Dieciocho

1.1K 82 34
                                    

Otra vez sentada angustiada en un taxi esperando a que la luz roja cambiara para poder llegar temprano al trabajo, sin embargo, eso no era lo que me ponía de mal humor, lo que sí lo hacía era el hecho de no haber dormido casi nada. Y es que no podía conciliar sueño, debido a que mis pensamientos estaban en el niño y los dolores repentinos por mi cuerpo, ahora resultaba que tenía uno justo en mi ombligo. Genial.

-Señorita, aquí tiene-, habla el conductor cuando me da el vuelto.-, me había dado demás-, le sonrío porque ya no había tanta gente buena como él.

-Buenos días-, sonrío y me salgo del carro, para luego correr por toda la calle, tropezándome con toda la gente, para así, llegar a notificar mi llegada.

Una vez listo, decido irme por un café, total, estaba al frente. Cruzo la calle y escucho varias bocinas.

-¡Ten cuidado!-, grita el hombre al volante y de inmediato vuelve a acelerar para seguir con su camino. Estaba a punto de morir y su frenada de último minuto me había salvado la vida, seguramente aquél me odiaba, pero yo lo amaba por no haberme atropellado.

No podía creer lo que había pasado, casi moría por estar pensando en otras cosas, bueno, en realidad, en una sola cosa: esos hermosos ojos. No sabía en dónde los había visto antes de la fiesta, pero me encantaban, me hipnotizaban.

¿Por qué me llamaban tanto la atención?

Me sentía como toda una niña que vivía y moría por aquel chico que la volvía loca, pero la verdad es que no lograba comprender esta afanación. Solo era un chico.

-Un frapuccino, por favor-, logré hablar cuando llegó mi turno, el chico me miró y lo tecleó rápido en su computadora.

-¿Señorita?-, y ¡wow! Esos ojos eran bonitos, pero no me causaban la misma sensación que aquellos. Lo miré ceñuda al no entenderlo, sin embargo, a él le parecía divertida toda esta situación-, necesito que me de su dinero-, repitió lento. Reí por mi torpeza y le di lo que costaba mi café-, aquí tiene-, me dio un papel blanco y luego, fui a donde me lo entregarían.

Estaba tan metida en mis propios pensamientos, que no era consciente de lo que sucedía a mi alrededor-, gracias-, sonreí, pero al instante se borró cuando choqué con un chico y todo el frapuccino cayó en mí.

-Discúlpame, discúlpame-, parecía bastante nervioso, y no era para menos porque mi expresión seguro reflejaba un 'muérete' o un 'tírate por el barranco'.

-Ella era idéntica-, era imposible que escuchara su voz después de tanto tiempo. Lo vi entrar con una sonrisa que mataba, por un momento me imagino siendo yo la razón de aquella, pero no, era la tonta chica de piernas largas.

No lo podía creer, él era aún más perfecto sin su antifaz. Además, esos ojos que me hipnotizaban se resaltaban con mayor furor. Sin duda, hoy iba a morir.

Entré en pánico cuando estaba a punto de pasar por mi lado y decidí besar el cachete del chico que había sido dueño de mi desgracia. Instantáneamente una sonrisa coqueta apareció en su rostro, bufé, adolescentes.

-Discúlpame, discúlpame-, y volví a la realidad. El mocoso seguía aquí.

-Cállate-, le di una sonrisa y me paré antes de que el 'chico sexy' me viera. Caminaría directo a la salida y haría como si nada hubiera pasado, sin embargo, mejor era ir a sentarme a alguna mesa cerca de él a contemplarlo por unos segundos. No creía que me lo volviera a encontrar.

-Chau-, pasa el adolescente torpe por mi lado y me da una sonrisa 'matadora', pero lo único que causa en mí es vomitar.

-Me matas-, susurré viéndolo o eso creía porque instantáneamente volteó hacia mi lugar, pero no contaba con que yo pegaría mi cara a la mesa como chicle, nadie se había dado cuenta. Después de eso, estuve contemplando su hermosa espalda-, mierda-, bufé y me paré. Estaba siendo una total tonta, ¿qué hacía aquí? ¿Viéndolo? ¡El trabajo!

Adicto A TiWhere stories live. Discover now