Al despertarme no estaba plenamente consciente y sin embargo tenía muy claro que me encontraba sobre Traian. El día se había enfriado y los sonidos de un anuncio en la televisión eran lo único que lograba percibir. Mantuve los ojos cerrados mientras poco a poco comenzaba a volver en mí. La única razón por la que no saltaba y me alejaba de él era porque aún estaba somnolienta y podía hacerme creer que todo era un sueño con tal de mantenerme unos cuantos segundos más en aquella posición. Mi brazo izquierdo se encontraba doblado entre nuestros pechos, mi mano derecha colocada en algún lugar cerca de su corazón. Tenía la nariz enterrada bajo su barbilla y mis piernas estiradas sobre las suyas.

Ahora era plenamente consciente, pero decidí permanecer invidente. La respiración de Traian era lenta pero fuerte y me hacía ascender y descender sobre su pecho con facilidad. Aspiré todo el aire que me fue posible y llené mis pulmones con su aroma. Sabía que tenía que alejarme de él y proferir gritos con indignación, pero me sentía tan cómoda por primera vez en años que no planeaba distanciarme pronto, aunque las hipócritas reglas de la decencia y la sociedad exigieran lo contrario.

¿Estaba dormido también? No lo sabía, así que me convenía fingir que yo seguía soñando con tal de que no me apartara. Sin lugar a dudas ese día había resultado más bizarro de lo que podría haber imaginado, pero me estaba gustando. ¿Para qué lo iba a negar? Fui maltratada por un cretino por mucho tiempo y ahora me sentía encantada por la atención que recibía de un hombre que apenas conocía. A muchos les parecería amoral o algo de lo cual avergonzarse, pero me importaba muy poco en ese momento. Había llorado tanto que no iba a separarme de quien estaba consiguiendo hacerme sentir una chica atractiva que poco a poco comenzaba a levantar su autoestima.

Que se jodiera la gente, que se metieran su puritana opinión donde quisieran. ¿Que no era correcto acurrucarme tranquilamente con un extraño? Quizá no lo era. ¿Que no estaba bien sentirme confortable al lado de alguien cuyos secretos más oscuros desconocía? Pues no lo estaba. Pero era la realidad que estaba viviendo, sintiendo un placer que merecía después de muchas lágrimas. No iba a negármelo para aparentar ante los demás. ¿Qué harían ellos por mí cuando volviera a sentirme mal?

Acaricié el cuello de Traian con un movimiento de mi nariz y él soltó un diminuto suspiro. No tardé mucho en volver a caer en un sueño profundo.

 No tardé mucho en volver a caer en un sueño profundo

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Volví a despertarme. Tenía que averiguar qué hora era pues mi madre llegaría a casa del trabajo cerca de las seis de la tarde. Además, me estaba muriendo de hambre. Creo que fue el movimiento en mi estómago lo que me despertó. Si no, posiblemente hubiera seguido durmiendo hasta la noche. Traian no era tan suave como una cama pero fue su presencia la que sirvió como embrujo para hacerme descansar en compensación por todas esas noches que pasé en vilo.

Abrí los ojos y tuve que pestañear hasta volver a adaptarme a la luz; eso solo era una pista de todas las horas que había pasado durmiendo. No me extrañaría que fueran pasadas las tres de la tarde. Necesitaba espabilarme, conseguir algo de comida e ir al baño con urgencia. Alcé la cabeza y me encontré con Traian quien también estaba durmiendo, justo como lo sospeché. Sus pestañas eran del color del ébano y hacían parecer sus mejillas aún más blanquecinas. Era un contraste que me dediqué a estudiar por varios segundos silenciosos. Estaba sumergido en un sueño profundo y tenía el privilegio de poder examinar su rostro sin temor a quedar como una acosadora, así que me fijé en cada pequeño detalle sobre su tez y en la forma en la que sus labios entreabiertos dejaban escapar su respiración. 

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα