—¿Tu aprendiz?

Cerró los ojos. Lo peor de Moreau era que, en el fondo, tenía tantas o más ganas de las que había tenido ella en su momento de aprender.

—Algo así.

—Genial.

—Genialísimo, vaya.

La luz iba y venía al adentrarse en los distintos túneles que conformaban el camino a Nifelheim. Daniela no estaba acostumbrada a viajar, pues de aquellos quehaceres se ocupaban los otros, pero sabía que empleaban aquellas horas para prepararse y estudiar los casos. Merian, incluso, según palabras textuales, aprovechaba las horas para descansar un poco o, dependiendo del día y del ánimo, dibujar.

Con Morganne, por desgracia, cualquier cosa salvo hablar era imposible.

—¿Y a dónde vamos? A Nifelheim, sí, eso lo sé, pero ese sitio es muy grande... bueno, en realidad no, pero ya me entiendes. Iremos a algún lugar en concreto, ¿no?

—A la capital: al barrio de las Aguas.

—Eso no suena demasiado bien. Bueno, todo Nifelheim suena mal. Mi madre... —La muchacha le lanzó una fugaz mirada llena de interrogantes—. Tú sabes quién es mi madre, ¿verdad?

Asintió. Aunque las obras de Genevieve Moreau estuviesen sobrevaloradas era innegable que tenía talento. No mucho, pero sí el suficiente como para poder ser considerada artista. Era una lástima que no lo explotase más: de haber invertido más horas seguramente habría acabado siendo una mujer brillante. Por suerte para ella, teniendo un rostro y un cuerpo como los suyos, lo demás era secundario.

—Qué preguntas. —Sonrió con socarronería—. Todo el mundo sabe quién es mi madre. Pues bien, la cuestión es que ella me hablaba a veces de Nifelheim y nunca era para bien. No me extraña que medio planeta les odie: esa gente apesta.

—¿Apesta? No digas tonterías. Nifelheim no es el peor sitio en el que vivir, te lo aseguro. Chao Meng-Fu tiene unas condiciones bastante peores. Imagino que no has salido de Caloris en tu vida, ¿me equivoco?

Morganne entrecerró los ojos, repentinamente molesta, ofendida, pero no respondió. Su sonrojo evidenciaba que no solo no había salido de la capital del planeta sino que, además, apenas había salido del magnífico palacio en el que vivía con su madre. El gobernador, tratando con ello de evitar que saliese a la luz la verdad sobre su idilio con la artista y la existencia de la cría, había convencido a Genevieve de que cuanto les rodeaba era demasiado peligroso como para que saliesen de casa.

Era una lástima que no hubiese logrado seguir reteniéndola un poco más.

—Deberías ir con cuidado con lo que dices: el Parente se crio en Nifelheim. De hecho, las personas a las que vamos a recoger son bastante importantes para nosotros por lo que deberías vigilar un poco la lengua.

—¿Importantes para nosotros? —Morganne pasó de estar tumbada a sentarse entre dos asientos, llena de curiosidad—. ¿A qué te refieres? ¿Al equipo?

Daniela suspiró. Tarde o temprano descubriría su identidad por lo que no valía la pena seguir alargando más el misterio. Al contrario, quizás así, ya con algo con lo que distraerse, lograría mantener la boca cerrada el resto del viaje.

—Vamos a recoger a Tanith Tremaine y a su hijo, la esposa de...

—...del Doctor Murray —finalizó ella con seguridad, sorprendida—. La conozco: nos presentaron hace unos días, en Kandem. De hecho, yo fui la que la sacó del agujero en el que se cayó. El resto no cabía... Veo por tu cara que no sabes nada. ¿Quieres que te lo explique?

ParenteWhere stories live. Discover now