Capítulo 13

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—¿qué demonios? No tiene derecho a hablarme así— dijo Drusilla un tanto molesta

—¡yo hablo como quiero!— dijo Evan irritado

—¡pues a mí no!, si a todas les hablas así y ellas lo permiten, bien, es su problema pero a mí no— Drusilla se exaltó tanto que senos se movían demasiado, saltaban a la vista y Evan lo notó, mordió su labio al ver tal escena pero recordó que estaba enojado

—¡no me interesa, que quieras ser diferente a las demás! Aparte que no eres tan diferente, revolcándote con el cardenal, mientras gemías como una cualquiera— lo dijo tan enojado que se podían ver sus venas de la frente

—¿y a ti qué carajo te importa si me follo hasta al mismísimo Papa? No te incumbe, mi vagina mis reglas no las tuyas, yo sabré a quien putas se la dé que no te preocupe a quien se las dé — dijo Dru furiosa que se puso roja como un tomate, pero ésta vez era de coraje, tenía tanto que olvidó las formalidades,

—maldita niña insolente, a mí nadie me habla de esa manera— se enfureció aún más, Dru se paró enfrente de él como si lo retara

—maldita... si eso es lo que soy— le sonrió con maldad que esa sonrisa que Dru le acababa de dar, fue la perdición para Evan, se quedó anonadado que no dijo palabra alguna

—bueno lo que faltaba que quedaras con tu cara de imbécil— dió media vuelta y dios unos pasos mientras se acomodaba el hábito, pero Evan no lo pensó y jaló a Dru del brazo algo violento, ella no se esperaba ésta acción que le tomó por sorpresa y soltó un pequeño grito

—¡pero qué carajo!— cuando dió la vuelta estaba muy cerca de Evan, ella se excitó al sentir su pene pegado a ella

—¡cállate!, y será mejor que obedezcas mis deseos, que a mí nadie me calienta los huevos y se va así como así— se acercó a la oreja de Dru y la lamió como si fuera un dulce, lentamente y saboreándolo a la vez, por primera vez ella se sintió presa, jamás le había pasado pero le encantó esa sensación, pero no ella no quiso acceder tan rápido, se hizo del rogar un poco más,

—oh, ¿en serio?, pues ve que te saque toda la leche la perra de la madre Superiora— Evan sonrió victorioso 

—no, ella no, aparte el que los calienta es la que debe enfriarlos, dame lo que quiero niña desobediente y  malcriada, de esas niñas ya no hay y son las que me fascinan

—pues consíguete otra, porque yo no— Dru intentaba zafarse de la mano de Evan, pero olvidó que tenía poderes de su Papá también, si nunca pudo ganar la fuerza de su padre, menos de él, así que desistió 

—eso mi niña, hazte la fuerte que me fascina más cuando se resisten— Evan ya la había desnudado con la mirada, ya se le veía perdida tanto como si estuviera drogado, en realidad así era Dru, era la droga sobre cualquier mortal, demonio o inmortal, sólo ella les quitaba esa droga cuando quisiera; ella pensó que podría ya ser suficiente, no más juegos hasta que Evan actuó antes que ella

—ya no tengo porque pedirte permiso, maldita escuincla insolente— ella se sorprendió por lo que dijo y lo que ya presintió lo que estaba por venir, pues en un instante Dru ya estaba apoyada bocabajo en el altar, su cabeza de lado mirando en dirección a una gran Virgen de tamaño natural, era la Virgen María, con sus manos en posición de rezar, su rostro reflejaba dolor casi llorando, si lo pensabas era la escena perfecta, como si estuviera a punto de presenciar el acto más pecaminoso jamás hecho en ese convento. Mientras tanto Evan se sacó de golpe el cinturón de piel, escuchándose como la piel deslizó por las presillas del pantalón, ese sonido a Dru le causó que su vientre se contraiga, estaba a la expectativa a que podía pasar. Evan por su parte estaba concentrado en lo que estaba por hacer, levantó el hábito de ella, hasta su espalda, dejando al descubierto su piel, blanca como la leche, él se quedó un instante quieto, apreciando todo lo que veía, unos glúteos grandes y redondos; ella al sentir su piel descubierta sus pezones empezaron a ponerse duros. Él no quiso perder más tiempo se puso en posición, y le soltó el primer cinturonazo en los glúteos de Dru, ella al sentir ese golpe hizo que las rodillas se le doblarany un pequeño escalofrío le recorriera el cuerpo, no había sentido un golpe de esa magnitud, ya que su padre jamás le pegó; él dió 1, 2, 3... 10 golpes, 12... 15 golpes, nadie hubiera aguantado tanto, las heridas de los glúteos ya estaban en carne viva, sangrando; Drusilla estaba tan adolorida y muy excitada a la vez, era más la excitación que el dolor, ella quería que é{ estuviera dentro de ella, lo anhelaba pero él estaba demasiado excitado para poder parar, sentía que podía culminar con tan sólo pegarle, pero Evan no quería terminar así, quería terminar al menos cogiendola. Aventó el cinturón al suelo, con las dos manos agarró los glúteos de ella, apretándolos, ella hizo una mueca de dolor pero le gustaba esa sensación, él le dió una pequeña nalgada que provocó que una herida sangrara un poco más. Él escupió su pene y escupió en su mano, llevándola a la raya que divide los glúteos, unto su saliva ahí; agarrando su gran pene, metiéndolo de un golpe en el ano, Dru se agarró con fuerza de la mesa y ahogó su grito, pues sintió que se estaba desgarrando todo dentro de ella, era muy grande y para la magnitud de la bestia de Evan, era poco a poco, él rugió y comenzó el vaivén despacio, Dru ya no sentía el dolor, sentía su cuerpo hirviendo, cerró sus ojos agudizando los sentidos, para que disfrutara más, abrió los ojos viendo la Virgen ahí parada con el rostro de dolor y se rió burlonamente, escupiendo en dirección a la imágen, Evan se dió cuenta y le sorprendió a la vez excitándolo que sus movimientos comenzaron a intensificarse; dentro... fuera... profundo... dentro... fuera... más profundo, Dru gemía más alto y más seguido, los gemidos de Dru eran deliciosos, un sonido que jamás escucharían los mortales, un dulce veneno que querrías seguir escuchando por el resto de tu vida pero sabrás que no lo hallarás fácilmente, era todo lo que pensaba Evan en esos momentos, excitado como nunca, había cogido tanto pero no se había sentido tan atraído de esa manera, tan excitado así. Arrancando el tocado de Dru dejando al descubierto su cabello cobrizo que le llegaba al cuello, su cabello era tan hermoso que hasta por verlo, él se excitó más,

—aquí vamos mi niña— soltó un grito gutural, como si lo exorcizaran; tomando el cabello de Dru, haciéndole hábilmente una coleta, dió un tirón que su cabeza de Dru se alzó del altar, Evan continuó sus movimientos firmes y profundos, él se acercó al oído de ella, susurrándole

—mira quien nos observa— alzando los ojos al enorme Cristo cruficado y ensangrentado— ya que él todo lo ve, que vea como pecamos en su casa, cogiendo en su altar y bebiendo su vino — tomó el cáliz que había en una esquina tomó un poco y le acercó el cáliz a la boca de Dru, ella abrió su boca y tomó el resto, él aventó la copa por donde estaba la Virgen

—que vea como sellamos nuestro pecado, míralo no dejes de mirarlo— Dru gemía con más intensidad su vagina apretaba con fuerza el grueso pene de Evan, como si lo reclamara diciendo no quiero que salga, él sintió como su pene se sentía estrangulado por la vagina de Dru, él movió sus caderas haciendo un delicioso movimiento que entró tan profundo que ella gritó de placer, haciendo un squirt, Evan sabía lo que había provocado, y tocó la vagina, metiendo un dedo, quería otro y sabía como provocarlo, Dru sentía desmayarse de tanto placer, pues ya iba por el segundo orgasmo, 

—¡no aguantaré Evan! no lo hagas por fav....— interrumpiendo lo que iba a decir seguido de un gemido, acompañado del segundo squirt y Evan con su gran mano tapó la vagina, cuidando que todo quedara en su mano, sintió que ya no salía más flujo acariciaba la vagina de Dru, haciendo masajes en su vientre y en sus piernas, Evan estaba por venirse, ella lo sabía y los dos al mismo tiempo voltearon a ver al gran Cristo colgado en la pared, él gritó y al igual que ella. Los dos terminaron satisfechos, tan concentrados en lo que había pasado que no recordaron el cuerpo del Cardenal ahí tirado con la sangre ya coagulada, ni se percataron de que la madre Superiora contempló todo el acto. Ellos se quedaron ahí tirados recuperando las fuerzas.

La madre Superiora vió cada una de las cosas que le hizo a Drusilla, cosas que jamás le había hecho a ella; los gestos de Evan, cada uno de ellos los dejó grabados en su memoria, jamás le había visto unos gestos así, ni mucho menos ese grado de excitación, estaba tan enojada con Drusilla, que no sabía que había hecho ella para que él tuviera esas actitudes y gestos, 

—pero esta escuincla me las pagará de una u otra forma— dijo la Madre Superiora con lágrimas en los ojos.

El morador de las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora