9.El gorro de la discordia

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―Me estoy quedando calvo.

―¿En serio?

―Claro que no, lo llevo porque me gusta.

Ella entrecerró los ojos y caminó hasta Ren mientras silbaba con las manos tras la espalda, él la observó con el ceño fruncido pero no pudo hacer nada para evitar que ella le quitase el gorro.

―Oye, oye.. es verdad, te estás quedando calvo.―bromeó señalando hacia su cabeza con una mano mientras con la otra jugueteaba con el gorro.

―Ja, ja... muy graciosa.―dijo él revolviéndose el pelo para luego ir a por ella a tratar de recuperar su gorro, no obstante ella se lo puso y al primer intento del japonés de arrebatárselo lo tomó del brazo y lo tumbó en el suelo.―Me rindo.

Sacudió las manos con orgullo y las colocó sobre la cadera.

―Siempre ha sido demasiado fácil ganarte, ¿es que Damián no te entrenó lo suficiente? ―quiso saber agachándose un poco y mirándolo con interés, Ren se sentó en el suelo y la miró.

―Sí, me entrenó y fue horrible.―declaró el japonés con pena apoyándose en una de sus rodillas.―Sólo decía corre para allá, trepa por esa cuerda, más flexiones, más rápido. Te juró que si el entrenamiento dura unos días más, lo mato.

Ren se colocó las gafas y ella se rió, lástima que el entrenamiento no durase un poco más; así el pelirrojo no hubiera llegado a la actualidad y ella no hubiera tenido que soportarlo.

―¿Me vas a devolver mi gorro?―preguntó Ren, ella se llevó la mano a la barbilla y se quedó un rato pensativa.

―No. ―contestó finalmente.

―Bien, no te enseñaré el nuevo truco que puedo hacer con el ordenador.―dijo Ren poniéndose en pie y tomando el ordenador de la entrada, luego se sentó a lado del trozo de pizarra que estaba por el suelo y se puso a teclear mientras la miraba de reojo.―Es tan divertido.

Maldito Ren, sabía que le encantaba hacer maldades. Apretó los puños y caminó hasta él, se dejó caer a su lado y se puso a mirar la pantalla del ordenador.

―¿Más semáforos?―curioseó asomándose, él negó con la cabeza.―¿Por qué? Los semáforos eran divertidos.

―Esto también te gustará.―aseguró el japonés con convicción pulsando más teclas, ella suspiró y se puso a examinar las fotos que había tomado mientras esperaba.

Estar con Ren era raro, pero no podía decir que su presencia la molestase. De hecho estar con él no la desagradaba, Ren era muy tranquilo y le transmitía esa tranquilidad; además no podía negar que el japonés se había vuelto más guapo. No es que ella se fijase en eso, pero una no era ciega y si tenía que admitir que el imbécil de Damián era atractivo también admitiría que Ren era guapo.

―Mira la pantalla.―la voz de Ren la sacó de sus pensamientos y rápidamente dejó que la cámara siguiese colgado de su cuello y se puso a examinar la pantalla del ordenador.

Delante de ella había un video de una enorme fuente con una estatua de la sirenita dentro. ¡Era la fuente de Hans Christian Andersen! Esa fuente era famosa por sus espectáculos de fuentes bailarinas. De hecho a Ann y a Triz les encantaba por eso iban cada vez que podían a ver el espectáculo y ya de paso a fastidiar a las parejas que querían pasar una velada romántica.

―Fíjate bien.―indicó Ren apretando un par de teclas y haciendo que varios chorros de agua brotasen de repente y luego se cortasen.

―¡Oye, oye... ¿puedes controlarlos?!―gritó emocionada mirando alternativamente a Ren y al ordenador, él asintió y ella sonrió abiertamente con felicidad.―Haz que salgan cuatro hacia arriba y luego los cortas rápidamente, entonces sueltas un enorme chorro hacia arriba y luego por los laterales y entonces pum..y luego...¿y puedes hacer que suene música? Podríamos hacer que vayan al son de alguna música, ¡eso sería una pasada!

Cállate y Bésame (TQST Libro #2)© [EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora