Prologo

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21 de diciembre de 16XX

Resonaban los pasos de varias personas a través de los muros de piedra del lugar, produciendo un fuerte eco que envolvía los pasillos desiertos.

Lo primero que se podía observar, al alero de la noche cerrada, fue la luz de un farol débil que venía doblando el recodo y luego, a cuatro figuras de largos mantos y rostros serios, que con el juego de sombras producidas por el contraste de la oscuridad y la luz, llegaban a verse tétricos. Eran dos mujeres y dos hombres.

—¿Están seguros que esta es la mejor decisión? —preguntó uno de los hombres con un tono de voz aflautado y cabellos castaños—. ¡Esto es muy importante!, deberíamos decírselo al resto.

—¿Y provocar una ola de histeria en la comunidad mágica? —dijo una de las mujeres, de cabello negro y expresión severa—. No, mi querido Salazar, no es el mejor momento para que entre nosotros se desate la paranoia.

—Subestimas el carácter de la mayoría de nuestra gente, Rowena —dijo Salazar, con algo de desdén.

—Hemos votado y la decisión esta tomada —dijo el otro de los hombres, de cabello rojizo oscuro y con voz de mando—. Amigo mio, tú sabes que ninguno de nosotros sería capaz de poner en peligro a Helga y si se lo decimos al resto...

La frase quedo en el aire, pero no hizo falta decir más para que Salazar captará el posible desenlace de toda esta historia y él, se lanzaría a la boca de un dragón antes de poner en peligro la vida de Helga, una vez más.

—Godric, Rowena —habló con voz apagada la única persona del grupo que se había mantenido fuera de la conversación. Una mujer de mirada cálida y cabellos rubios, pero quien en su rostro demostraba un gran cansancio—. Salazar solo quiere hacer lo correcto, como todos nosotros. No desquitemos con él nuestro nerviosismo.

La mujer caminó unos pasos adelantándose al resto, pero algo pareció hacerla tropezar aunque nunca llegó al suelo, pues Rowena la atajó, deteniendo su caída.

—¡Helga! ¿Estas bien? —pregunto Rowena, mientras Salazar y Godric se acercaban con los rostros pintados de alarma.

—Estoy bien —respondió Helga con una sonrisa débil—. Terminemos rápido con esto.

—Salazar, para tu tranquilidad esto no permanecerá oculto para siempre —dijo Rowena, mientras ayudaba a su amiga a incorporarse—, solo esperamos por el momento perfecto para que esto sea revelado.

El hombre pareció quedar conforme por el momento y el grupo volvió avanzar, pronto llegaron a un callejón sin salida... o eso parecía. El grupo se posicionó ante la pared que no parecía tener nada de especial, sacaron unas varitas de madera de distinto tamaño y color, mientras sus rostros demostraron una enorme concentración.

—¿Listos? —pregunto Godric, el resto asintió—. Comencemos entonces.

Acto siguiente; los cuatro alzaron sus varitas, las que se iluminaron en la punta más delgada a medida que ellos murmuraban una retahíla de palabras que, por el eco de los pasillos, apenas si se entendían. Unos cinco minutos después, en la pared se delineó con una luz difusa un rectángulo perfecto, que poco a poco fue iluminándose por completo. Cuando los cuatro terminaron de recitar el hechizo, la pared ya contaba con una abertura que antes no existía.

Helga decidida, se introdujó por la nueva entrada y unos segundos más tarde lo hicieron sus tres acompañantes. Una vez todos adentro, subieron las escaleras de caracol que se había creado junto con la entrada y más de alguno pensó, después de varios minutos de ascensión, que era algo más larga de lo que debería; aun así subieron en silencio.

Harry Potter y las profecías olvidadas.Where stories live. Discover now