Malas noticias

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Aquel comentario me hizo entender porque me costaba respirar. El aire se estaba empezando a filtrar por la mascarilla, no me quedaba mucho tiempo.

Segundos después, sentí como alguien me cargaba en brazos. Una vez que me acomodó, pude girar la cabeza lo suficiente para darme cuenta que se trataba de mi padre.

—¿Te encuentras bien, Carrie? —preguntó con voz amable. No era la mejor pregunta en este momento, pero todos estábamos asustados. Aun así, me dedicó una sonrisa amable que solía usar para tranquilizarme, aunque esta vez no tuvo el efecto deseado.

Levanté la cabeza hacia él y asentí ante su pregunta de todos modos. Pronto fui consciente de como me llevaba directo al vehículo plateado que se encontraba atrás de lo que antes era nuestra casa. Tras haberme depositado con cuidado en la parte trasera, mis padres se quedaron fuera, esperando. Al poco tiempo entendí la razón, puesto que poco después la puerta se abrió y mi hermano entró cargando a mi hermanita, para luego depositarla a mi lado. Mientras él se acomodaba a su lado, la puerta se cerró.

Nadie dijo nada. Traté de concentrarme en algo para mantenerme despierta y olvidar un poco la situación. Reflexioné sobre las personas que iban a mi lado e hice un conteo mental para ocupar mi mente. Mi padre y mi madre estaban conmigo, Luka también iba con mi hermanita Ari, solo faltaba una persona y esta no se encontraba en el auto con nosotros.

—¿Dónde está la abuela? —susurré. No podía hablar demasiado, además el volumen en mi voz ya era otro problema que me estaba generando la falta de aire limpio. Calculando me daría media hora más, antes de morir asfixiada, o al menos esos eran los pronósticos que se anunciaron durante la conmoción.

—Fuimos a buscarla —respondió mi hermano y luego negó. Esas palabras fueron todo lo que necesité para que las lágrimas cubrieran mi rostro. Evidentemente ya no iba a volver a hablar, no solo porque eso agotaría mi tiempo, sino porque lo que escuché me dejo sin fuerzas para enterarme de nada más.

El auto no aceleraba, y aunque lo hiciera no sería posible atravesar las grietas que estaban en el piso. Creo que mi padre se dio cuenta de eso ya que maldijo por lo bajo y mi hermana pequeña comenzó a llorar. Todos nos encontrábamos nerviosos. De repente, mi hermano se movió hacia el asiento del conductor mientras todos lo miraban impresionados, desde donde estaba solo vi que oprimió algunos botones y abrió un compartimiento donde jaló una palanca. Era obvio que mi padre no tenía idea de este, su expresión de sorpresa lo delataba.

El motor sonó y se escucharon suspiros de alivio por todo el auto, incluso Ari había dejado de llorar. Sin embargo, antes de poder avanzar, escuché golpes provenientes de la ventanilla.

—¡Por favor, ayuda! —Era la voz de una chica. Una voz que conocía demasiado bien.

No entiendo de qué manera fue que conseguí levantarme y abrir la puerta trasera permitiéndole entrar, pero lo hice, decisión que me causó dolor instantáneo y una fuerte tos. Aunque todos me miraban con rostro de preocupación, forcé una sonrisa. No iba a dejar morir a mi mejor amiga. Aunque ahora estábamos más apretados, no importaba, ella se abrió paso como fue posible y se sentó al lado de mi hermano. De nuevo no hubo tiempo para las palabras porque comprendió al instante la situación.  Y aunque su rostro parecía querer decir algo más, sabíamos que aquello debía esperar, eso si sobrevivíamos.

Un nuevo temblor estalló y mi padre arrancó sin pensar. Todos en el auto se sorprendieron al darse cuenta de cómo el auto despegaba. Esa clase de modificaciones no estaba bien vista debido a que tenías que comprar un modelo exclusivo para poder volar. Seguramente de estar en otras circunstancias mi padre hubiera reprendido a mi hermano por hacer eso, ya que esto estaba castigado con ir a prisión. Ahora ese método era el que nos salvaba la vida, llegaríamos más rápido y a salvo, estábamos agradecidos con Luka.

El viaje transcurrió en completo silencio. Inmediatamente pude sentir como la atmósfera estaba cargada de terror y tensión. Aunque no podía mirar por la ventana, observaba esas sensaciones en las caras de todos.

Aproximadamente quince minutos después, que pasaron entre idas y venidas de mi parte hacia la inconsciencia, escuché el motor detenerse. Estábamos en tierra y seguíamos vivos. De inmediato todos comenzamos a salir, siendo mi padre de nuevo quien me transportaría.

Las voces se iban haciendo cada vez más fuertes a medida que avanzábamos, todas ellas cargadas de desesperación. Sabía exactamente en donde estábamos. Me di cuenta que no fue un sueño; creí haber escuchado por los altavoces un aviso donde se nos daba 2 horas para reunir nuestras cosas y subir hacia la nave; por mis padres sabía que solo existían diez de ellas en nuestro sector, por lo que era comprensible la aglomeración de personas que se encontraban en la explanada, todas ellas tratando de ganarse un lugar hacia su salvación. Escuché a alguien decir que solo quedaban veinte minutos, era mucha gente para tan poco tiempo.

Todos íbamos corriendo entre la masa de personas que imploraban que se les dejara subir, todos conscientes de que aquella seguridad total era una farsa y no todos subirían. Escuché a uno de los uniformados ordenando a los demás que hicieran una fila, claramente sin ningún resultado. Se nos acababa el tiempo. Mi padre ordenó a mi madre que lo siguiera y que tomará la mano de mis hermanos mientras nos sumergíamos en ese mar de miedo y furia mientras tratábamos de llegar hacia el centro, donde las compuertas plateadas de la nave se hallaban custodiadas.

—Disculpe, pero es urgente entrar. Mi hija... ella tiene una abertura en su mascarilla —imploró mi padre una vez que nos hallamos frente a un uniformado.

El oficial nos miró de reojo y frunció el ceño.

—Son los Stone, por lo que veo. Ustedes son los menos indicados para rogar el pase —respondió sin inmutarse.

Lo último que vi fueron lágrimas en el rostro de mi padre. No aguanté más y cerré los ojos, adentrándome en una profunda oscuridad.

Escapando de la AniquilaciónWhere stories live. Discover now