Me levanté y lentamente me dirigí a la escalera. Estaba a punto de subir, cuando sentí que un brazo se envolvía alrededor de mi cintura. Dejé escapar un jadeo de sorpresa.

—¿Quieres ayuda? —Randy ofreció en un susurro y bajé la cabeza.

—No necesito, puedo cuidar de mí misma —murmuré.

—Claro, nena, te ayudaré. —Fruncí el ceño. No necesitaba su ayuda, y lo peor ¿por qué tuvo que gritar como si estuviéramos en distintos continentes?

Esa pregunta fue contestada pronto cuando sentí que alguien nos estaba mirando. Papá. Por supuesto, el bastardo tuvo que demostrar que es el perfecto novio. Que claramente no es.

De todas formas, sólo permití que me ayude a subir las escaleras. Dejé escapar un pequeño chillido una vez que mi pie se deslizó, pero la mano de Randy me cogió, riendo. —¡Whoa, cuidado! —Su brazo alrededor de mi cintura me estabilizó.

Con una respiración entrecortada me quité la mano de alrededor de mi cintura, pero él no quiso soltarme la muñeca. Así que continuamos subiendo las escaleras.

Cuando llegamos a mi habitación, Randy cerró la puerta. Me senté en la suave superficie de la cama. Los dos nos quedamos mirando bastante por un rato hasta que hablé primero: —¿Bien?

Al oírlo suspirar, me hizo levantar una ceja. ¿Qué ocurrió hasta ahora? —Lo siento —se disculpó—. Lamento lo que hice esta tarde.

—¿Qué? —pregunté, no porque no lo oí, porque quería oírlo salir de su boca otra vez.

—Lo siento Lucy, lo siento por lo que he hecho —murmuró—. Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo. Supongo que mi ira y celos se apoderaron de mí.

No podía dejar de preguntar. —¿Realmente no estabas tratando de matarme? —Esto le hizo reír, lo cual fue realmente aterrador.

—¿Matarte?¿Por qué haría eso? —Randy se rió.

—¡T-Tu me ahogaste, trataste de m-matarme! —mascullé—. Estabas asustándome.

—Lucinda, nena... —murmuró, poniendo una mano en mi muslo, haciéndome saltar un poco.

Me rompía el corazón hacérselo, pero se lo merecía.

—Bebé —él habló en voz suave, sonando roto. Me di la vuelta, sin querer mirarlo. Se alejó su figura borrosa y respiró hondo—. Por favor, Lu, habla conmigo. —Casi sonreí al apodo, era el mismo apodo que usó la primera vez que nos reunimos cuando estábamos en el onceavo grado.

—Y-Yo, no sé Randy...

—¿No sabes qué, nena? —consultó.

La siguiente cosa que dije debió asustarlo. —Creo que tenemos que terminar este tipo de relación que tenemos.

Y lo hizo. —Lucinda, no, no, no puedes, no podemos, te amo tanto. —Se inclinó, sacudí la cabeza.

—Esta relación no es buena para los dos —dije.

—Lucinda, no hubo ningún problema entre nosotros, tan solo fui impulsado por mi ira ayer. Él dice: —Yo no sabía lo que estaba haciendo. ¡La idea de que estés con otro hombre fue suficiente para que enloquezca!

—¿Otro hombre? —Sacudí la cabeza con incredulidad—. Todavía no me crees, ¿verdad? ¡Yo no estuve otro hombre! Excepto con un demonio que quería matarme y besarme al mismo tiempo.

—Lu, ¿cuántas veces tengo que decirte que no existen tales cosas como los demonios o los fantasmas? —la voz de Randy repentinamente se levantó. Esperaba que mis padres ya se hayan ido.

Hex [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora