Capítulo 9: Skype, Mattlan y un poco de Hunter McLaggen

Start from the beginning
                                    

Gruñí, frustrada. Hunter, Hunter, Hunter, creo que peor que el tema de la nostalgia, tener que depender de él, sobre todo esta noche, me ponía los nervios de punta.

Joder, cómo quería terminar con esto.

Estaba rehusándome a usar el vestido rojo, no porque en sí era un vestido, sino porque la única noche en que lo llegué a usar digamos que fue agradable y no quería arruinar ese recuerdo al tener que usarlo para una noche que obviamente apestaría como el mismísimo infierno.

—Descuida —Matt se acercó a abrazarme—. No tenemos que quedarnos hasta el final, solo hasta cuando él te devuelva el collar, luego, no más Hunter.

—No más Hunter —me consolé a mí misma con esa frase—. No más Hunter, no más Hunter, no más...

—Para, ya me estás asustando —dijo él, con una expresión de preocupación que me hizo reír—. Bien, entonces iré a arreglarme, tengo que lucir apuesto para la pareja que en realidad no tengo.

Mi sonrisa cayó.

—Estoy bromeando —se apresuró a decir—. Vamos, Dyl, tienes que relajarte un poco, a pesar de todo es un baile, con música, bebidas, baile... no es como si fueses a ir al purgatorio, ¿vale?

Puse los ojos en blanco, tomando su consejo de bajar la guardia un poco. Él estaría ahí, de todos modos, no sería tan malo con su compañía.

—Gracias de nuevo por ir —le dije, sincera—. De verdad.

—Somos Mattlan contra el mundo —expresó divertido, preparándose para abandonar mi habitación—, y me callaré antes de que logres golpearme esta vez.

Solté una carcajada, viendo cómo se acercaba a la puerta y salía.

«Bien, Carter hagamos esto».

Maldije a Hunter unas... trece veces mientras me arreglaba esa noche. No me maquillé demasiado, ni peiné tanto mi cabello, ni me coloqué zapatos de tacón, sino mis Vans favoritas, que igual ni se veían bajo el vestido. No le daría el gusto a él de verme tan arreglada, suficiente tuve con ponerme el condenado vestido.

Busqué mi teléfono y le avisé en un mensaje de texto que nos encontraríamos allá. Él me había dado su número de celular en un papelito que me lanzó a la cabeza hacía unos días durante detención. Con clase el chico, ¿no es así?

No obtuve respuesta y la verdad es que no me pudo importar menos, sabía que él me encontraría de algún modo, así que simplemente tomé mi chaqueta y bajé las escaleras antes de que mamá se diera cuenta de que iría al Baile de Bienvenida con alguien que no era mi «primitivo novio». Así llamaba ella a West.

West. ¿Cómo le habría ido el partido? ¿Ganarían? ¿Perderían? ¿Estarían celebrando ahora mismo? ¿O tomándose unas cervezas en su dormitorio, lamentándose de no haber ganado?

«Dylan, sé que quiere saber todas las respuestas, pero necesitas concentrarte en recuperar el collar».

El sonido del timbre me hizo sacudir la cabeza. ¿Quién podría ser a estas horas? ¿Otra cita caliente de mamá o qué? Ahora que papá estaba saliendo con alguien, ella también había vuelto a ese mundo de citas frecuentes con hombres viejos, odiosos y estirados que del club. Aunque no debía quejarme, gracias a ese nuevo pasatiempo, su intensidad conmigo se había calmado un poco.

Sin embargo, al abrir la puerta, preferí que fuese uno de esos hombres.

Y no Hunter.

—¿Tú cómo sabes dónde vivo? —le pregunté, enarcando una ceja.

The Senior Year (Secuela de She is one of the boys) ©Where stories live. Discover now