojos grises y actitud intimidante con su cabeza apoyada en el reposabrazos de mi sofá, el cuerpo estirado y sus brazos ahora sin alguien a quien aferrarse. Casi podría hacerse pasar por una criatura inmaculada en esa posición.

—No puedo creer que te hayas acurrucado con él.

Solté un pequeño grito y me giré. En cuestión de segundos la adrenalina había corrido como fuego por mis venas y estaba preparada para lo peor. Nunca imaginé encontrarme con mi antiguo mejor amigo con su espalda apoyada contra la pared junto a la puerta cerrada, los brazos cruzados con fuerza sobre el pecho y mirándome con tal cólera que podría convertir mi voluntad en cenizas.

—¿Cómo demonios entraste? —no grité, pero requirió un gran esfuerzo poder moderarme. Mi corazón estaba a punto de desmayarse.

Traian se removió mas no se despertó y la mirada de Sebastián cayó sobre él con una mueca de puro disgusto.

—No le conoces y ya han dormido juntos —sonó tan frío que me estremecí.

—¿Cómo entraste, Sebastián?

—La puerta de esta casa siempre estuvo abierta para mí, y siempre lo va a estar.

—¡Lárgate! —pronuncié con un grito ahogado. Mi cabeza comenzaba a doler y no podía creer lo que estaba pasando. ¿Estaría soñando otra vez?—. ¡No vuelvas a entrar a mi casa sin mi consentimiento!

Parecía hacer un gran esfuerzo para no comenzar a gritar. Su contención era tan peligrosa como la mirada en sus ojos.

—Esta fue mi casa también. Nunca tuve que pedir ser invitado.

—Eso es el pasado. ¿Crees que puedes entrar —grité— y observarnos dormir como un enfermo?

—La puerta estaba abierta.

—¡No me importa! ¡Fuera de mi casa! ¿Te escapaste del colegio?

—Necesito hablar contigo. —Presionaba sus dientes juntos con tal fuerza que podrían romperse. Separó su espalda de la pared, sin embargo, no se acercó a mí. Mantuvo las manos echas puños a sus costados y sus ojos echaban chispas al igual que los míos.

—No voy a hablar contigo —sentencié con dureza.

—¡Joder, necesitamos hablar!

—¡Fuera de mi casa!

—Ángela... 

—¿Qué parte no entiendes? ¡Fuera! 

—Mi mamá tiene leucemia.

—Mi mamá tiene leucemia

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.


Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.


Latido del corazón © [Completo] EN PAPELKde žijí příběhy. Začni objevovat