Primera parte: Viento

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Dicen que el viento es sereno, solitario y frío. Hay gente que lo odia porque destroza sus peinados después de haber estado tres horas arreglándose, rompe los paraguas en los días de lluvia o desordena todo lo que esté a su alrededor. Nadie se imaginaría que una chica pudiese ser capaz de controlarlo, ser parte de ello. En el mundo que vivo... No existen esas fantasías. Pero, ese día, se demostró lo contrario. Todas las historias comienzan con una desgracia.
Me faltaban unos días para cumplir los dieciséis y mis padres estaban preparando los preparativos de la fiesta. Ellos no eran muy sociables, preferían estar en casa conmigo.
-Hume, ¿podrías traerme una cajita que tengo en mi cómoda? -Dijo mi madre. Yo estaba viendo la tele, pues no faltaba mucho para comer.
Asentí y traje lo que me pidió. No tenía mucho parecido en ella, ni a mi padre tampoco. Él estaba haciendo el almuerzo, era un gran cocinero. Adoraba la cocina y siempre le gustaba hacernos a mi madre y a mí platos que nadie podría degustar. De pronto, sonó el timbre. Mi mamá fue a abrir, dejando la caja sobre mi regazo. Pesaba bastante, imaginé que habrían joyas o maquillaje.
A mis espaldas, oí gritos. Eran mis padres. Me escondí en el sofá, sin poder moverme. Tenía mucho miedo. Me asomé un poco para observar la situación. Habían cuatro hombres vestidos de negro, viendo solo a uno el rostro. Hicieron que mis padres se arrodillasen y aquel al que más temía, preguntó:
-¿Dónde está?
-No te la daremos jamás -contestó mi madre.
Ella recibió una guantada.
-¡No te lo repito más! ¡Sé que está aquí, en alguna parte!
Ambos negaron con la cabeza.
-Llevo mucho tiempo queriendo hacer esto... No servís para nada -de sus manos apareció una energía negra extraña y la introdujo en el interior de aquellos que me dieron la vida.
No grité. No pude hacer nada por ellos. Me quedé escondida, temiendo por mi vida. Sabía que me querían y mis padres me habían protegido todo ese tiempo.
Escuché unos pasos acercándose donde yo estaba. Justo a unos metros de encontrarme, hubo un murmullo y desaparecieron.
No lloré. No grité.
Salí de mi escondite. No supe cómo reaccionar. Vi las miradas vacías y los cadáveres. Mi madre señaló un lugar y dio su último suspiro. Se dirigía a aquella misteriosa caja. Sin pensarlo, llamé a la policía. Les expliqué lo ocurrido y al principio no me creyeron. No hubo arma del homicida ni rastros. Cerraron el caso y me intentaron llevar a una casa de acogida. Por desgracia, nadie quiso adoptarme. ¿Por mi aspecto o cómo soy, tal vez? ¿O porque me quedé huérfana y no supieron dar con el asesino? Más tarde, el centro tuvo que cerrar y pedí que me dejasen vivir sola, en mi antigua casa. Tras unos meses, aceptaron y decidieron que me mantendrían si antes de tener la mayoría de edad tendría un título y trabajo.
No hubieron noticias ni nadie fue al funeral. Mi familia me mandaba cartas, mensajes para apoyarme. Pasé de responderlos. Quería estar sola.
Esto no fue lo único que ocurrió, existía otro acontecimiento más. Pasó un día que fui a visitar a mis padres al cementerio. Iba cada semana a ponerles flores y hablarles. Sé que no volverían y no quería reconocerlo. Me sentía sola. En esa fecha era invierno, justamente dieciocho de febrero del dos mil diecisiete. Fue hace unos meses. En ese momento ya estaba superando aquella pérdida y fui antes de ir a clases. Charlé un rato con el par de rocas que sepultaban a mis padres. Sin motivo alguno, sentí que algo me llamaba. Era el viento. Anduve por allí sin ningún rumbo, buscando la llamada. Una suave brisa me empujó hasta un pequeño altar, donde habían unas letras grabadas que decían "Tú eres el viento, quién guiará a los elegidos". Rocé mis dedos sobre estás, provocando un gran estruendo. Retrocedí. El aire se agitó y ese grabado se iluminó. Una voz femenina me habló, leyendo esa frase.

Y esto pasó... Hace unos meses.
Mi nombre es Humedras y soy Viento.

Las Crónicas de los Elegidos [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora