Nadie sabía porque a Harold le afectaba tanto la muerte de un gato. No lo creían muy sentimental, realmente no lo conocían, claro está que él no se dejara conocer y tampoco lo harían, él dejó este mundo después de la muerte del gato.
El día de su muerte, todos, vecinos, familiares, amigos y no tan amigos asistieron.
Él era muy extraño, pero aún así era muy querido.
Harold no era el prototipo de persona que aparentaba ser, él se hacía pasar por rudo y malo, pero nunca nadie le creyó. Tampoco es que esos hoyuelos adornando su cara, esa mata de rizos chocolate/grisáseo desprolija y esa sonrisa con esos labios color sandía le ayudaran mucho.
Sus ojos eran muy verdes y brillosos, tanto que llegaban ser infantiles, si no fuera porque ellos estaban apagados desde hacía tiempo, le hubiesen ayudado a quitarse diez años de su persona.
Harold era Harold, un hombre mayor de 50 años que tenía un pasado muy hermoso, un presente que le atormentaba y un no futuro.