Hogar

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Declaimer: Haikyuu no me pertenece. Todo es propiedad de Furudate y yo hago esto sin fines de lucro porque nadie en su sano juicio me pagaría.

Este fic tiene una Co-autora. Pili... La amo, porque de verdad juntas escribimos esto y me dio el permiso para convertirlo en fic. Espero que les guste, porque adoro como escribe.

Advertencias:

Menciones de Muerte.

Un poco de Angst.

Zombie!Apocalypse AU

Mil grcias a Zakki por betear 7mil palabras en nada. Se lo mande hoy como a las 8 de la noche. De verdad Zakki, eres la mejor.

¡FELIZ KUROTSUKKI DAY!

Lumus

Cerezoѕ en Nagoya

Tsukishima abrió los ojos sintiéndose confundido y mareado. Una ola de razonamiento lo golpeó y antes de siquiera intentar recordar en dónde se encontraba, llevó una mano a su costado, sintiendo como la venda que había logrado encontrar aún estaba seca y que la herida en su costado derecho no se había abierto. Una vez que estuvo consciente de que no se estaba desangrando y de que no estaba muerto, inspeccionó la habitación en la que estaba recostado. Y entonces recordó: había llegado a ese lugar aún semiinconsciente. Era la bodega de un supermercado abandonado. Se podía recordar arrastrándose hasta ahí, asustado porque había pensado que alguien lo estaba persiguiendo. Incluso pensó que de verdad moriría antes de haber perdido la conciencia.

Unas patéticas ganas de llorar lo asaltaron. Estaba tan cansado. Ya solo quería rendirse, quedarse ahí a morir. Olvidar la promesa que había hecho con Akaashi, Bokuto y Kuroo, de encontrarse en Nagoya antes de que todo tipo de comunicación fuera cortada. Probablemente ellos ya estarían muertos, esperando por él en el más allá o lo que sea que hubiese después de la muerte.

Negó, incapaz de creer en un mundo donde ellos tres no existieran. Aquello era imposible, si había alguien que sobreviviría a algo tan jodido como el puto apocalipsis zombi, serían ellos tres sin duda alguna. Tal vez incluso estarían buscándolo.

Tambaleante se levantó, y prendió la pequeña lámpara de mano que traía en el cinturón de herramientas que cargaba y tomó una pistola de entre las armas que había logrado juntar a lo largo de ese año. Inspeccionó a su alrededor, sorprendiéndose de encontrar varias latas de comida y un empaque con botellas de agua. El estómago le gruñó en respuesta y se puso a devorar lo que tenía enfrente.

Estuvo tenso esos minutos, y se volvió a poner completamente en guardia cuando escuchó un sonido de alguien acercándose; se dio cuenta de que probablemente estaba comiéndose las provisiones de alguien más.

La adrenalina corrió por su sangre, su corazón latía alocado, retumbándole en los oídos mientras apuntaba su revólver a la puerta de la bodega. Tenía la oscuridad a su favor, y cuando el metal retumbó por el golpe de una patada, Kei cerró los ojos y disparó.

...

Lo mató. Un tiro certero que ni él mismo se podía creer. Su estómago se contrajo y toda la comida robada que recién acababa de ingerir pasó una vez más por su boca, terminando en el piso como un revoltijo de bilis, jugo gástrico y papilla. Había matado a otro hombre, a otro sobreviviente y se odiaba a sí mismo por eso. Pero sabe que era necesario. Esta persona entró apuntándole con un revólver similar al suyo, pero con más balas que él; y si no hubiera sido porque la oscuridad de la habitación estaba de su lado, quien hubiera terminado con una bala en la cabeza hubiera sido él.

Cerezoѕ en NagoyaWhere stories live. Discover now