Canto XXXIII

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"Deus, venerunt gentes", alternando ora las tres ora las cuatro, dulce salmodia las damas comenzaron, y lagrimando:

y Beatriz, suspirosa y pía, las escuchaba tal mudada como en la cruz se cambió María.

Mas luego que las otras vírgenes dieron lugar a que ella hablara, alzada derecha en pie, respondió, encendida como el fuego:

"Modicum, et non videbitis me; et iterum, hermanas mías dilectas, modicum, et vos videbitis me".

Luego reunió delante a las siete, y tras ella, con un ademán, me puso a mí y a la dama y al sabio que se había quedado.

Así marchaba; y no creo que hubiese en tierra su décimo paso puesto, cuando mis ojos con sus ojos hirió

y con tranquilo aspecto: Ven más de prisa, me dijo, para que, si hablo contigo, a escucharme estés bien dispuesto.

Tan pronto estuve, como quería, consigo, me dijo: Hermano, ¿porqué no te atreves a preguntarme ya que vienes conmigo?

Como aquellos que por demás reverentes ante superiores que están hablando, no sacan la voz viva de entre los dientes,

me ocurrió a mí, que sin sonido entero comencé: Señora, mis indigencias las conocéis, y lo que a ellas es bueno.

Y ella a mí: De temor y de vergüenza quiero que de ahora en más te desentiendas, para que no hables más como hombre que sueña.

Sabe que el vaso que la serpiente rompió fue y no es; mas quien no tiene culpa, crea que la venganza de Dios no teme sopa.

No siempre quedará sin herencia el águila que sus plumas dejó en el carro, para que fuera monstruo y después presa;

que veo ciertamente, y por eso lo narro, que ya le otorgarán un tiempo estrellas cercanas, que a salvo están de todo obstáculo y barrera,

en el cual un quinientos diez y cinco, enviado de Dios, matará a la ratera9 con aquel gigante que delinque con ella.

Y quizá mi profecía oscura cual de Temis y de Esfinge, menos te persuada, porque a su modo al intelecto ofusca;

mas pronto los hechos serán las Náyades, que resolverán este fuerte enigma sin daño ni de ovejas ni de avenas.

Tú anota; y así como mis labios las vierten, así enseña estas palabras a los vivos del vivir que es un correr a la muerte;

y ten en mente, cuando las escribas, de no ocultar cómo has visto la planta que fue aquí robada dos veces.

Quienquiera roba o arranca la planta con blasfemia de hecho ofende a Dios, que sólo para su uso la creó santa.

Por morderla, en dolor y en deseo cinco mil años y más el alma primera ansió al que al mordisco castigó en si mismo.

Duerme tu ingenio, si no estima que por singular razón ella es excelsa tanto y tan transmutada en la cima.

Y si no hubieran sido agua del Elsa los vanos pensamientos entorno a tu mente, y su placer un Píramo para la mora,

por tantas circunstancias solamente la justicia de Dios, en el interdicto, al árbol conocerías moralmente.

Pero como te veo en el intelecto hecho de piedra y, empedrado, teñido, tanto que la luz te ciega mis dichos,

quiero que si no escritos, dibujados al menos, te los lleves adentro de ti por lo mismo que el bordón se lleva de palmas ceñido.

Y yo: Así como la cera del sello, la figura impresa no trasmuta, así está sellado ahora por ti mi cerebro.

Mas ¿porqué tanto de mi visión vuestra deseada palabra vuela que más la pierde cuanto más se ayuda?

Porque conoces, dijo, aquella escuela que has seguido, y analizas su doctrina de cómo pueda seguir tras mis palabras;

y ves cómo vuestra vía de la divina tanto es distante, cuanto se desacuerda la tierra del cielo que más alto festina.

Por donde le repuse: No me recuerdo que me desviase nunca antes de vos, ni tengo conciencia que me remuerda de ello.

Y si de ello memoria no tienes, sonriendo respondió, ahora recuerda sin embargo cómo bebiste del Lete;

y si del humo el fuego se argumenta, este olvido claramente concluye culpa en tu voluntad en otras cosas atenta.

En verdad de ahora en más serán desnudas mis palabras, cuanto sea preciso descubrirlas a tu vista ruda.

Y mas corusco y con más lentos pasos custodiaba el Sol el cerco meridiano, que aquí y allá, como los aspectos, muda,

cuando se detuvieron, como se detiene quien va delante de gente en escolta si encuentra novedad o sus vestigios,

las siete damas al fin de una tenue sombra, como la que bajo hojas verdes y negros ramos sobre sus fríos ríos los Alpes portan.

Delante de ellas al Éufrates o al Tigris me pareció verlos salir de una fontana, y como amigos separarse pigres.

¡Oh luz, oh gloria de la gente humana! ¿qué agua es ésta que se despliega de un principio y se divide lejana?

A tal ruego me fue dicho: Ruega a Matilde que te lo diga. Y así repuso, como hace quien de una culpa se disculpa,

la bella dama: Ésta y otras cosas dichas le fueron por mí; y estoy segura que el agua del Lete no se las ha escondido.

Y Beatriz: Tal vez mayores cuidados, que muchas veces de la memoria privan, han hecho de su mente la vista oscura.

Mas mira al Eunoe que allá deriva: llévalo a él, y, como es tu estilo, su marchitada virtud reaviva.

Como alma gentil, que no se excusa, mas hace suya la voluntad ajena no bien que un signo se la descubra;

así, luego que ella me tomara, la bella dama avanzó, y a Estacio donosamente dijo: ven con él.

Si tuviera, lector, más amplio espacio para escribir, yo cantaría en aparte el dulce beber que nunca me dejara sacio;

mas porque llenos están todas los pliegos urdidos en esta cantiga segunda, no me deja ir más allá del arte el freno.

Yo retorné de la santísima onda así rehecho como plantas nuevas renovadas con nueva fronda,

puro y dispuesto a subir a las estrellas.

La Divina Comedia: El Purgatorio(COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora