Lluvia

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Karamatsu saltó de la silla buscando desesperadamente la puerta; y al no obtener una respuesta de parte de sus piernas, cayó de boca al piso.

Podía escuchar a Osomatsu reír con ganas, cómo si se tratara de algún graciosísimo programa de cámaras escondidas.

—pensé que a todas las niñas guapas les enseñaban a negar bebidas provenientes de extraños—exclamó entre risas.

Comenzó a arrastrar sus brazos con rapidez, ignorando el dolor de la gente pisándole al bailar tan drogada y ensordecida, tan incapaz de entender lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Deslizó su mano en un intento por apoderarse de la pistola a la que se había aferrado con tantas ganas, antes de que l fuera arrebatada de sus manos.

—¿buscas algo, gatito?—sonrió el sujeto de la barra, jugando con el arma.

Un disparo dirigido a su cabeza provocó un agujero en el suelo y una aguda risotada por parte del aterciopelado.

Rodó entre la multitud, perdiendo de vista al chico y tratando de no toparse con Osomatsu. Nadie escuchaba sus gritos, su voz, su cuerpo, habían sido ahogados en un mar de perdición sordo.

Estaba aterrado, no tenía arma, estaba solo y las palabras de Jyushi habían regresado a su mente como un fuerte golpe de "te lo dije". Había sido un completo idiota si creía que podría con ellos estando solo.

[..]

Logró escabullirse una vez que pegó su cuerpo a una de las paredes más oscuras de la sala, y fue en ese momento que dió a parar a las infinitas escaleras bañadas en rojo.

Su corazón comenzó a latir con fuerza una vez que vió la puerta abierta frente a él y el impulso de bajar corriendo invadió sus inservibles piernas con idiotez. Sin embargo, se abstuvo a observar su única posibilidad de libertad, con un infinito sentimiento de desesperación.

—¿Estás bien?—la voz de un sujeto erizó su piel y volteó hacia su ubicación casi de manera automática.

Un chico de mirada apagada, con un aspecto desaliñado, le observaba con las manos en los bolsillos desde las alturas.

—¿Por qué estás en el suelo?—ladeaba la cabeza con lentitud, pero no parecía estar drogado y Karamatsu necesitaba ayuda de quién fuera.

—¡Unos chicos me atacaron allá adentro!—chilló cual niño pequeño y unas cuantas lagrimas desesperadas, abandonaron sus ojos—¡tienes que ayudarme a bajar las escaleras! ¡Por favor! ¡Soy policía!

El sujeto ladeó la cabeza y arqueó las cejas, probablemente creyendo que estaba tan drogado, que había comenzado a tener alucinaciones extrañas. Después de todo, eso no se veía todos los días.

Abrazó mi torso y lo levantó con ambos brazos sin ningún esfuerzo. Entonces lo vio a los ojos.

—¿acaso estas drogado?—dijo la monótona voz de la boca ajena y luego retorció una sonrisa a una corta distancia de su rostro—me parece que osomatsu ni-san dejó muy en claro las reglas en cuanto a eso—sonrió ampliamente entonces, y antes de que pudiera hacer algo, se encontraba rodando por la interminable escalera de luces rojas.

Los sonidos se mezclaban en su cabeza, y entre sus gritos, la risa del chico y el ensordecedor ritmo de la música en el fondo, se encontraba a punto de volver el estómago.

Llegó al suelo con la vista borrosa y un dolor terrible inundándole todo el cuerpo.

Entonces hizo un gran esfuerzo por levantar su brazo y avanzar. Realmente estaba a centímetros de la calle empapada en fría lluvia, pero nada en su cuerpo respondió. Su vista se distorsionaba con rapidez.

Dejé rendir su cuerpo a milímetros de la libertad, quedándose con la última imagen de la ciudad de Japón hundida en la noche y la sensación de la lluvia en su piel.

Entonces perdió el conocimiento.

Bad Habits [Osomatsu-san]Where stories live. Discover now