Destino

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Solo quería volar, volar más alto y más lejos.

Extendió las alas y se lanzó a su abismo personal, esperando nieve, blanca como la luz en un mar de oscuridad.

A día de hoy no sabe qué pasó al caer, ni un rasguño, ni un solo cambio.

Más alto y más lejos cada vez, seguía sin un solo cambio.

Puede que no esté hecha para volar, aunque más bien será problema de sus alas, cosidas por otro nombre, otro cuerpo, otra alma.

En algún momento volvió a vivir entre reglas y pies clavados en el suelo.

Se despertó una mañana olvidando el propósito, deshaciendo sus alas sin darse cuenta y siguiendo el primer camino que se le cruzó delante.

Ella, una chica no lo suficientemente madura para saber qué hacer contra la vida y no lo bastante joven como para no importarle, seguía tirada en la cama, sujetando el despertador con dos dedos apagándolo cada cinco minutos, ojos entreabiertos.

Veinte minutos después decidió despertarse y prepararse para salir, salió de su habitación aún con el pijama puesto y el pelo tan enredado como un estómago enamorado.

Desayunó sola, algo de pan, zumo y mermelada. Volvió a su habitación y se puso delante del espejo, "es hora de prepararse y salir", miró por la ventana, vió el cielo gris y algunas gotas de lluvia que bajaban por el cristal

"ya sé qué llevar...unos buenos vaqueros oscuros, camiseta y suéter negro, botas negras y gorro, total, no voy a ver a nadie importante"

Las llaves, cerró la puerta tras de sí y caminó por el pasillo con la luz apagada.

El aire frío enrojece sus mejillas y el viento mueve su gorro, sonríe y levanta la mirada, observando cómo las nubes se mueven mientras saca los cascos y pone música para el camino.

Sigue paso a paso, cada cual más decidido que el anterior, tiene un destino exacto, al menos es lo único que tiene claro en esos momentos.

Siempre vuelve...pero no como esperas, no obstante...a lo mejor vuelve exactamente cuando lo esperas.

No le había visto desde la última tormenta, una gota y otra, así hasta oscurecer su ropa.

Calmó sus pasos, disfrutó el aire, puro por la lluvia y se recordó que gracias a ella hay vida.

Parecía un día gris, pero la tormenta aún demasiado lejos para iluminar con un mísero rayo el cielo sin color.

Caminó por una calle que le traía niñez y sus pupilas se dilataron.

El recorrido había terminado y solo quedaba esperar, sentada en el suelo de un cenador mirando por el hueco, esperando algo.

Fue un pedazo de cielo azul celeste que se abrió solo para ella, que hizo sus pupilas dilatarse tanto que cualquiera podría pensar que estaba enamorada.

Extraño el amor por el cielo, extraño el amor por el suelo.

Esperó y esperó, agarrando sus rodillas contra el pecho.

Un escalón y otro escalón, se veía su pelo "claro que es el suyo, deja de titubear y levántate" pero simplemente no pudo, se veían sus hombros y los hombros de ella temblaban, se veía su torso y el torso de ella quemaba, sus pies...estaba en frente de esa pequeña chica temblorosa con los pies clavados en el suelo incapaz de articular palabra.

Su respuesta fue sentarse al lado de la pequeña y hacer exactamente los mismos gestos que hizo ella al llegar, aplastó las rodillas contra su pecho, miró al cielo, que aún resplandecía y lo apagó, una nube negra pasó delante de sus ojos.

-Hace mucho que no pasaba por aquí - dijo él rompiendo el silencio

- Ya, hace mucho tiempo que nadie pasa por aquí-

- Eso no es verdad, siempre hay niños corriendo por aquí con sus pelotas, sus gritos y risas, este sitio nunca está vacío -

- Yo lo recuerdo vacío - dijo ella en tono cortante, aunque le faltaba aire para acabar la frase.

- Si tú estabas aquí, no estaba vacío - se permitieron una sonrisa y después de un instante ambos miraron al suelo, sin ver que había salido un rayo de sol justo delante de ellos. 

Hablaron de sus vidas y de lo bien o tan mal que les iba, de sus idas y venidas, de los amoríos y los desengaños. Cayó la noche y el cielo se despejó, alguna que otra estrella se dejó ver por el hueco y la tierra olía por la lluvia.

"Al final me voy a arrepentir de haber querido volar"

La vista desde abajo era maravillosa, ambos en la misma postura que al comienzo del día, habiendo pasado ya un almuerzo juntos y más risas de las que cabía esperar un día como aquel, aunque, más bien, de ese día no se podía esperar nada ya que ella misma no esperaba nada y fue grata la sorpresa cuando él insistió en acompañarla hasta su casa.

-¿Cómo lo has pasado?- esta vez fue ella la que cedió

- Muy bien, el momento de la camarera lo recordaré una semana, o puede que más-

- Ya sé que soy torpe, pero al final todos se rieron, incluída yo- frunció el ceño buscando una respuesta que corroborara su afirmación

-Cierto, eso fue lo que más voy a recordar-

Y así fueron todo el camino, recordando momentos de ese día, caminando por calles que guardaban sus secretos, sus años juntos e imágenes que tampoco se olvidarían en años.

La despedida fue breve, pero no dolorosa, prometieron llamarse y él prometió escribirle cuando llegara a casa, ella en cambio prometió mandarle un mensaje antes de ir a dormir. Entró, cerró la puerta de entrada y él dio la vuelta, sonriente. Aquel sería uno de esos momentos, guardados en un saco sin fondo, en una calle con mil salidas, y él, escogió la calle más larga para llegar a casa.

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⏰ Última actualización: Jan 06, 2017 ⏰

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