La Primera Vez

16 2 0
                                    

Muy pocas personas lograban escribir mi nombre correctamente. Después de todo, yo era la niña nueva que no hablaba el lenguaje y no parecía de dónde venía. Entre todos los alumnos que Valentina me presentaba, pocos lograban adivinar mi nacionalidad. Hasta la fecha, se dan cuenta tan pronto como digo una oración. Antes de que le atinen, me es común escuchar Brazil, Colombia, e incluso Iran. Pero el día, ese día caluroso de Verano, lo conocí. No hubo mucho que decir, me pareció un chico "común" con el cual me costaba interactuar, como con cualquier otro. -"Mira te presento a Joel". -"Hola, yo soy Danielle". -"Hola". Emprendí está aventura por diversión pero hasta hoy, ya me ha tomado más de lo planeado. La gente me considera social, pero al estar en un país extranjero, ya muchos no opina lo mismo. Quería regresar a mi país, pero por cuestiones del destino, me quedé. Dicen que el error más grande de una persona es pensar que su futuro está predeterminado por el destino. Al principio creí que era así, hasta que empecé a crear el mío. El amor, el amor, difícil de entender en muchas ocasiones y obvio en pocas. Para resumir, tres, no, cuatro, o cinco... la verdad, ya perdí la cuenta. Podría decir que lo viví. La primera vez que me enamore tenía doce años, el tenía catorce. De ahí surgieron más, y más, y más. Pero eso sí, nunca salí con ninguno. Me consideraba la niña rara, pero no por mi personalidad aunque así lo era, si no porque mientras todas mis amigas ya tenían novio y otras ya habían perdido hasta su virginidad, en el otro lado estaba yo. Ni siquiera había dado mi primer beso, con eso explico mucho. Sus nombres, son lo de menos, pero de cada uno guardo una historia. El primero, me mostró lo que es el amor puro, ese, el que sale directo del corazón, libre de engaños. Un amor tan sincero e inocente que me hacía pensar que nunca lo volvería a encontrar. Después, un amor dulce, escondido en su vergüenza y arriesgado. Admiraba que el chico más penoso y guapo hiciera un intento por hablarme. Es un muchacho elegante, con mucho porte y agradable. Después viene el tercero, donde aprendí que la confianza es de lo más valioso que una persona puede regalarte. Su nombre me recuerda a la Biblia, su rostro al de un bebé, y su personalidad a la de un niño pequeño, pero su aspecto, al de un apuesto caballero. En el momento que me confesó su más guardado secreto, supe que su amor, era real. Y ahora el cuarto, por terminar pero no el final. Un chico interesante que me ofrecía un amor inquietante. Cuando el más popular se fija en ti, es difícil creer que de verdad lo esté haciendo. Con él fue diferente porque aunque muchas querían estar con él, tenía un corazón noble sin malas intenciones. Aprendí que no debes apegarte al primero que te hable bonito. Y es que mi primer desamor me enseño que cuando te rompen el corazón, no es tu culpa. Yo no lo entendí, pero tuvo que ser así. En fin, a todos los recuerdo con mucho amor. Me fue difícil no aferrarme después de tantos años pero ahora todo ha cambiado. Otro de los peores errores que alguien puede cometer, es pensar que poseen el conocimiento de todo. Creí haber ya experimentado todo, y que otro hombre no sería, ni me haría sentir como que ellos, como si ya no tuviera chiste. Valla que me equivoqué, y lo hice porque, nunca me imaginé que habían más en el camino. Vale que las mejores experiencias llegan de sorpresa. Enamorarte de una persona en poco tiempo no era normal, al menos no para mí. Y es que con todos los demás me tomaba más de ciento ochenta días. Contar los días empezó a formar una parte importante en mi vida. Empezando por fechas y luego por lo acumulado. Quién diría que el amor de mi vida estaría a la vuelta de la esquina. Como curar un corazón roto, fue el primer ensayo que escribí. A pesar de estar en este país, nadie me prohibiría escribir en mi lenguaje natal. Sigo extrañando allá, pero estar aquí cada vez pesa menos. Por todo un año no tuve cabeza para el amor, solo pensaba que lo qué pasó, no volvería a ser. Noventa días, noventa días bastaron para cambiar mi punto de vista. Disfruto escuchar música clásica mientras práctico mi poesía. Empece a escribir sobre mi percepción y termine haciéndolo sobre aquel chico. Cada uno de mis poemas, frases y anécdotas. Todas, toditas sobre él. Pasaron doscientos días para descubrir que el día que lo conocí no fue lo que aparentó. Al principio no significó nada, pero conforme pasa el tiempo me di cuenta que, lo fue todo. Nunca noté el brillo de su sonrisa, ni mucho menos la conexión que nos había unido aquel día. Mi única preocupación era pasar mis materias. Es difícil sacar diez cuando no entiendes una palabras de lo que se habla en clase. Bueno al principio todo había marchado bien, decentemente termine el año sin percatarme que el siguiente me haría querer retirarme. -"Tenemos clase juntos". -"¿Cómo sabes?". -"La maestra llamó tú nombre, pero no estabas ahí". Entre mi mala memoria, el no se da cuenta que cada una de sus acciones y palabras, las recuerdo como si me las acabara de decir. Un amor que te hace perder la razón. Entre las noches de Mozart te recuerdo, y entre cada película, deseando que estés aquí. Si yo pudiera explicar esto, no tendría que lidiarlo. No se realmente donde comenzó todo. Una mañana desperté, y estaba feliz por verte. Otro día fui a dormir y estaba contenta por haberte visto. Un simple gesto puede causar satisfacción, pero un acto, te alegra el día. Si yo fuese más valiente; confesaría lo que guardado llevo en mi pecho. Nunca he tenido problemas para expresar mi sentir pero, créeme chico, contigo no pasó así. Al mismo tiempo tenía muchas cosas en la cabeza. Me preocupaba la escuela y mi familia. Quería destacar y volverlos a visitar. Sabes que ya valiste cuando no puedes evitar pensar a esa persona. Yo sabía controlar mis emociones pero como iba a hacer lo si no había lidiado con ninguna parecida. Hay mañanas tan lindas, que quisieras no oscureciera. Hay noches tan profundas, que quisieras dormir cubierto de estrellas. Que curioso, eso de las estrellas me parecía un cliché. Sentía que hablar de ellas no era original, pero comer caracoles si, como se acostumbraba en mi país porque nadie aquí lo hacía. No le veía sentido hablar de algo poco original, pero valla que les tome cariño cuando su brillo se parecía al de tu despampanantes mirada. No me olvido de los gatos, bien recuerdo odiarlos a más no poder. Después de conocer al tuyo, los empecé a querer. Y tal como olvide el pasado, supuse que esto iba a terminar. Poco sabía que a casi mil días, te iba a recordar. Los días, los días, quien imaginaria que los querría alargar, pero sólo cuando estaba contigo. Y ahora estoy concertada. No llego a una conclusión de lo que realmente es. De tanto pensar y pensar, mi cerebro no da para más. No puedo explicar si quiero obtener una respuesta porque sé, que está no será la que quiero.

Danielle & Joel Where stories live. Discover now