Sobrevolando un cielo de tinta

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Nadie puede negar que un libro, la historia que narra y guarda con recelo, es una recopilación de esfuerzo, tiempo, trabajo, dedicación e investigación. Y, sobre todo, de imaginación.

Escribir es ir a cazar mariposas. Las ideas revolotean frente a nosotros pintadas de vivos colores, trazando espirales y complejos bailes entre las flores. Buscamos capturar aquellos ejemplares exóticos y nunca antes vistos, desechando los moscardones y abejas que nos encontramos por el camino. Pero, ¿y qué ocurre con aquellas mariposas que escapan de nuestra red?

Mientras nos centramos en las que están en nuestra posesión las demás se alejan, desapareciendo de nuestra vista para no volver a verlas jamás. Y así, sin más, las ideas que cruzaron nuestra mente en fugaces destellos de luz se evaporan, como si nunca hubieran existido.

Pero lo hicieron.

Tal vez no sea cuestión de hacerse con una red más grande, sino de elevarnos nosotros con el viento y mirar todo desde arriba. Convertirnos en aves que vuelan por el cielo, contemplando esas mariposas que revolotean nerviosas a ras del suelo.

Empapémonos las plumas de la tinta que cae sobre nosotros en forma de tormenta y salpiquemos el suelo con ella mientras batimos nuestras alas. Atravesemos países, posémonos en árboles a descansar y retomemos el vuelo hacia el horizonte, en busca de un final que sabemos que no existe, pues siempre existirán historias que contar.

Convirtámonos en pájaros de tinta que vuelan sin descanso sobre el papel en blanco. 

Porque somos aves.

Porque somos escritores.

Pájaros de tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora