Volumen 1

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Los medios nos cuentan historias de fantasía, de ciencia ficción, con criaturas  imposibles, cómo los zombis, cuando vivimos entre muchos. Zombis corporativos, haciendo lo mismo cada día, todo el día, con el fin de ser remunerados y mantener a una familia de futuros zombis.
Bajo ésta filosofía, Garrett Steenman decidió que él no iba a tener una vida aburrida y tétrica, él decidió seguir sus sueños, convirtiéndose en fotógrafo.  Una vez ejerciendo  su profesión, en cuanto tuvo el dinero suficiente, dejó su vida en la ciudad, y se fue a vivir al bosque,  temporalmente, con el fin de realizar un proyecto artístico respecto a su profesión, para así ganar dinero y comprar una mejor vida.
Vendió todas sus cosas, antes de partir, para alimentar la idea, y se marchó. Una vez estando allá, comenzó a instalarse en su cabaña, dándose cuenta de que no dejó nada en la ciudad,  supo que nadie notó su partida, y que nadie notará su ausencia, ahora él era libre, ya que su único límite era la ciudad, él puede hacer lo que quiera, ir a dónde quiera, sólo necesita dinero, así que se centró en conocer el área, conocer a la gente del pueblo, para no sentirse fuera de lugar, y conseguir un trabajo de calidad.
En su primer día de trabajo, el cual fue una semana después de su llegada, cuando se sintió listo, preparó una maleta, preparada para emergencias, su cámara, con un par de soportes y una buena funda rígida, y su teléfono, siempre apagado, reservado para cuándo realmente lo necesitara. Garrett tenía un conocimiento amplio en supervivencia en el bosque, pues llevaba tiempo planeando su llegada. Salió de su cabaña y se dirigió hacia dónde había una mejor vista. Pero antes de partir, tomó una foto suya, y una de su cabaña, después comenzó a caminar.
Caminó por varios kilómetros, volteando atrás compulsivamente, sin perder de vista el camino de vuelta, hasta llegar a una masa de agua, dónde se detuvo a descansar. Tomó un par de fotografías del agua, alumbradas por el crepúsculo, con tonos naranja y amarillo, que contrastaban con la oscuridad del agua. Se olvidó del tiempo. Ahora debía volver a través de la oscuridad y el frío, pero, no fue en vano, pues consiguió una bella escena. Más adelante en el camino de vuelta, se comenzaron a escuchar aullidos, o eso parecía, por momentos, a lo que le atribuyó ser un animal agonizando, pero él siguió ligeramente atormentado por la duda.
Llegó a su cabaña a mitad de la noche, temblando, sin motivo específico, pudo ser por el frío, pudo ser por el cambio de altitud, del cual aún no se acostumbraba desde su llegada, o bien, pudo ser por la inquietud que le ocasionaron esos extraños aullidos.
Despertó sin cansancio, como si nada hubiese pasado el día anterior, todo gracias a esos meses de preparación. Comió y descansó un poco más. Una vez más avanzado el día, volvió a salir, mucho más temprano que el día anterior, ésta vez caminó hacia el monte, con el fin de tratar  de capturar con su cámara algún bello animal.
Caminó hasta la cima del monte, donde pudo observar el lado opuesto a la sociedad. Ahí había paz, una paz que pudo capturar en una hermosa fotografía. Siguió adentrándose al bosque, dónde alcanzó a ver un pequeño y hermoso zorro. Lo fotografió. Ante tanta belleza, ambicionó más, y siguió adentrándose, tomando diversas fotografías en el camino. De repente paró. Quedó atónito ante una creciente columna de humo. No parecía de fogata. Emanaba un desagradable olor putrefacto.
Garrett dio la vuelta y volvió, pues había quedado bastante desconcertado, pues él tenía entendido que su cabaña era la última, la más lejana, que después de su cabaña solo había bosque. Pero ese humo, era humo de chimenea, no fogata; y el olor putrefacto, no provenía de ahí. Era más cercano.
Garrett, de nuevo, le atribuyó el olor al animal que emitía los aullidos la noche anterior, pero no podía comprender el origen del humo, la única fuente probable era una cabaña, lo cual dejaba dos situaciones, la primera, era que le habían mentido, la segunda, una rara fogata, pero ninguna le pareció probable, pues la gente del pueblo siempre contestó que la cabaña de Garrett era la más alejada, cuándo él les preguntó, y hacer una fogata así no tendría muchos beneficios, por lo que volvió al pueblo a investigar más.
En el pueblo, todos seguían diciendo lo mismo, por lo que decidió creer lo de la fogata, aunque tenía muchas dudas.
Garrett marcó la ruta que siguió en su mapa, para tener cuidado más adelante. También, decidió comenzar una bitácora diaria, comenzando por su primer día de trabajo. Después de eso realizó varios viajes más, juntando un amplio catálogo de imágenes, pero no lo suficientemente amplio como para ejecutar su proyecto, por lo que pagó el segundo mes de renta de su cabaña.
Garrett llamó a sus dos primeros días de trabajo  cómo “El dúo de bienvenida”, por los sustos que le provocaron, y creyó que era hora de seguir la ruta del segundo día, la cual llamó “la ruta del humo”; pues era una muy buena opción para conseguir buenas tomas.
Preparó todo, compró un cuchillo más grande, más provisiones de viaje, y lo necesario para dormir fuera. Se decidió por hacer de éste su viaje más largo, quería conseguir muchas fotografías, además de la emoción de la experiencia. Su meta era llegar al siguiente pueblo que había en el mapa, descansar ahí y volver.
Antes de partir, percibió el mismo olor putrefacto, pero desapareció rápidamente, así que él creyó que lo imaginó. Salió de su cabaña, y comenzó a caminar hacia el monte, con un paso continuo y la mirada puesta en los detalles, como siempre lo había hecho.
Unos pocos metros antes de llegar a la cima, cuando ésta era perfectamente visible, y tenía la luz en contra, un ciervo se paró justo en la cima, cuya silueta estaba perfectamente proyectada por la impactante luz solar. Todo quedó plasmado en otra hermosa fotografía. Admiró el esplendor del paisaje hasta que el ciervo se marchó. Después continuó su camino, y, una vez en la cima, volvió a presenciar esa hermosa sensación de paz, notó que no era paz humana, era algo más, allí arriba él se sentía libre, libre de espíritu, él podía creer lo que la naturaleza le dijera, él podía ver a la muerte a los ojos y decirle “Nos vemos luego”, él tenía lo que todos anhelamos; él era feliz.
Pero él sabía que si se quedaba mucho tiempo arruinaría el momento, y, por ende, el recuerdo, así que continuó su camino. Pasó tres cerros más. Nada de olor. Llegó hasta donde el creyó que estaba el humo. Nada. En ese trayecto sacó varias fotos, muy buenas, él estaba en sincronía con la naturaleza, él ahora formaba parte de ella, él tenía un buen humor irrompible, una alegría contagiosa, a pesar de estar solo, tenía una energía más que positiva, que transmitió a sus fotografías. A él le gustaba cómo iba todo, él creía en ese momento, que cualquier sueño que tuviese era posible, que nada lo podía detener, él descubrió el modo de luchar (y ganar) sólo contra el mundo.
Él iba muy bien, llegó a sacar más de treinta fotografías, de las cuales la mayoría eran buenas piezas, y siguió así, se puso tan contento que paró, sacó su celular, sus audífonos y comenzó a escuchar música, comenzó a soñar despierto con una hermosa pieza, plagada de armonía, interpretada con violín y guitarra, al mismo tiempo que descansaba la vista y su cuerpo, una vez tuvo energía suficiente (incluso de sobra), se levantó de la roca dónde estaba sentado, guardó sus cosas, y, antes de partir, miró hacia atrás, mirando todo lo que había recorrido, y siguió su camino.
Ya llevaba bastante, y apenas era el comienzo. Cruzó arroyos, cerros y árboles capturando todo momento bello que aparecía frente a él. De pronto estuvo frente a un oso pardo, a la distancia, bebiendo de un arroyo, y, como su impetuoso espíritu le indicaba, se acercó, bastante, y le tomó una fotografía, que capturaba el curioso sentir de Garrett.
Después de eso, él siguió caminando y fotografiando cada espectacular escenario posible en las maravillosas condiciones en las que se encontraba. De repente, sin darse cuenta, volvió a ver el humo, el mismo misterioso humo que había creído ver casi un mes atrás, estaba cerca. Muy cerca. Él se armó de valor, y, sin pensarlo mucho, se dispuso a llegar. Él tenía razón.
Era una descuidada cabaña perdida, sola, parecía estar abandonada, pero no lo estaba, él lo supo desde que vió el humo, así que tocó la puerta.
Abrió un adulto mayor, con la piel sumamente maltratada, y la mirada fría, sus gestos lo describían como un sabio muy paciente.
Garrett lo saludó, le contó de dónde venía y sobre la confusión acerca de la última cabaña, a lo que el anciano le comentó que el pueblo cree que él y su familia murieron, en un incendio de su cabaña, y que ellos aprovecharon para vivir apartados de la sociedad. El anciano invitó a pasar a Garrett, oferta que él aceptó, una vez dentro, Garrett se sentó en un sillón de piel, hecho a mano, y notó lo grande que era la cabaña, contrario a cómo se veía desde fuera. El anciano le contó la historia a Garrett, la cual era larga, pero, por la curiosidad, Garrett no sintió el paso del tiempo y llegó el anochecer. El anciano le ofreció quedarse. Él aceptó. Cuando despertó, en la mañana siguiente, la familia del anciano ya había vuelto, y lo estaban esperando en la recepción. Cuando bajó, se sentó en una silla individual de madera, y comenzaron preguntándole de dónde venía y a dónde iba, insistiendo en detalles. Él respondió, luego preguntó por qué tanto interés, a lo cual le respondieron que nunca habían sido visitados, por lo que encontraban misteriosa su repentina aparición.
Garrett pasó varios días con ellos. Tomó diversas fotografías de los miembros de la familia, capturando la paz y tranquilidad con la que vivían. Prometió no hacer pública la ubicación de la cabaña, y que guardaría esas fotos, para presentarlas en otro proyecto. Ahí le dieron comida y agua, para el resto del viaje, y se dispuso a continuar su camino, pero, cuando iba saliendo de su propiedad, se desvió del camino, pues vió un posible buen escenario, pero al llegar a donde creyó ver algo hermoso, vió todo lo contrario.
Vió una fosa, encontró el olor putrefacto. Había decenas de cuerpos, algunos abiertos, otros desmembrados, pero ninguno completo. Al presenciar semejante escena, quedó atónito, inmóvil, y corrió a vomitar, pero hizo demasiado ruido, el hijo mayor lo escuchó, y lo capturó.
Se lo llevó arrastrando, bajo amenaza de cuchillo. Garrett intentó luchar. Fue inútil. Lo llevó a la casa, entró, fue a un cuarto y abrió una puerta, que llevaba a un sótano, lo llevó abajo, y lo amarró a una roca enorme, con una cadena larga, del pie. Después se fue y dejó a Garrett totalmente solo. Él quedó devastado, él creía que eran buenas personas, creyó que eran lo que aparentaban ser. Él lo creyó hasta el momento en que vió la fosa.
Todo estaba oscuro y húmedo, el olor seguía con él, y se preguntaba por qué no lo percibió antes, por qué lo percibió sólo al tenerlo enfrente. Él estaba temblando, sin tratar de tranquilizarse, él sólo quería superar el momento, a su tiempo, lo cual le llevó cerca de dos horas. Él siempre le veía el lado bueno a las cosas, e intentó hacerlo, pero le fue imposible. Por la tensión del momento, pudo conservar todas sus cosas, por lo que sacó un poco de comida, para calmarse, pero no pudo comer nada, así que se conformó con tomar un poco de agua, después sacó su teléfono, lo prendió, y, por desgracia, no tenía señal. Intentó llamar a emergencias. Nada. Se estaba alterando, así que sacó de nuevo sus audífonos y se tranquilizó al sonar del piano. Luego sacó lo necesario para encender fuego, pues tenía frío, así  que recorrió todo lo que le permitía la cadena, y pensó en cortarla, pero si lo intentaba, podría arruinar el cuchillo, por lo que se empeñó en ocultar su mochila, para evitar que se la descubrieran y quitasen.
Pasaron poco más de treinta horas para cuando bajaron, quien bajó fue el anciano, le dijo: “ Nuestra familia vive en diversas partes del país, y, una vez por año, nos reunimos aquí para desconectarnos del mundo, y, como dicta la tradición familiar, desde ya hace más de cien años, tomamos una basura al azar para preparar una cena especial conmemorativa. Te dejaremos vivir. Pero debes ser parte de la familia, cásate con mi hija menor, acompáñanos con la tradición, he visto que compartes nuestros pensamientos, renuncia al sistema. Te doy dos horas para decidir.”. Después de decir eso, el anciano se marchó, pero Garrett no tenía nada que pensar. Él no lo haría, él debía huir. Garrett no pudo soltarse, así que planeó decir “si” a la propuesta para así, lo soltasen y el pudiera huir. Pasaron las dos horas y el anciano bajó. Garrett le dijo lo que planeó, y todo fue ejecutado tal cual sus planes. Salvo por una cosa. No pudo llevarse su mochila ni nada de su interior, por lo que comenzó a dudar del éxito del plan. En cuanto lo sacaron del sótano, lo llevaron a prepararse para la boda, una  vez listo, organizaron la boda en el patio, y, antes de que llegara la novia le preguntó al anciano “Si hago esto, Sólo tendré que acompañarlos, ¿verdad?”, a lo que el anciano respondió afirmativamente, y Garrett continuó: “¿Entonces yo puedo elegir si quiero o no consumir la cena conmemorativa?”, el anciano le dijo “Hagamos esto: consumes sólo un bocado, sólo una vez, y entonces, ya eres libre de comer o no”. Garrett lo pensó seriamente y aceptó. El mundo lo creyó muerto desde ese momento.
Dos años después, en su segunda viaje a la cabaña, Garrett preguntó al suegro “¿Por qué me ofreció entrar a su familia?”, y el suegro le respondió  “El mundo humano es un lugar demasiado humano para gente como nosotros”. Garrett comprendió. Siempre lo hacía, Garrett encajaba aunque le doliera admitirlo, en esa familia están todas las personas del mundo que notarían su ausencia, ahí está su mundo humano, en esas cuatro personas, ahí él puede ser libre siempre, ahí él puede vivir en paz.
El dueño de la cabaña volvió para cobrar el tercer mes, y al no recibir respuesta, se marchó, volvió para el cuarto, lo mismo, así que se decidió a registrar la cabaña, y, al hacerlo, encontró las cosas de Garrett, entre ellas un sobre, dirigido un amigo suyo de la ciudad, en el cual había una carta y otro sobre, donde le daba gracias por ser su amigo, y le daba instrucciones de mandar el sobre. Así lo hizo. La familia  de Garret recibió el sobre, en el cual había otro sobre y una carta de despedida, que hacía parecer todo un suicidio., El sobre iba dirigido a una editorial. Así se entregó, y, en el estaban todas sus fotos, incluidas las de su último viaje, pero no había fotos de personas o cabañas.
Garrett fue asesinado tras hablar con la policía, y conseguir el arresto de su cuñado. Su esposa fue quien tiró el gatillo, pero consiguió huir a donde su padre. La policía encontró la cabaña, y la mochila de Garrett, dónde dejó su cámara dónde estaban las fotos, después de dejar el sobre en su cabaña de renta, además de su bitácora, dónde dejó escrito todo. El anciano y sus dos hijas consiguieron otra cabaña, dónde continuaron la tradición.

Aferrado a una EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora