CAPÍTULO 01 | Primer ataque

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—Supongo que alguien se encargó de daros la bienvenida—escucho a mis espaldas.

Me giro. Un hombre musculoso nos dedica una sonrisa que sólo podría compararse con la peor catástrofe mundial: es cruel. Su cabello violeta es largo y, gracias al viento, tapa un poco su cara. No tarda en sacudir su cabeza para hacerlo a un lado. Entonces enfoca a Heather, y deja de sonreír de manera brusca.

Observo su traje negro. Deja al descubierto sus brazos y puedo ver un tatuaje en él. Vicent.

Detrás de él hay una gran pared de cristal que nos permite ver dos casas en un gran espacio verde. El hombre musculoso nos hace señas para que lo sigamos y se acerca a una puerta que no había visto, la abre y luego se hace a un lado. Heather es la primera en entrar al lugar, pero yo no puedo avanzar. Parece una jaula, siento que estoy metiéndome en una clase de encierro. Me falta el aire. Todos se apresuran a ingresar dando pasos apretados y yo lo único que puedo hacer es observarlo todo con confusión.

Hay mucho césped, y en el fondo se alzan dos casas, ambas de un solo piso. Son exactamente iguales, no es nada extraordinario, pero hay un detalle que consigue captar mi atención. En una de las casas hay una escalera negra que podría usarse de vía para subir al tejado. Esa misma casa no tiene ventanas, a diferencia de la otra. Desde donde estoy las veo pequeñas, pero algo me dice que no lo son. Y las paredes son blancas, las puertas iguales. Son idénticas pero diferentes a la vez.

El hombre musculoso me está dedicando una mala mirada. Ladea la cabeza en dirección a la casa pero sigo sin poder moverme. Gruñe, bastante molesto, antes de acercarse a mí, alzarme y empujarme con violencia para que caiga dentro del lugar. Hago más ruido del que me gustaría, no puedo evitar que mi cara se estrelle contra la tierra, y siento que los demás voltean para verme.

Oigo el portazo y sé que oficialmente y sin retorno estoy dentro.

Mi única respuesta, lo único que hago como venganza, es seguir sin moverme hasta que siento que un par de manos se enrollan a mi brazo y tiran de mí para incorporarme. Es entonces cuando cedo, cuando dejo que me ayude un poco hasta que me muevo y, sea quien sea, me suelta. Alzo la mirada para toparme con la de un chico de ojos color café que, a pesar de lo que hice, me dedica una sonrisa amistosa y, de alguna forma, sincera. Decido que lo mejor, después de todo, es intentar ser amable. Con todos ellos, con quien sea, pero serlo. Porque, al final del día, es lo único que me queda. Así que intento devolverle una sonrisa, pero no me conformo con eso, así que termino por voltear la mirada.

Limpio mi cara sólo con mis manos mientras sigo al grupo para entrar a la casa de la ventana. La puerta está abierta. Heather es la primera en intentar entrar pero, cuando pone un pie dentro de la casa, se echa hacia atrás gritando. Cae al suelo ante la atenta mirada de todos nosotros y gime, abrazándose a su pierna.

El mismo chico que me ayudó se arrodilla frente a ella. Pone una de sus manos en su hombro y susurra algo, hasta que Heather se gira hacia él y le echa una mirada dura. Consigue volver a cerrarle la boca. El pobre muchacho aleja su mano, pero no vuelve a incorporarse.

—Descarga eléctrica—masculla Heather, haciendo una mueca.

Oigo varios bufidos, y termino por encogerme de hombros dejando que mi espalda caiga sobre la pared blanca. ¿Para qué alguien pondría una casa si entrar supone dolor, quizás la muerte? No tiene sentido, pero de alguna forma, parece ser tanto una trampa como...

Un juego.

—Comprobad la otra casa—nos ordena ahora la chica de cabello negro, Heather, ladeando la cabeza en dirección a su objetivo.

El tío que sigue a su lado no tarda en incorporarse e intentar abrir la otra puerta, pero no cede. Empuja, hace fuerza, pero nada. Veo cómo otra chica, de cabello rubio ceniza, alta y a mi parecer de buen físico, se acerca a él para ayudar. Lo hace a un lado, pone su mano en la puerta y, cuando casi sin fuerzas la empuja, esta se abre.

PerfidiaWhere stories live. Discover now