—¿Qué? —frunció el ceño.

Sentí los ojos de todo el mundo clavarse en mí, incluso la mirada de incertidumbre de Sebastián. Valerie dio un paso adelante y volvió a tocarme el hombro, murmurando en mi oído:

—Ángela, no lo defiendas.

—No planeo defenderlo. —Encogí mi hombro a propósito y su agarre cayó. Determinada, miré a Traian con toda la fuerza de mi alma—. Suéltalo, ahora.

Me contempló por varios segundos tensos, como si intentara descubrir mis intenciones ocultas a través de mis ojos. Me esmeré en mostrarme inflexible, casi amenazante, aunque sabía que eso no sería posible. Al final, tal vez para evitar una escena más grande o por curiosidad de saber lo que yo haría, soltó a Sebastián y se alejó varios pasos de él.

Todos vimos cómo este último jadeó, giró apoyando su espalda contra los casilleros y se llevó el brazo dolorido al pecho. Miró a Traian de tal manera que parecía sugerir que le saltaría encima en cuanto pudiera sentir su brazo de nuevo y esta discusión terminaría en sangre justo dentro del colegio. No tuve más opción que adelantarme otro paso y obligar al moreno a mirarme. Encogido como estaba, casi nos encontrábamos a la misma altura, lo que me dio una mayor sensación de confianza.

—No vuelvas a ponerme un dedo encima —dije tranquilamente, luego aguardé su respuesta. Todo estaba en un silencio expectante.

Lo vi tragar, su manzana de Adán moviéndose. Aspiró aire y murmuró con los dientes sumamente apretados:

—No te acerques a él, Ángela. No lo conoces.

—Nunca me ha maltratado —corté sin anestesia—, ni emocional ni físicamente. Eso es más de lo que puedo decir de ti, que te conozco desde hace años, y aun así me sorprendes cada día. —Luego agregué, imprimiendo dureza en mis palabras—: Me tocas otra vez de una manera que no me guste, y tú y yo vamos a tener un serio problema. No con él —bufé, señalando a Traian con la cabeza—, sino conmigo.

Sebastián Videla me miró varios segundos en silencio, como procesando que yo realmente le había hablado de esa manera y le había dicho esas palabras. ¡Por supuesto que lo había hecho y había disfrutado cada segundo de ello! Me sentía viva, fuerte y capaz por primera vez en mucho tiempo. Parecía que había sido vulnerable en una vida diferente a esta. La nueva Ángela no se dejaría pisotear por ningún patán arrogante.

Entonces, el cretino bufó y se echó a reír de una manera repugnante. Sentía cada carcajada clavarse como un vidrio filoso en mi interior.

—Oh, Ángela, ¿crees que me asustas, preciosa? ¿Crees que me atemoriza tu intento de intimidación de mierda?

—No soy tu "preciosa" —respondí sin inmutarme—. Solo estoy dejando las cosas claras. Si me ves, no te acerques a mí. No me dirijas la palabra, no te entrometas en mis cosas, y de esa manera no tendremos ningún problema.

—¿Te crees muy valiente por tenerlo a él? —masculló, entornando los ojos. Sus pupilas se encontraban muy dilatadas—. No lo conoces, ¡no sabes una mierda sobre quién es! Te estás metiendo en problemas.

—Es mi problema —remarqué, harta de que se creyera con el derecho de dictar mi vida cuando se había largado de ella—. Tú no eres nadie para opinar. Para mí no existes, porque no vales nada. —Sonreí—. Lo que yo haga con Traian, o con cualquier otro hombre, no es tu problema.

—¡Oh, ahora todo tiene sentido! ¿Te acostaste con él, no es cierto? —gritó, exaltándose de nuevo—. ¿Unas horas de conocerlo y ya le entregaste tu virginidad? Sabía que eras fácil, pero no imaginaba cuánto.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELWhere stories live. Discover now